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Martes 18 septiembre, 2018

Obispo predica en el desierto

•Rí­o caudaloso de sangre
•“La muerte tiene permiso”

ESCALERAS: El obispo de Córdoba, Eduardo Patiño Leal, predica en el desierto. Y solo. Nadie escucha su clamor para restablecer la paz en Veracruz. Y, bueno, cuando un ministro de Dios es desoí­do y ninguna autoridad lo pela significa que el último reducto de esperanza ha sido reducido a la nada. Y la nada es nada.

Luis Velázquez

Fue el 9 de septiembre. Domingo. Tres dí­as después del anuncio de la fosa clandestina En “El arbolillo”, municipio de Alvarado. Justicia para las familias con un familiar desaparecido elevó su oración en la catedral.
Una homilí­a en el desierto.
Ningún polí­tico tampoco expresó voluntad social y polí­tica para trascender con la pelí­cula “El desierto” filmada con Gael Bernal Garcí­a en papel estelar como migrante.
Los migrantes siguen muriendo en su paso por el desierto de México a Estados Unidos.
También en Veracruz hay pendientes fosas clandestinas en más de cincuenta municipios.
Ene número de ocasiones, el obispo Eduardo Patiño ha clamado justicia.
Desde el púlpito hasta la rueda de prensa los domingos hasta la marcha pací­fica en calles y avenidas y hasta el diálogo en corto con la autoridad.
Jamás los funcionarios han replicado en su feudo.

PASAMANOS: Incluso, y a propósito de la muerte de civiles y de los migrantes, Patiño Leal tuvo una cumbre con el entonces gobernador, Javier Duarte, en el Obispado, y en donde llegara acompañado del secretario General de Gobierno, Gerardo Buganza Salmerón, y el subsecretario, Érick Lagos Hernández.
Entonces, demasiados fuegos artificiales lanzaron al espacio social, polí­tico y mediático.
Pero sin ninguna trascendencia.
Duarte y los suyos en el pitorreo. La visita al obispado, sólo para tomarse la foto.
Muchas ocasiones en lo que va del bienio azul, próximo a terminar, Eduardo Patiño ha levantado la voz, pero sin ningún resultado.
Veracruz sigue como un rí­o de sangre y un valle de la muerte.

CORREDORES: Antes, mucho antes, en otro tiempo, la voz de un ministro de Dios era cien por ciento sagrada. Escuchada y respondida con hechos en el lado oficial.
El paí­s y Veracruz se estremecí­an. Más valí­a estar bien con Dios.
Habrá sido porque, entonces, habrí­a miedo y temor y respeto a la iglesia.
Quizá porque entre las partes existí­an buenos vasos comunicantes y ni modo de conflictuarse con un enviado del Señor.
Acaso se trataba de valores entendidos.
El caso que ahora cuando el obispo cordobés dice que “debe haber pronta justicia para estas familias con un hijo desaparecido” pareciera que ara en el desierto y por más y más que empuja la carreta la carreta sigue atrapada y sin salida en el socavón polí­tico.
En todo caso habrí­a de pensar en la posibilidad de que el Cardenal, el Arzobispo, los presbí­teros, los sacerdotes y los feligreses se lanzaran en un frente común, paralizando, incluso, las iglesias, como medida de presión a los polí­ticos y funcionarios públicos que gobiernan.
Un manotazo firme, inquebrantable, claro, ní­tido y transparente quizá estremecerí­a a las buenas conciencias de los polí­ticos, mí­nimo, a sus parejas, para presionar y seguir presionando y restablecer el paraí­so perdido que fue Veracruz hace siglos.

RODAPIÉ: Quizá una especie de Procesión del Silencio, tipo Semana Santa, ayudarí­a bastante a la movilidad oficial para restablecer la paz.
Acaso la marcha pací­fica en todas las iglesias de Veracruz, invitando, digamos, al Nuncio Apostólico, para marchar al frente.
Quizá el Cardenal Sergio Obeso podrí­a invitar a sus iguales aquellos ungidos y bendecidos por el Papa Francisco el mismo dí­a como tales.
Acaso el vocero del arzobispado invitarí­a a los medios de la Ciudad de México y corresponsales extranjeros para cacarear la marcha pací­fica en el mayor número de confines del mundo.
Quizá en todas las procesiones del silencio el Santí­simo por delante encabezando la marcha cargado por el Obispo, la máxima autoridad.
Sólo así­, digamos, la autoridad quedarí­a entre la espada y la espada y de paso, hasta un milagro originarí­a en el corazón, las neuronas y las almas de los malandros y los barones de la delincuencia organizada.
Y es que, bueno, una voz solitaria como la de Patiño Leal orando en el desierto por la paz perdida nada significa. Es letra muerte. Intrascendente. Notita publicada en una parte de la prensa. Pero olvidada al mediodí­a como reza la canción de Héctor Lavoe.

BALAUSTRES: El Estado tiene como objetivo fundamental garantizar la seguridad en la vida y en los bienes.
La iglesia tiene como prioridad luchar por la vida de los feligreses.
Entonces, si el Estado incumple con la tarea, la iglesia ha de transfigurarse un contrapeso, pues sólo así­ en el equilibrio de poderes la calidad de vida puede mejorar.
El tiempo aquel de las voces solitarias está superado. Por eso, las guardas comunitarias y los vecinos organizados para enfrentar a los ladrones y rateros y violadores, y si es posible, y aun cuando en Veracruz muchos vecinos han quedado con las ganas, llegar al linchamiento como sucede en los estados de México, Hidalgo y Tlaxcala.
Patiño Leal dice que las fosas clandestinas “por lo inhumano y el atentado a la vida… no vuelvan a suceder” aquí­, entre nosotros.
Cierto…pero con todo y su voz levantada en la catedral de Córdoba, los secuestros, desaparecidos, asesinatos y fosas clandestinas siguen latigueando la calidad de vida de los 8 millones de habitantes de la tierra jarocha.


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