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Diario de un reportero
Sábado 23 junio, 2018

El ADN priista

PRI sin tacha, ajá
•Los rojos impolutos



DOMINGO
El ADN priista



El PRI está en caída libre. Así lo descarriló Javier Duarte, considerado el modelo nacional de la corrupción política. Su fama, incluso, en la prensa internacional. Es más, satanizado en el CEN por órdenes (a destiempo, causado el daño) de Enrique Peña Nieto.
Es el PRI un partido sin límites y en donde la profecía de José López Portillo se cumplió. “México, dijo, será un país de (políticos) cínicos”. Cínicos, en el caso de Veracruz, porque la mayoría, presa en el penal de Pacho Viejo, ha negado sus trastupijes. Y lo peor, unos a otros se descobijan. “Ahí viene el ladrón” gritaba el ladrón.
Es el PRI de Javier Duarte. Y de Mauricio Audirac Murillo. Y de Juan Antonio Nemi Dib. Y de Georgina Domínguez Colio. Y de Arturo Bermúdez Zurita. Y de Luis Ángel Bravo Contreras.
Y de Érick Lagos. Y de Jorge Carvallo junior. Y de Tarek Abdalá. Y de Alberto Silva Ramos. Y de Adolfo Mota Hernández.

Luis Velázquez

Y el PRI de Ramón Ferrari. Y de Leonel Bustos. Y de Juan Nicolás Callejas. Y de Regina Vázquez Saut. Y de Basilio Picazo. Y de Ricardo Garcí­a Guzmán. Y de Marcelo Montiel Montiel. Y de Marcos Theurel Cotero. Y de Iván Hillman Jiménez. Y de Renato Tronco Gómez. Y de Fernando Arteaga Aponte.
Lo más granado y refinado de la familia priista. La gente VIP. Los caudillos sin tacha. Los benefactores de la población civil. Los impolutos.

LUNES
El PRI, sin tacha, ajá


Es el PRI de Fidel Herrera Beltrán. Y de Miguel Alemán Velasco. Y de Patricio Chirinos Calero. Y de Agustí­n Acosta Lagunes.
El PRI, sin tacha, a la altura, digamos, de los próceres rojos. Carlos Romero Deschamps. Ví­ctor Flores Morales. Pascual Lagunes Ochoa. Enrique Levet Gorozpe. Ricardo Ditz Herlindo.
Tomás Yarrington. Eugenio Flores Hernández. Roberto Borge Angulo. César Duarte. Los hermanos Humberto y Rubén Moreira. Andrés Granier. Mario Villanueva. Mario Marí­n, “el góber precioso”. José Murat Casab. Enrique Jackson.
El PRI de Carlos Brito Gómez. Y de Felipe Amadeo Flores Espinoza. Y de Mario Tejeda Tejeda. Y de Mario Zepahua. Y hasta el PRI de Gerardo Buganza Salmerón, el panista que terminara trabajando con Javier Duarte y tantas bendiciones recibiera de Fidel Herrera.
El PRI acusado de desaparición forzada de personas y cadáveres con Javier Duarte, Arturo Bermúdez y Luis íngel Bravo Contreras por el gobernador Yunes.
El PRI del desví­o de recursos federales y estatales. Y de las empresas fantasmas. Y de los prestanombres. Y de los diezmos y dobles diezmos. Y de la alianza sórdida y siniestra con los carteles y cartelitos.

MARTES
El PRI de la corrupción


Es el PRI de Javier Duarte, el peor en la historia. El Duarte sí­mbolo de la avaricia y la ambición. “Duarte como muestra maloliente, un gobernador omnipotente que se convirtió en saqueador impune” (Denise Dresser, Manifiesto mexicano, editorial Aguilar).
El PRI que sometió con todo y a todos y quizá a cambio del inmenso billete fácil, a la Contralorí­a y a la secretarí­a de Finanzas y Planeación y al ORFIS (Órgano de Fiscalización Superior, ahora tan digno) y a los quince diputados de la Comisión de Vigilancia del Congreso.
Y que también sometió a los auditores internos y externos. Y a los dos secretarios General de Gobierno.
Y al secretario de Seguridad Pública. Y al Fiscal.
Y, vaya, hasta a los jefes policiacos y policí­as.
El PRI, simple y llanamente, de la corrupción.
Por eso, incluso, “hay quienes argumentan que el crimen más organizado en México está en el gobierno” (Ibí­dem).
Y en el gobierno priista, aun cuando los gobernadores panistas y perredistas tampoco cantan mal las rancheras, buenos intérpretes que son, casos, por ejemplo, Guillermo Padrés y Graco Ramí­rez.

MIÉRCOLES
Cultura priista


Es el PRI que creó y recreó una cultura priista.
En materia electoral:
Las urnas embarazadas, la cargada, el sobre lacrado, el dedazo, la imposición, de todas todas, el ratón vaquero, la compra de votos, perdemos en las urnas pero ganamos en el tribunal, la negociación en lo oscurito, si pierdo arrebato.
En materia económica:
El diezmo y el doble diezmo, “el viejo no roba pero como deja robar”, “el que no transa no avanza”, “entre más obra (pública) más sobra”, “te doy y me das”, las empresas fantasmas, el desví­o de recursos, el chanchullo, la licuadora, “la Casita Blanca”, la Casita de Malinalco, el grupo Higa, Odebrecht, “el segundo frente”, el enriquecimiento ilí­cito, me saqué la Loterí­a, me saqué el Melate.
En materia social y polí­tica:
“El oro molido”, el nepotismo, la monarquí­a imperial, la familia al poder y “la dictadura perfecta”.
Una cultura priista tan intensa y absorbente que los panistas y los perredistas, por ejemplo, la terminaron adoptando.

JUEVES
Ostentosa riqueza familiar


Nunca, hasta ahora cuando el gobernador Yunes ascendió al poder, tantos priistas habí­an terminado en la cárcel.
Claro, Patricio Chirinos Calero encarceló a Dante Delgado Rannauro y Porfirio Serrano Amador, pero cumpliendo órdenes rencorosas y vengativas de Ernesto Zedillo.
Dante Delgado, a su vez, encarceló al director de Tránsito de Fernando Gutiérrez Barrios, David Varona, pero no era priista.
Y Agustí­n Acosta Lagunes encarceló a José Luis Lobato Campos, director del Instituto de Pensiones de Rafael Hernández Ochoa, como medida de presión para descarrilar un proyecto periodí­stico encabezado por Lobato, Jorge Malpica Martí­nez y Horacio Aude Zebadúa.
Pero, bueno, todo indica que tantos años de impunidad en el PRI sirvieron para construir una realidad avasallante:
Cada 6 años de la presidencia de la república y de las gubernaturas y cada tres años, primero, y después, cada cuatro años, de las alcaldí­as aparecí­an nuevos ricos, ostentosas riquezas familiares, donde todo era legal y nadie, absolutamente nadie, habí­a incidido en el mí­nimo acto de corrupción.
Era, pues, es incluso, y según la cultura tricolor, el pago que los polí­ticos merecen por sacrificarse en nombre del bienestar social, ¡pobrecitos!, tan expuestos a que la delincuencia organizada los amenace y hasta atente contra sus vidas y las vidas de los suyos.

VIERNES
Todos somos priistas…


El PRI se volvió sinónimo de la corrupción polí­tica.
El paí­s, en el primer lugar de corrupción en América Latina y en uno de los primeros lugares mundiales.
El México de Carlos y Raúl Salinas. Y de los Moreira. Y de los Arturo Montiel. Y de los Peña Nieto. Y de la “Colina del Perro”.
Nadie dudarí­a que cuando Moctezuma II envió monedas de oro y veinte doncellas ví­rgenes al sifilí­tico Hernán Cortes a su llegada a las playas de Chalchihuecan mostraba su vocación priista.
Y más, porque según el libro de Marí­a Scherer Ibarra, “todos llevamos un priista adentro”.
Miguel íngel Yunes Linares, expriista.
Dante Delgado Rannauro, expriista.
Andrés Manuel López Obrador, expriista.
Cuauhtémoc Cárdenas, expriista.
Porfirio Muñoz Ledo, expriista.
Fui priista, ha dicho Dante Delgado, porque entonces era el único partido fuerte.
Cierto, cierto, cierto, pero desde 1920, José Vasconcelos demostró que habí­a otros caminos y se lanzó como candidato presidencial independiente enfrentando el poderí­o de Plutarco Elí­as Calles.
El ADN priista marca. Y su sello es como el fierro ardiente que le ponen a las vacas.


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