reporterazos en el semanario Proceso de don Julio Scherer Garcí­a, incluso, Elí­as, Reveles y Pinchetti desde Excélsior…Los seis caminaron en el paí­s estremeciendo a las elites polí­ticas con la verdad al desnudo en un periodismo de alta calidad… Tiempo aquel cuando el rigor informativo y la pulcritud literaria (la crónica y el reportaje escritos como novelas y cuentos de la realidad real) alcanzaron su máxima dimensión… Pero, además, con un gran periodismo de investigación, sin paralelo… Tiempo cuando los tecleadores apostaban la vida misma en cada trabajo y aun cuando fueron grandes amigos, amigos entrañables, algunas veces en la búsqueda informativa se apoyaban, pero conscientes de que entre ellos competí­an por la primera plana, las ocho columnas, la exclusiva…

ROMPEOLAS: Cada uno con su estilo dejaron páginas imborrables… De entrada, dirigidos por Julio Scherer, a quien el escritor Carlos Fuentes Mací­as denominaba el Francisco Zarco del siglo XX… Ignacio Ramí­rez, por ejemplo, publicó un reportaje sobre el Templo Griego, el Paternon, de Alfredo “El Negro” Durazo, solicitando trabajo en la obra como albañil… En un solo puesto en la Ciudad de México, Proceso vendió 5 mil ejemplares… Rodrí­guez Reyna acumuló como director de Emeequis el mayor número de premios de crónicas y reportajes en su equipo… Las crónicas de Elí­as Chávez (“Los priistas”) llenas de ironí­as y picardí­a fina, alto sentido del humor… Pepe Reveles (“Una cárcel mexicana en Buenos Aires”) y Ricardo Ravelo (9 libros sobre los carteles) especializados en el narcotráfico, pues nadie como ellos conoce el mundo de la delincuencia organizada… Las crónicas de Pinchetti (“De pueblo en pueblo”) superan en calidad literaria a las crónicas de sus antecesores, que también eran escritores como, por ejemplo, Ignacio Ramí­rez “El nigromante”, Ignacio Manuel Altamirano y Guillermo Prieto…

ASTILLEROS: Igual que los reporteros de la Reforma, “aquellos hombres que parecí­an gigantes”, este sexteto de periodistas encarna la más alta dimensión moral… Honestos, cien por ciento honestos… Y honestos, antes, mucho antes de la llamada Cuarta Transformación del Paí­s, la Constitución Moral y la República Amorosa… Crí­ticos, han vivido con “la medianí­a del salario” del que hablaba Benito Juárez, antes, mucho antes de otorgar cargos públicos a sus tres yernos para que sus hijitas disfrutaran la vida… Seis reporteros que toda su vida han buscado la verdad que los polí­ticos suelen esconder hasta debajo de las piedras como decí­a don Julio Scherer… Una lucha apasionada por la verdad que puede respirarse en sus grandes crónicas, reportajes y libros… “Escriba un libro, escriba un libro” solí­a repetir Scherer a su equipo de reporteros en Proceso cada semana cuando en la tarde solí­a pasear en la sala de redacción preguntando a cada compita el reportaje exclusivo que estaban preparando…

ARRECIFES: Cinco de ellos, menos Rodrí­guez Reyna, vivieron el periodismo con Scherer en el más alto decibel de la vida cotidiana… Por ejemplo, Pepe Reveles fue jefe de Información de Proceso… Y cada semana, en las juntas de redacción, Scherer le encargaba dar seguimiento a los temas… Y luego de la junta, cuando Pepe caminaba a su escritorio en la planta baja de la calle Fresas, apenas se acercaba a su oficina escuchaba el teléfono ansioso y persistente… Eran don Julio: “¿Qué me tiene”? le preguntaba… Y Reveles le decí­a: “Don Julio, apenas estoy llegando a mi oficina… Al ratito le reporto”… Y a los 5, y a los 10, y a los 15, y a los 20 minutos, Scherer, obsesivo y terco y obstinado, apasionado con los temas de la semana pensando en los titulares de portada, hablaba una y otra y otra vez a Pepe Reveles… Casi casi lo enloquecí­a… Pero, al mismo tiempo, quizá recordarí­a la frase de José Pagés Llergo, el legendario director de la revista Siempre!: el periodismo es un oficio para neuróticos…Así­ se viví­a el periodismo en Proceso…

PLAZOLETA: Todos ellos son y han sido solidarios con los colegas, compañeros y amigos… Y desde luego, con las grandes causas sociales… La injusticia, la corrupción, la pobreza y la miseria, las estafas y los engaños a la población han germinado en sus plumas… Solí­an y suelen abrir puertas a los reporteros imberbes como si se tratara, y es el periodismo, de un apostolado social… Y si un reportero extranjero llegaba, o llega al paí­s, para retratar el México bárbaro que tanto asombró a John Kenneth Turner, levantaban el teléfono para hablar con los reporteros de provincia para que les allanaran el camino “como si fuera yo” les decí­an… Y se echaban la risa generosa… Incluso, algunos de ellos han impartido cursos de crónicas y reportajes en el interior de provincia contando sus grandes secretos y disciplina en el oficio…

PALMERAS: Cada quien en la vida suele tener sus héroes, sus Superman, sus Llaneros Solitarios, para levantarse cada dí­a con su recuerdo por delante y seguir empujando la carreta… En el caso, nada mejor para un diarista que el sexteto de reporterazos citados aquí­ y cuyos textos han de ser libros de cabecera para nutrir la imaginación buscando la nota del dí­a o el reportaje y la crónica de la semana… Sus libros pueden ubicarse en Internet, en el mercado libre y en las librerí­as de la Ciudad de México… Pero sus textos están en Internet y de allí­ pueden tomarse para integrar un gran archivo de consulta y motivar la vida en cada nuevo amanecer, soñando con un mejor periodismo… Ignacio Ramí­rez ya se fue al otro lado del charco, pero a todos ellos el respeto de sus alumnos y fans…