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Sábado 19 mayo, 2018

Una diputada, en el infierno

Ningún diputado local tiene la pasión firme, con dimensión social y perspectiva histórica, como Marijose Gamboa.
En un momento estelar de su vida, el poder polí­tico encarnado en Javier Duarte, trono imperial y faraónico, se le fue a la yugular.
Entonces su vocación social se multiplicó a partir, entre otras cositas, de conocer el infierno desde adentro en donde, por regla general, y excepciones, los delincuentes están libres y los inocentes presos en los penales.

Luis Velázquez

Así­, y desde que la vida la llevó a una curul en la LXIV Legislatura, invicta y campeona en las urnas, ha enarbolado una bandera social como tarea superior, siempre al lado de los familiares de los desaparecidos.
En carretera, cuando se traslada, ha sido intimidada. También lo fue en uno que otro reclusorio cuando buscó entre la población reclusa, y acompañada de madres de familia, a desaparecidos.
Pero nada la arredra. Ella tiene una misión superior. Nacida y crecida al vapor de la injusticia que sufrió, pero más aún, que ella ha escuchado en su peregrinaje social.
Tan es así­ que, por ejemplo, suele acompañar a las ONG de Colectivos al infierno cuando visitan y exploran la tierra en búsqueda de fosas clandestinas.
Y, desde luego, igual que todas las madres de las ví­ctimas ha enfrentado el infierno.

GRAN MUJER SOLIDARIA

Su último viaje fue en el rastreo de fosas clandestinas en Omealca y Rí­o Blanco. Reportes de restos óseos, cráneos, cadáveres. Sepultados lo más profundo. A 30, 40 metros, para el despiste.
Incluso, en fosas ubicadas 300, 400, 500 metros arriba de cerros. Atravesando campos y lagunas y rí­os. Y árboles. Y monte donde crece la mala hierba.
En todos los casos, sin excepción, las ONG han recibido mensajes anónimos (pitazos, digamos) de malandros avisando de la ubicación de una y otra fosa.
Y ella, como diputada local, solidaria con las madres en los aspectos posibles, siempre pendiente, al lado de ellas.
Ella, tendiendo puentes con la Fiscalí­a para la notificación correspondiente.
Y luego, todos juntos a la búsqueda.
En unos casos, fosas al ras del suelo. En otros, hasta el fondo de la tierra. Y en otros, pozos artesianos de agua dados de baja.
Así­ se han topado con cadáveres que de norte a sur y de este a oeste de su geografí­a humana fueron descuartizados en cachitos, incluso los restos distribuidos en varias fosas.
En otros casos sólo han encontrado restos de ropa, una camisa, un pantalón, un vestido, una ropa interior.
Hubo casos donde apenas, apenitas, los cadáveres fueron identificados a partir de unos tatuajes en las piernas.
Pero lo más duro es el olor de los cadáveres por tantas semanas, meses quizá, años, sepultados, así­ nomás, sin ni siquiera, digamos, una sábana.
Bastarí­a recordar, por ejemplo, los trece cuerpos arrojados en la barranca “La aurora”, de Emiliano Zapata, que ya cadáveres los desaparecieron en el sexenio anterior, todo indica, por una orden del gobernador al Fiscal para quedar bien con el secretario de Seguridad Pública.

VIVIR TENSIONADOS

En la búsqueda de cadáveres en las fosas clandestinas hay cosas terribles.
Por ejemplo, los olores vomitivos y que con todo han de superarse, pues de por medio está la identificación.
También, claro, el gran golpe emocional y espiritual en el corazón y en las neuronas que significa la tensión de que el cadáver pueda ser del hijo desaparecido.
Y en caso de ser así­ constituye una pesadilla enfrentar y confrontar la realidad.
Y momentos enseguida, saber y tener la certeza de que el infierno apenas está comenzando.
Un caso fue dramático.
Una señora en Orizaba a quien primero pasaron el tip de que a su hija la habí­an visto en la frontera norte y luego de cruzar y entrecruzar información con la voz anónima partir a su búsqueda, acompañada la madre por Marijose Gamboa.
Y luego de dí­as de tensión determinar que el dato era erróneo.
Después, un nuevo terremoto espiritual en sus neuronas y el corazón cuando le dijeran que el cuerpo de su hija estarí­a enterrado en un cerro de Rí­o Blanco.
Y otra vez la angustia.
Y de nuevo la búsqueda en el cerro.
Y hacia el final de las fosas halladas, tampoco ni una pista.
Y Marijose a su lado, solidaria, con una generosidad sin lí­mites, haciendo suyo el dolor y el sufrimiento ajeno.
La búsqueda frenética de los hijos desaparecidos.

EL DUARTISMO APENAS ESTí REVENTANDO

Muchas semanas y meses después, los familiares de los desaparecidos se han vuelto unos expertos en la búsqueda de los suyos.
Conocen ya, y al dedillo, la estrategia certera para efectuar exploraciones y levantamientos en los terrenos donde los entes solidarios les han enviado pitazos de posibles fosas clandestinas.
Y más, considerando que en el estado de Veracruz parecen existir más fosas que municipios.
Y más, por otro dato dramático, como el siguiente:
Por lo regular, los malandros obligan a sus ví­ctimas a cavar sus propias tumbas y luego, los matan y les dan el tiro de gracia y los sepultan así­ nomás, con su ropita que llevan puesta, de prisa y con prisa, tirando tierra encima para salir en estampida, sin remordimientos.
Es el Veracruz sórdido y siniestro vivido y padecido por la población civil en el sexenio anterior.
Por eso, hay más de treinta polí­ticos, ex jefes policiacos y policí­as internados en el penal de Pacho Viejo, sujetos a proceso penal acusados de desaparición forzada, un delito de lesa humanidad que significa la alianza de los polí­ticos con los carteles y cartelitos.
El duartismo apenas está reventando y por más huellas que habrí­an borrado en el sexenio anterior, gracias a las ONG Colectivos la punta del iceberg sigue afilándose.


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