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Jueves 20 septiembre, 2018

Un sindicato invisible

•Uní­os, trabajadoras domésticas
•Con AMLO es el momento

UNO. Uní­os, trabajadoras domésticas

Si las trabajadoras domésticas se organizaran para exigir sus legí­timos derechos serí­an, además, el sindicato más grande y poderoso del paí­s.
Y si en nombre del marxismo convocaran a todas las “chachas” (de cariñito) a integrarse en un frente común, serí­an una fuerza omnipotente

Luis Velázquez

que de entrada rebasarí­a al partido polí­tico más pintado, incluidos los cien partidos que existí­an cuando Plutarco Elí­as Calles fundara el abuelito del PRI, PNR, en 1929.
Y, bueno, ahora es el momento cuando a partir del mes de diciembre del año que corre la Cuarta Transformación del Paí­s alcanzará su plenitud luego de la primera (la guerra de Independencia), y la segunda (la guerra de Reforma) y la tercera (la Revolución).
Si todas ellas lograran integrarse, entonces, luego enseguida ganarí­an regidurí­as y presidencias municipales, diputaciones locales y federales, las gubernaturas y al paso que vamos, la presidencia de la república.
Y más, porque están llenas de una energí­a fí­sica y cósmica, fuera de serie, inagotables, pues en las casas donde son contratadas lavan platos, lavan pañales, limpian la casa, pasan jerga, riegan el jardí­n, cocinan, lavan, planchan y en las tardes componen la basura del dí­a para meterla en las bolsas negras y levantarse a las 4 de la mañana del dí­a siguiente para que el carro recolector se las lleve.
Todo, claro, por el mismo sueldo.
Y lo peor, sin ninguna prestación económica, social y médica establecida en la Ley Federal del Trabajo.

DOS. Con AMLO es el momento

Un abogado laborista y un politólogo dirí­an, por ejemplo, que habrí­a un sindicato ultra contra súper poderoso si las trabajadoras sexuales, mujeres y hombres y fantasmas, se coaligaran en un frente común como en el siglo pasado, hacia 1930, cuando Herón Proal, el lí­der del movimiento inquilinario, derrotó a los casatenientes y a las autoridades con la organización de las mesalinas.
También serí­an fuerza sindical poderosa y/o asociación polí­tica si los abuelitos formaran su ONG, y más si se considera que tan sólo en Veracruz hay ochocientos mil, mientras en el paí­s hay once millones de personas de la séptima edad y con lo que arrasarí­an en las urnas.
Pero el grito social del momento es que las trabajadoras del hogar se organizaran.
Semanas anteriores, quizá antes de los comicios del primero de julio, apareció un movimiento social y cí­vico anunciando el primer sindicato de criadas en el paí­s, pero así­ como interrumpieron en los noticieros televisivos de igual manera desaparecieron del escenario, quizá simple golondrina anunciando el verano.
El caso es que, desde la fecha, nada más se ha escuchado, pues, incluso, dijeron que en Veracruz ya tení­an una filial lista para…pero en el hecho real y especí­fico, nada de nada.
Quizá habrí­a sido una faramalla electorera, pero, bueno, el dí­a cuando las trabajadoras domésticas se armen de valor democrático tendrán asegurado el éxito rotundo para un sindicato excepcional.
Bien pudieran, claro, aprovechar los próximos 6 años de la Cuarta Transformación del Paí­s y la república amorosa y la nueva Constitución Moral para allanar el trámite rápido y expedito en la secretarí­a de Trabajo y Previsión Social de AMLO, donde nombró a una chica de 31 años de edad que toda su vida la ha pasado en el salón de clases, y que estudiada en el extranjero tendrá una visión del mundo radicalmente diferente, digamos, al priismo y al panismo.

TRES. Inicua explotación

Ninguna ley estipula con claridad el salario de una trabajadora del hogar, aun cuando bien está incluido en el salario mí­nimo.
Pero debiera un apartado especial, considerando la excesiva carga laboral.
Hay asistentes domésticas, por ejemplo, que ganan desde doscientos a trescientos pesos el dí­a, y las patronas soóo les pagan el dí­a laborado, sin enterar, claro, el pago dominical, y que es sagrado desde que Dios creó el mundo en seis dí­as y en el séptimo se puso a descansar debajo de un árbol de manzanas.
Hay patronas que, por ejemplo, exigen que la chica quede a dormir en casa, porque así­ la tienen a la mano hasta en la noche y la inicua explotación se multiplica.
Hay patronas que contratan hasta cuatro chicas. Una, para la limpieza de la casa. Otra, para hacer la comida. Y otra, para lavar y planchar. Y otra, para cuidar y jugar con los niños, pues así­ la madre le da vuelo a la hilacha social y desde el desayunito de horas con las amigas por el celular dispone la comida del dí­a.
Pero a las cuatro les pagan sueldos miserables y sólo falta que les cobren la comida y el hospedaje por el cuarto de servicio que les facilitan.

CUATRO. Un pago justo

Lo más canijo es que Congresos federales y locales van y vienen, y nunca un diputado se ha detenido en el tema de las trabajadoras domésticas para legislar con respeto y dignidad a los derechos humanos de todas ellas.
El salario mí­nimo, ya se sabe, es insuficiente. Y en el caso, por tratarse de una chamba especializada y que significa el buen desarrollo de la vida familiar y que descansa en ellas merece un pago justo.
Lo más terrible de esta desigualdad social y económica es que en el paí­s hay dí­as para celebrar todo.
El dí­a de la madre. El dí­a del niño. El dí­a del maestro. El dí­a del médico. El dí­a del ingeniero. El dí­a del reportero. El dí­a del abuelo. Etcétera, etcétera, menos el dí­a de las chachas.
Bastarí­a referir: en muchos, muchí­simos hogares los niños llaman mamá a la trabajadora doméstica y quienes les dan el cariño de la madre ausente.


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