Hace cuatro años, a mediados de enero, Cynthia Llinas Romero, pancarta en mano, encaró a Javier Duarte de Ochoa, quien se encontraba en un evento público en el puerto jarocho.

"Mi hijo desapareció y las autoridades no hacen nada para encontrarlo" lanzó la madre al mandatario.

Duarte, rodeado de sus guardaespaldas, se crispó del coraje.

Los ojos se le pusieron rojos y puso serio el ceño pese a que se encontraba en un acto por la ví­speras del Carnaval de Veracruz de ese año.

Con desprecio, el gobernador vio a la madre.

Cynthia Llinas siguió reclamando y alzando la voz para saber de su hijo, el único, Mario Manuel Espinoza Llinas, desaparecido el 12 de enero de 2014 en la zona de antros de Boca del Rí­o.

Hasta donde se sabe, fue levantado por sujetos que viajaban a bordo de camionetas blancas y que se desplazaban por calles de Veracruz con total impunidad, armados, protegidos incluso por la policí­a.

La madre reclamó todo eso al mandatario veracruzano, quien no hizo más que voltear el rostro y dejar pasar.

Pese a toda la fuerza y la energí­a que impuso Cynthia Llinas para encontrar a su pequeño Manuel, éste no regresará con vida a casa, y ella lo sabe, pues acaba de ser notificada que apareció entre las ví­ctimas de Colinas de Santa Fe.

Cynthia Llinas Romero, miembro del colectivo Red de Madres, señala que luchó hasta el último momento por ver de vuelta a "Manolo", como ella lo llama cariñosamente.

Siempre fue caballeroso, amable, era mi cómplice para muchas cosas. Mi amigo y me lo arrebataron" cuenta.

El sentimiento de negación perene, de que Manolo fuera extraí­do sin vida de una de las más de 100 fosas que hasta ahora se han localizado.

La madre del joven relata que desde que desapareció, al salir de su trabajo en un antro en Boca del Rí­o, comenzó a padecer con las autoridades que no hicieron nada para encontrarle.

Pese a las vueltas, las denuncias, las diligencias y mucho trabajo que tuvo que hacer ella, las autoridades de la Fiscalí­a General del estado en ese entonces se preocuparon por su ser amado.

Le cambiaron el MP en numerosas ocasiones y cuando que vení­a el nuevo, le preguntaban lo mismo y todo se debí­a construir desde las bases.

Nunca hubo un avance real en las investigaciones por el caso de Manolo.

Hasta ahora ella desconoce el posible móvil por el cual su muchacho cayó en manos de los autores de las matanzas de Colinas de Santa Fe, pese a que le ha dado vueltas al tema, no se lo explica.

"Yo no sé si tení­a problemas con alguien más, si era así­, esperaba que me lo dijeran y que se arreglara, pero no que le hicieran eso" contó.

Durante estos cuatro años, en la búsqueda, Cynthia Llinas recorrió penales, fosas clandestinas, paleó agujeros, desbrozó la maleza, luchó contra autoridades corruptas, y sobre todo, enfrentó el sentimiento de abandono y resignación a pensar que su hijo habí­a sido asesinado.

Incluso tuvo noticias de un sujeto que un dí­a le contó que Manolo se encontraba vivo, posiblemente trabajando forzadamente en algún punto indeterminado del paí­s, pero sólo la engañaron.

En algún momento viajó a Coahuila, "me dijeron que ahí­ estaba, pero no, era un chico muy parecido a él".

Ahora -relata- le queda buscar resignación y apoyarse en sus amigas de batalla, madres con el mismo dolor, a quienes ha conocido en el largo camino a las fosas de la muerte. Al bordo de cada una de ellas, el abrazo y las frases cariñosas que sólo entre mujeres que son madre se logran entender en su más amplia.