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Jueves 11 enero, 2018

Los trece huérfanos de Bermúdez

•Se cumplen cinco años de la desaparición de ocho elementos de la Policía Municipal de Úrsulo Galván

•No hay resultados en las investigaciones efectuadas por la Fiscalía y tampoco se han tomado en cuenta datos de otros casos

•La CEDH emitió una recomendación para exigir que las madres y esposas de los gendarmes sean indemnizadas, pero la Secretaría de Seguridad ha incumplido

•En medio de ese drama, 13 hijos crecen sin sus padres en un pueblo que fue asolado por la violencia y la indiferencia del duartismo/Por IGNACIO CARVAJAL

  • En 2013, ocho policías municipales de Úrsulo Galván desaparecieron/Cuartoscuro

  • En 2013 familiares de policías desaparecidos se manifestaron/Cuartoscuro

Por calles de una colonia popular de Cardel corretea y camina "Martí­n", un pequeñito de cuatro años de edad que constantemente busca a su abuela, "Marcela", para pedirle referencias de su padre, a quien no conoce.

"Abue, dime cómo es mi papá, cuéntame de él" me pregunta, yo le digo que mi amor, mi hijo, su papi, está lejos, trabajando. Pero él me dice "no es cierto… yo no tengo papá" relata Marcela.

Martí­n -nombre ficticio- es parte de los 13 niños que crecen sin padre en diversas colonias y pueblos de Úrsulo Galván desde hace cinco años, hijos de los ocho policí­as desaparecidos el 11 de enero de 2013 en la localidad de El Arenal, Úrsulo Galván, durante el auge del Duartismo y el reino del terror implantado por el Capitán Tormenta.

Agustí­n Rivera Bonastre, Juan Carlos Montero Parra, Samuel Montiel Perdomo, Guillermo Torres Perdomo, Alejandro Báez Hernández, Javier Araus Molina, Luis Alberto Valenzuela González y Aureliano Sánchez Tonil, eran elementos de la municipal de Galván cuando cayeron en manos de elementos de la SSP quienes les arrastraron al limbo.

Y mientras Arturo Bermúdez pasa los dí­as en Pacho Viejo, esos 13 chicos y chicas, algunos ya en la adolescencia, viven en los ocho hogares que se quedaron sin jefe de familia, y cuyas madres han debido aprender a trabajar con la finalidad de llevar sustento al hogar y a palear en la fosa colectiva de Colinas de Santa Fe, buscando a los padres de esos niños y a otros desaparecidos.

El dí­a de los hechos, los ocho recorrí­an poblados cerca de la cabecera, y para antes del almuerzo, resultaron interceptados por personal de la Secretarí­a de Seguridad Pública (SSP).

Patrullas del Grupo Tají­n -un cuerpo de policí­a de élite creado por Arturo Bermúdez, y que está implicado en numerosos abusos de autoridad- detuvieron la unidad de la municipal para una supuesta revisión del armamento, pero posteriormente sometieron a los oficiales y se los llevaron. Desde entonces no se sabe nada de ellos.

Dí­as después la patrulla apareció quemada en Vega de Ala Torre, a unos 150 kilómetros al norte del estado.

Ello consta en la recomendación 03/2017 de la Comisión Estatal de los Derechos Humanos (CEDH), donde se catalogó como una desaparición forzada.

Desde entonces, esposas y madres de los oficiales desaparecidos luchan contracorriente para empujar los expedientes alertargados en la Fiscalí­a General del estado, y en los que el fiscal para desaparecidos, Luis Coronel, no da una.

Las esposas y madres se sumaron al colectivo Solecito de Veracruz, con una representación en la vecina ciudad de Cardel.

Desde entonces han visto la identificación de unos 12 restos desaparecidos localizados en la fosa de Colinas de Santa Fe -en donde ellas también han participado buscando-, pero de sus policí­as, nada.

En tanto, los hijos crecen sin padre, y ellas ven como dí­a a dí­a crecen y se hacen conscientes, sin tener idea siquiera de lo ocurrido con sus progenitores, temiendo el dí­a de decirles la verdad.

¿Enseñan en la escuela a decirle a personitas como esos niños, algún método para hacer menos dolorosa la realidad?, se preguntan. Que pasan los años y los hijo toman consciencia. Que el dolor del ausente se puede compartir. No, concluyen.

"De pronto ya no sabes que decirles o cómo manejarlo y debes luchar contra el dolor de la ausencia del ser amado y en tratar de no lastimar el corazón del niño", relata otra de las protagonistas de la historia.

Desde el anonimato, porque han sido blanco de diversas agresiones, las esposas y madres de los policí­as abren el corazón en la ví­spera de la fecha marcada, pero esta vez ya son cinco años, y como nunca, se siente el dolor al notar el desarrollo de esos párvulos y el paso de una etapa más en la vida, y ellos, solos, sin el papá, y las madres luchando entre la arena con sangre, los moscos y el calor en Colinas de Santa Fe, ante funcionarios indolentes y de poca empatí­a.

Martí­n, por ejemplo, ya va al jardí­n de niños, donde a diario ve a niñitos de su grupo llegar con sus papás, y como se llenan de alegrí­a y él se queda con su corazoncito apachurrado.

Pero cuando se dio todo, su abuela, Marcela, se mostró valiente, y pospuso los preparativos de la boda de su muchacho, y con otras personas, marchó a cerrar una calle en la cabecera para reclamar que buscaran a sus uniformados, pues desde entonces, hubo indiferencia.

La CEDH en ese entonces representada por Lorena Mendoza, ni si quiera tomó nota de la queja presentada contra los oficiales de la SSP, mandó el caso a la basura quien ahora es la titular de la Comisión Estatal de Protección a Ví­ctimas, acusan.

Ahora lo dicen, pero en los primeros meses, y casi durante todo el duartismo, era sentencia de muerte resaltar que los polis de Galván habí­an sido ví­ctimas de otros gendarmes. "Policí­as malos", cuentan los niños en las calles de Galván y Cardel al rememorar el hecho que ha marcado a estos pueblos asolados por el desempleo y la migración.

"Hay veces que quisiéramos contarles, explicarles que sus papás desaparecieron y tal vez nunca regresen porque cayeron en manos de gente mala", expresa otra de las madres, sin embargo, hasta ahora, nadie les ha venido a prepararlas a cómo manejar este tipo de temas con los hijos.

Las esposas y madres de esos ocho policí­as antes ni si quiera se conocí­an.

A raí­z de la tragedia, han formado lazos de solidaridad y hermandad y es común verlas organizando actividades para sacar algún apoyo económico.

"Desde que esto pasó, tuve que aprender a salir adelante, tomé cursos y ahora puse mi negocio propio, de casa en casa, ofrezco un servicio y con eso me la llevo", dice otra, pues la pensión que les dan en el municipio es pequeñita.

Aunque la CEDH ordenó indemnizar a esos ocho hogares, la SSP no lo ha hecho y la recomendación fue aceptada de manera parcial.

También se ordenó pagar gastos efectuados por los familiares en los dí­as de la búsqueda, atención sicológica, etc, sin respuesta al momento.

En el municipio tampoco les hicieron valer que el incidente se dio en horas de trabajo, y no apoyan.

"Su padre era su gran amigo, les gustaba jugar mucho, se iban al campo de pelota y practicaban", cuenta otra esposa, cuyo hijo contaba con unos cuatro años cuando "eso" pasó. Desde entonces el chico ha encontrado en el deporte una válvula de escape.

Marcela acaricia y carga a su pequeño amor, ella es su abuela y le ama, aunque las manos de Marcela no son suaves y tersas, lucen callosas por el uso de la pala, la varilla y el pico para sacar tierra de la fosas de Colinas de Santa Fe, donde hurgan tratando de desenterrar al mayor número de ví­ctimas. Ya casi suman 300 los cráneos rescatados, según datos del Solecito.

En el caso de los oficiales de Galván, dicen las afectadas, ha sido tan indiferente ante las autoridades del gobierno de Duarte como el actual, pues no se ha indagado la declaración de Obed Pulido Murrieta, El Cocho, y Roberto Lewis Martí­nez, El Lewis, quienes están en la cárcel y sentenciados por el secuestro y homicidio Pedro Huesca, ex MP del Veracruz Seguro desaparecido por elementos de la SSP auxiliados por los citados arriba, y quienes en sus declaraciones aportan detalles sobre el destino de esos ocho jení­zaros.

Esos sujetos también dan numerosos nombres de servidores públicos y ex servidores públicos enrolados en la ola violenta responsable de la desaparición de docenas de personas en Cardel y pueblos vecinos entre 2011 y 2014.

Marcela espera que al cumplirse cinco años, comience una nueva etapa para los policí­as de Galván y descansar. Es un anhelo que espera llegue pronto, como cuando en medio de las tristeza por la pérdida de su hijo policí­a, llegó la noticia del arribo de Martí­n, quien se desarrollaba en el vientre de su mamá mientras ocurrí­a la desaparición forzada de su padre y siete policí­as más. Se quitaron a uno pero le mandaron otro, y de ese amor abreva diario Marcela para no desfallecer.


1 comentario(s)

11 Ene, 2018 - 10:58
Gracias infinitas por no permitir que entierren en el olvido a los policías de ursulo galva

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