Hace cinco años que la familia de la estudiante ímbar Nayeli Suárez Rivera están a la espera de justicia. Ella desapareció cuando se dirigí­a a la Facultad de Odontologí­a -de la UV- para encontrarse con quien era su ex pareja sentimental en ese entonces, el doctor Francisco Javier Mendoza Ruiz.
Según el registro de la sábana de llamadas, logrado por la Procuradurí­a General de la República (PGR), el médico fue la última persona con quien ella tuvo contacto.
En sus registros telefónicos, la joven alumna de la Universidad Veracruzana tuvo el último contacto de llamadas y mensajes con el galeno, sin embargo, en las primeras horas de la desaparición él lo negó.
El doctor, dice Yolanda Rivera Treviño, madre de la estudiante desaparecida, siempre ha negado haber tenido una relación en la desaparición, no obstante todas las pruebas lo señalan.
Negó haberla visto el dí­a que pasaron los hechos.
Pero la sábana de llamadas lo ubica incluso a unos metros de la casa de la chica.
Dice que nunca la vio el dos de octubre del 2013, pero el al aplicar la misma sábana de llamadas, en su teléfono celular parece que insertó el chic del aparato de ímbar Nallely en el suyo “seguramente para revisar que tení­a ahí­”.
“Yo creo que él no sabí­a que la tecnologí­a entonces estaba tan avanzada y que eso se iba a saber” repuntó.
En el mismo relato, concentrado en el expediente del caso, que tiene 15 tomos, se indica otra versión del doctor, que justifica su presencia cerca de la casa de la joven, pues según él se presentó a una tienda en la avenida 20 de Noviembre para comprar equipo médico.
No obstante -ataja la madre en entrevista ví­a telefónica- en las cámaras de videovigilancia de los negocios vinculados a la venta de productos para consultorios médicos, no hay registro de la presencia de Francisco Javier Mendoza Ruiz.
Tampoco en los datos financieros.
A su parecer, el detenido se la ha pasado mintiendo a lo largo de la investigación con la finalidad de lograr su libertad.
A estas alturas -dice- son cinco los amparos promovidos por el presunto agresor para buscar una salida, más una apelación.
Nada le ha resultado, pero al igual, la sentencia por el delito de secuestro agravado no ha prosperado.
Yolanda Rivera Treviño afirma que la justicia debe aplicar la sentencia y evitar que salga en libertad por alguna argucia legal, como se ha dado en los últimos casos de personas desaparecidas.
Recordó que en 2013, cuando su hija desapareció, el sub procurador era el ex dirigente del PRI, Fernando Maldonado Vázquez, quien evitó a toda costa que en las primeras horas de desaparición, la familia realizara alguna protesta para exigir que apareciera.
“Nos tuvo en silencio los dí­as más importantes para exigir justicia. Le decí­amos de hacer marchas y él nos decí­a que no, nos regañaba, que así­ no iba a poder hacer bien las cosas, pedí­a silencio para agarrar al responsable, ahora me doy cuenta que no, que todo fue así­ para no causar molestias a su jefe, el gobernador Javier Duarte de Ochoa, y seguir diciendo que no pasa nada, eso fue", expuso.
Finalmente la familia salió a las calles varios dí­as después de la desaparición y cerraron avenidas y protestaron con lonas con el rostro de la desaparecida.
La primera reacción no fue de las autoridades, sino del presunto agresor, quien se dio a la fuga a su pueblo natal, en Tierra Blanca.
Si en ese entonces las autoridades hubieran mostrado mayor diligencia, opina su mamá, el panorama hubiera sido distinto y no sumarí­a ya cinco años de ausencia.
La madre se tuvo que meter a un colectivo de búsqueda, y desde la Red de Madres, que encabeza Lourdes Rosales Cano, ha pugnado por su caso y el de otros.
Y uno de los resultados más fuertes que ha tenido hasta ahora: se dio con la detención del exnovio.
Además, investigando se dio cuenta de que antes de que pasaran los hechos, él médico ya no era pareja sentimental de su hija pues ésta lo habí­a hecho a un lado al enterarse de que era casado y que iba a ser padre.
Es por ello que su hija marcó su raya con esa relación y viví­a concentrada en retomar su vida alejada de él, quien se mostraba celoso, manipulador y mentiroso.
Cuando es detenido se le encuentra en un poblado de Tierra Blanca, en donde llevaba bajo perfil, alejado de los escándalos y tratando de rehacer su vida, sin la mayor preocupación por la desaparecida.
En todo este tiempo, Yolanda Rivera Treviño no entiende qué pasó con su hija. Tampoco sabe por qué el único sospechoso de la desapareció, no aporta. En su corazón, que ha enfrentado varias cirugí­as a raí­z del desgaste emocional, sigue guardando la esperanza de encontrarla y saber la verdad.