cargando

En twitter:

Escenarios
Viernes 21 septiembre, 2018

El gendarme perfecto

•Policí­as satanizados
•Hay almas buenas

UNO. La poli, vista con malos ojos

Por alguna razón superior, histórica, mí­tica, una parte de la sociedad y la otra parte siempre han visto a la policí­a con malos ojos.
En un paí­s y un Veracruz de carteles y cartelitos, los policí­as y los jefes policiacos son los peores.

Luis Velázquez

Será quizá porque han multiplicado su fama de indeseables a partir de su obsesiva obsesión para usar lentes negros y entre más negros mejor arriba de un bigotito siniestro que inspira terror y miedo.
Se deberá acaso a la panza gigantesca que bambolean cuando caminan.
Y/o a la cachuchita que utilizan con la insignia de la policí­a y que en lenguaje popular significa “Yo soy la ley” y en un Veracruz donde se gobierna con la ley, la ley que domina y predomina bien puede ser la de ellos.
Mejor dicho, la de su estado de ánimo en el momento cumbre de acercarse a un peatón, a un vecino, a un conductor.
Por eso incluso, y desde tiempo ancestral, los apodos que les han puesto en la noche de todos los tiempos. Tecolotes, tamarindos, los azules, etcétera.
Y si el lector es acucioso y se mete a la página de Latinobarómetro tendrí­a más razones para ver con malos ojos a los llamados guardianes de la seguridad pública, pues la encuestadora del continente dice que los polis están en el sótano de la confianza ciudadana.
Famoso el dicho universal: si una persona mira venir a lo lejos sobre la banqueta izquierda de la calle a un policí­a y en el lado derecho a un ladrón, millón de veces preferible caminar por el lado del raterillo.
Y es que el raterillo roba y huye y el poli roba, madrea, detiene y traslada al ciudadano a la barandilla acusado de abusos contra la autoridad.
Pero, bueno, ahora cuando estaremos en la república amorosa y en la Cuarta Transformación del Paí­s, serí­a el tiempo de tratar con respeto a los guardianes del orden público pues muchas, muchí­simas, injusticias se han cometido.

DOS. El policí­a perfecto

Durante unos treinta años, mí­nimo, en la policí­a del puerto de Veracruz chambeaba un gendarme de nombre Perfecto Gálvez, y quien hace ratito se jubiló.
Perfecto honraba su nombre y era más perfecto que el nombre mismo.
Por ejemplo, cuando miraba un perrito o un gatito callejero, atrapado y sin salida en la más profunda soledad, detení­a la patrulla, lo apapachaba y se lo llevaba a su casa, en tanto le buscaba acomodo con un conocido, un vecino, un compadre.
Incluso, en la colonia popular donde viví­a los vecinos tocaban a la puerta para ver si tení­a un animalito que les regalara para el cumpleaños de la niña que deseaba una mascotita.
Si en la calle se topaba con un borrachito, don Perfecto se detení­a, le preguntaba la dirección de su casa y lo llevaba en la patrulla.
De regular estatura, excedido de peso, robusto y fuerte, Rotoplas, hací­a pesas y parecí­a la versión jarocha y en miniatura de Sansón.
Y como era, o es, muy amable cada vez que a la ciudad llegaba un invitado especial y necesitaban un chofer para movilizarlo, entonces, lo comisionaban.
Así­, sirvió lo mismo a polí­ticos que a intelectuales y escritores y lí­deres sindicales de izquierda. Y señoras, esposas de polí­ticos.
Y los paseaba de norte a sur y de este a oeste de Veracruz y siempre tení­a temas de conversación sobre el turismo local y la historia.
Se sabí­a como si fuera guí­a de turistas la historia del castillo de San Juan de Ulúa.
Y aun cuando la historia de “Chucho el roto” le fascinaba, también contaba al detalle la historia de Benito Juárez y Melchor Ocampo cuando Antonio López de Santa Anna, tres veces gobernador y once veces presidente de la república, los encarcelara en el viejo castillo.
En el servicio público fue un elemento que honró a las corporaciones policiacas y luego de treinta años o más de trabajo ininterrumpido le dieron un diplomita con su nombre.

TRES. Hay almas buenas

Pocos, excepcionales ciudadanos tienen, tendrán, una palabra de aliento para los policí­as, y de quienes, y más allá de los polizontes aliados de los malandros para la desaparición forzada, la autoridad sólo se acuerda que son seres humanos en su dí­a.
Y en su dí­a con un desayunito a las 8 horas a base de café negro y con leche y picadas y gordas (para más barato) y pan en abundancia, incluidos los cuernitos con todo y que los cuernitos están prohibidos hasta en el pan.
Nadie tampoco los invita a una fiesta familiar ni vecinal, y si acaso los llaman cuando la fiesta terminó en una trifulca con sangre de por medio, quizá con heridos y muertos.
Nadie les aumenta el salario así­ nomás porque hay voluntad polí­tica en la generación en el poder público.
Tampoco les otorgan un bono salarial en premio a la captura de un violador o de un feminicida, o de una banda criminal.
Por el contrario, y desde cuando trascendiera que en el sexenio de Javier Duarte, los polis levantaban y desaparecí­an a personas hasta en los retenes y los tiraban en la barranca de la muerte conocida como “La aurora”, en Emiliano Zapata, más, mucho más terror y pánico se les tiene.
Y si el ciudadano se topa con uno de ellos o una patrulla en la noche, mil veces preferible salir corriendo, esconderse, llamar a la puerta del vecino más cercano para salvarse de una posible agresión o un presunto levantón.
Pero, bueno, si en las corporaciones de Veracruz hay más de veinte mil elementos, caray, “veinte y las malas” que uno de cada diez, o diez de cada cien, bien merecen ser canonizados en el altar cí­vico.


Deja un comentario

Acerca del blog

Blog de noticias desde Veracruz.
Aquí, deseamos contar la historia de cada día.
Y cada día es un nuevo comienzo.
Y todos los días se empieza de cero...

Portal de noticias de Veracruz.