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Historias de desaparecidos
11 febrero, 2018

ímbar Nayely, otro caso ligado a Tierra Blanca

•Más de 28 meses han pasado de la desaparición de la universitaria y ninguna respuesta oficial
•En la Fiscalí­a la familia sólo ha encontrado decepciones y enojo

redacción

Este reportaje fue publicado el 8 de marzo de 2016 y dada su vigencia con los 19 mandos y policí­as detenidos acusados de desaparición forzada se reproduce

Tres cirugí­as al corazón son las que suma Yolanda Rivera Treviño desde la desaparición de su hija, ímbar Nayely Suárez Rivera, empleada del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), estudiante de la carrera de Odontologí­a de la Universidad Veracruzana (UV), una joven cuya desaparición apunta a Tierra Blanca, ese agujero negro en la geografí­a veracruzana.

El principal sospechoso, acusa la madre, es quien en esos dí­as era novio de ímbar Nallely Suárez, el doctor Francisco Javier Mendoza Ruiz, originario de Tierra Blanca, y que tras la denuncia de la desaparición huyó a Tierra Blanca, allá fue encontrado y detenido para llevarlo al MP en calidad de presentado por los hechos ocurridos el 2 de octubre de 2013.

La madre de la joven ausente jura que “el gobierno de Veracruz, alguien allí­ dentro, está protegiendo a esta persona para que no diga la verdad de qué hizo con mi hija, en dónde la tiene o qué le pasó realmente”, ya que después de que declaró lo dejaron ir, y aun con los señalamientos y pruebas, las autoridades no lo buscan.

Según la sábana de llamadas lograda mediante investigaciones de la Procuradurí­a General de la República (PGR), el doctor Francisco Javier Mendoza Ruiz fue la última persona con quien ímbar Nallely estuvo en comunicación.
Por petición del novio, esa tarde ella iba a ver a una persona cerca de Plaza Mocambo para entregarle un paquete. Ella nunca llegó, el que se presentó en el lugar, según las cámaras de vigilancia, fue el exnovio. Nallely se perdió en el trayecto de la salida de su casa a la escuela, en un lapso de dos horas.

No llegó al trabajo ni a la escuela ni al consultorio en donde ayudaba para complementar sus conocimientos. Algo andaba mal, se dio cuenta la familia.

La madre ahora sabe que ella querí­a terminar la relación con el médico, era celoso y posesivo, le confiaba su hija; ya no estaba a gusto. El móvil para agredirla, cuenta, está más que claro. Ella lo iba a dejar y él no querí­a. Pero las autoridades no ven eso.

En los interrogatorios posteriores a su detención, el médico intentó involucrar a otros compañeros de trabajo para desentenderse de la desaparición de la joven. Que su hija consumí­a drogas, que ella sostení­a una relación con uno de mis mejores amigos, y otros más, y todos, todos, se drogaban porque ella les compraba, acusó.

“A los médicos que él relacionó los llamaron a declarar, les hicieron pruebas de todo, de drogas, de consumo de alcohol, y nada, estaban limpios, esta persona en su desesperación relacionó a quien pudo con tal de evadir su responsabilidad con mi muchacha” relata la madre.

Hubo protestas en calles de Boca del Rí­o, frente a Plaza Mocambo, en el bulevar, en la zona universitaria, vaya, fueron a protestar a la misma casa del exnovio. Compañeros de escuela de la joven se plantaron en el domicilio de la familia del médico. Pero ni con eso hubo resultados.

Y las marchas se hicieron varios dí­as después de la pérdida de la universitaria. Uno de los peores agravios que carga Yolanda Rivera Treviño es para con el exsubprocurador Fernando Maldonado Vázquez, priista de hueso colorado: “Nos tuvo en silencio los dí­as más importantes para exigir justicia. Le decí­amos de hacer marchas y él nos decí­a que no, nos regañaba, que así­ no iba a poder hacer bien las cosas, pedí­a silencio para agarrar al responsable, ahora me doy cuenta que no, que todo fue así­ para no causar molestias a su jefe, el gobernador Javier Duarte de Ochoa, y seguir diciendo que no pasa nada, eso fue” expuso la mamá.

La vida se me paralizó ”“agrega-, la salud se acaba, la paciencia, el coraje, todo. La familia queda a la deriva pensando en la ausencia de la persona que no está contigo. Mi hija era puro amor, muy familiar, apegada a nosotros no le hací­a nada a nadie, sólo se dedicaba a estudiar, al trabajo. Qué hizo mal para merecer esto.

La investigación ministerial actualmente está por los suelos, al igual que el resto de los casos de jóvenes ausentes en Veracruz, el presunto autor, el más grande sospechoso, está libre, escondiéndose en algún lugar del paí­s; tal vez, siendo una amenaza más para otras jóvenes, pues después de su detención en Tierra Blanca y su declaración no ha sido requerido.

Nadie nos escucha, caso Yolatl Thalí­a Berra

•Una madre de 60 años busca a su hija por todos lados; su única aspiración es encontrarla para decirle a su nietecita: “Mira, allí­ está tu mamá…muerta”

Ignacio Carvajal/Coatzacoalcos
blog.expediente.mx

Yolanda Hernández Contreras casi llega a los 60 años. Dentro de los colectivos organizados en busca de sus hijos es una de las más grandes, pero no falta energí­a para emprender lo que sus demás compañeras de lucha: hacer todo lo posible por encontrar a sus hijos, esposos o hermanos. Ella anda tras las pistas de su muchacha, Yolatl Thalí­a Berra Hernández, una trigueña de labios carnosos que desapareció el 11 de junio de 2013 en Fortí­n de Las Flores.

Yolanda Hernández Contreras es una mujer taciturna. Poco mira a los ojos, parece cargar una gran pena. Le duele que no le tomen en cuenta ni las autoridades ni la sociedad por el dolor que carga de no encontrar a la que le rasgó las entrañas para salir de su panza.

Después de mucho rogarle para que diga unas palabras, con voz firme, suelta: “Es que yo sólo quiero que me escuchen, así­ he estado desde hace tres años en que mi hija se desapareció, ya no sé qué hacer”.

Su hija se perdió cuando una tarde en que fue convocada por un amigo a las afueras de un bar, la Cabaña de Opus, en Fortí­n.

“Un amigo le llamó, y le dijo que fuera, ella se trasladó en su coche, ella se fue en compañí­a de su hijita de ocho años. A la joven supuestamente al llegar al bar la sacan del coche y se la llevan”.

A la hija la dejan allí­ abandonada, por casualidad amigos del padre de la menor pasaron por el sitio en donde la gente se preguntaba qué habí­a pasado, por qué esa madre dejó a la pequeña que no paraba de llorar, alguien tomó a la nena y se la llevó a casa de su padre, quien tení­a varios años separado de la joven Yolatl Berra Hernández.

Al dí­a siguiente, el 12, “ella habló, nos dijo que estaba bien, que ya iba para la casa y nos dejamos de preocupar, pensamos que se trataba de alguna fiesta o algo así­. Ya la esperaba yo en casa para regañarla de manera drástica por haberse largado dejando a la nena, pero jamás llegó. Ni contestó el celular, se iba a buzón”.
El coche de Yolatl apareció dí­as después afuera de un hotel de Tierra Blanca, estaba lleno de armas y habí­a sido detectado por las autoridades junto a otro vehí­culo en el cual también habí­a armamento. De los que manejaban los coches no se supo nada, pues consiguieron huir antes del arribo de las autoridades, quizá, avisados por empleados del mismo negocio.
“Yo vi el coche en el periódico, pues se hablaba del decomiso de la armas y los coches y reconocí­ la unidad de mi hija; al irme para allá ese era, pero las autoridades no me informaron más, no me escucharon, como ahora” relata la viejecita.
El caso -dice- ahora está en manos de las autoridades federales, pues se pasó un año archivado en las agencias del Ministerio Público en donde lo tuvieron. En alguna ocasión, recuerda, encontró el expediente tirado en el suelo, le reclamó al MP y al secretario, pero de allí­ no pasó.
Hasta el momento no ha tenido ninguna pista sobre el caso de su hija y el ex esposo ya se valió de sus influencias para separarla de su nieta, el recuerdo más grande de Yolatl: “No me deja verla, se la llevó a otro estado, ni que le regale nada. Es injusto porque la familia se te aleja cuando te desaparecen a un hijo, es como si trajeras algo mal o se cuidaran.
“Yo seguiré en la lucha por encontrar a mi hija, quiero saber qué pasó con ella, si está viva, que bien, sino, pues tan si quiera encontrarla y sepultarla en un lugar en donde yo le diga un dí­a mi nieta: Mira allí­ está tu madre…muerta”.


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