El comisariado ejidal, Clemente Hernández Leónides, y su esposa, Reina Tiburcio Atzin, son asesinados.
Vivienda modesta. Modestí­sima. De un campesino. Uno de los dos millones de compitas, la mayorí­a de los cuales en la pobreza, la miseria y la jodidez.
La hija, Yolanda, halla los cadáveres de sus padres. Tirados en el piso. En la sala de la casa. En medio de un charco de sangre.
La policí­a, claro, investiga.
Un feminicidio más.
Antes, semanas anteriores, el crimen de una mujer en solitario. Ahora, en compañí­a de su pareja.
15 de mayo.
Coatzacoalcos. Rocí­o del Carmen Bautista Garcí­a, 24 años de edad, desapareció.
Dos dí­as después, los familiares interponen la denuncia, aun cuando en el protocolo oficial han de dejarse pasar tres dí­as para.
En las redes sociales la foto de la chica es difundida.
Ninguna noticia.
El martes 23 de mayo, su cadáver aparece desnudo, “en avanzado estado de putrefacción” dice el cronista policiaco, en la calle Agustí­n Melgar, entre Niños Héroes y 20 de Noviembre, en la colonia Santa Rosa.
Los primeros datos son indicativos. La chica fue ultrajada. Luego, asesinada. Después, arrojado el cuerpo en la ví­a pública.
Los asesinos, volaron al cielo, igual que Remedios la bella, envuelta en una sábana blanca en la novelí­stica de Gabriel Garcí­a Márquez.
Otro feminicidio en la historia local.
Ojo:
El secretario de Seguridad Pública ya lo dijo antes, mucho antes, cuando los crí­menes de mujeres se le fueron encima como maldición:
El feminicidio en Veracruz se deriva de la violencia intrafamiliar, vaya paí­s de machos.
Y porfis, que alguien compasivo y misericordioso acerque una palangana con agua y jabón para que Jaime Téllez se lave las manos y una toalla, claro, para secarse.

DOS. “Los demonios andan sueltos”

Y es que, bueno, diecisiete meses después de la yunicidad, ni modo de seguir inculpando al pobrecito Javier Duarte de todos los males de la caja de Pandora que andan por ahí­, fastidiando la vida como demonios sueltos.
TRES. Resbalón de Cuitláhuac Garcí­a
Ya se fue marzo, estamos en mayo, y los “Idus de marzo” siguen aquí­.
Por ejemplo, el mismo dí­a cuando en Coatzacoalcos fue localizado el cadáver de la chica desaparecida ocho dí­as antes, en Tecolutla la vida familiar y social fue interrumpida por tres cabezas decapitadas y arrojadas sobre la banqueta en la parte trasera del restaurante Mocambo 2000.
Dos hombres y, sorpresas que da la vida, tiempo descarrillado del feminicidio, de una mujer.
Un feminicidio más.
El cuerpo de la mujer entre los 25 a los 30 años de edad. Tez blanca. Pelo rubio.
Una cartulina con un narcomensaje., al parecer, de un grupo de malandros a otro.
Y en respuesta, el candidato de AMLO a gobernador, Cuitláhuac Garcí­a Jiménez, se metió como caballo desbocado en el carril electoral y habló con palabra eruptiva.
Dijo, por ejemplo, que 6 de cada diez jóvenes (mujeres y hombres) aparecidos en fosas clandestinas de Veracruz eran, o son, malosos. Sicarios. Pistoleros. Halcones. Carteles. Cartelitos.
Las ONG de familiares de las ví­ctimas, Solecitos y Colectivos, se indignaron y con toda la razón del mundo.
¡Vaya temeridad de Cuitláhuac!
Peor aún, ¡vaya superficialidad!
Mesiánico, ya profetiza. Mejor dicho, dictamina, sin tener información.
Y lo peor entre lo peor, sin nunca, jamás, jamás, jamás, haber extendido la mano con hechos solidarios a los Solecitos.

CUATRO. Historia de Rosita Alví­rez

El Secretario Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública ha puesto el hecho en la cancha pública:
Veracruz, primer lugar nacional en feminicidios en el mes de abril.
Encima de los estados de México y Guerrero.
Ocho crí­menes en el mes.
Según la autoridad máxima del SESNSP, “la mayorí­a de las mujeres fue asesinada sin utilizar armas de fuego y punzocortantes”.
Bueno, cuestión de enfoques.
El cadáver de la esposa del comisariado de Papantla, en medio de un charco de sangre.
La chica desaparecida en Coatzacoalcos, ultrajada.
Dato espeluznante:
En Córdoba, ahora en la yunicidad, una chica asesinada de veinte puñaladas.
En Córdoba, en el sexenio anterior, una mujer asesinada de cuarenta puñaladas en un hotel de plazo.
En Orizaba, en el duartazgo, otra mujer asesinada de veinte puñaladas.
A Rosita Alví­rez, dice la canción, la mataron de tres balazos, pero solo uno era mortal.
Dato adicional:
En el mes de abril y de acuerdo con el Sistema Nacional de Seguridad Pública, se registraron ciento doce ejecuciones en Veracruz y con lo que, caray, el obispo Eduardo Patiño Leal y el arzobispo Hipólito Reyes Larios se quedaron cortos, pues ellos dicen que “todos los dí­as hay una ejecución”.
Las calles, dice Pepe Yunes Zorrilla, están llenas de muertos.

CINCO. Sitiar el infierno local

Toda vida humana es invaluable. Cada vida es preciosa. Ni la vida de un hombre vale más que la de una mujer ni viceversa.
Incluso, con todo y que el señor Cuitláhuac Garcí­a diga que son jóvenes reclutados por los malandros que porque son desempleados.
Ok.
Pero con todo y las dos Alertas de Género…
Y el fervor patrio de la yunicidad por las mujeres…
Y el discurso oficial sobre la dignidad femenina…
Y la medallita Adolfo Ruiz Cortines a los Colectivos por su firmeza social para buscar a los suyos desaparecidos…, los asesinatos de género son intolerables.
El Estado de Derecho sigue rebasado por el Estado Delincuencial.
La barbarie continúa dominando encima de la seguridad y la procuración de justicia.
Inverosí­mil, por ejemplo, que los municipios de Amatitlán, Isla, Ixhuatlán de Madero, Naolinco, Poza Rica, Rí­o Blanco, San Andrés Tuxtla y Tezonapa estén identificados como el centro del feminicidio y el gobierno del Estado y la Federación tarden demasiado en un operativo especial en tales demarcaciones.
Inverosí­mil también que los alcaldes de tales pueblos parecieran indiferentes ante la expresa negligencia de las autoridades superiores.
Es para sitiar por completo el infierno local.