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Diario de un reportero
Sábado 06 enero, 2018

Historia de la CNC en Veracruz

Enconadas luchas agrarias
•Campesinos pobres y jodidos


DOMINGO
Luchas imborrables en Veracruz




En aquel tiempo, en la década de 1920, la efervescencia social alcanzó su dimensión estelar en Veracruz, como nunca antes y como nunca después.
En las calles y en los poblados, por ejemplo, se cantaba la “Internacional Socialista”.
Los campesinos y los obreros sublevados desfilaban en las marchas iracundas con fotografías de Lenin, León Trostky y Bakunin, los grandes luchadores de Rusia, figuras simbólicas para el ascenso de los campesinos al poder.
Herón Proal, el gran líder inquilinario, mató a un obrero sólo porque lo acusó de robarse los fondos sindicales.
Los líderes agrarios (Úrsulo Galván, José Cardel, Carolino Anaya, Manuel Almanza, Manuel Díaz Ramírez, Sóstenes Blanco, Antonio Ballezo, Epigmenio H. Ocampo, Antonio Echegaray y José Fernández Oca, entre otros) fundaban el Partido...

Luis Velázquez

Comunista en Veracruz, al mismo tiempo que se organizaban para enfrentar a las guardias blancas (asesinos a sueldo) de los hacendados, los ricos entre los ricos, los dueños de la tierra.
Los gobernadores Adalberto Tejeda y Cándido Aguilar aceptaban sin chistar la libertad de todos ellos, comunistas puros, para organizarse.
Aquel tiempo terminó con la fundación de la Liga de Comunidades Agrarias y que cada 6 de enero alcanza su plenitud conmemorando la expedición de la ley agraria de 1915 por Venustiano Carranza y con lo que Veracruz se convirtió “en la cuna de la reforma agraria”.

LUNES
Asesinados 40 mil campesinos


El cacique de la hacienda de Almolonga, en Naolinco, Manuel Parra (“Señores de horca y cuchillo” les llamaban en el siglo pasado) integró el más grande y terrible y cruel y bárbaro ejército de pistoleros al servicio de los latifundistas de la época.
Según el historiador José Velasco Toro, el número de campesinos asesinados por los sicarios de Manuel Parra fue de cuarenta mil.
Pero según el cronista de Tlapacoyan, Alfonso Diez Garcí­a, fueron más de diez mil.
Incluso, el 25 de junio de 1936, los pistoleros de Manuel Parra, la banda conocida como “La mano negra”, asesinaron en el café “Tacuba” de la Ciudad de México al gobernador electo de Veracruz, Manlio Fabio Altamirano, frente a su esposa, Bertha Bracamontes Descombes y unos amigos, con quienes tomaban cafecito.
El crimen aquel permitió que Miguel Alemán Valdés se convirtiera de senador de la república en uno de los 75 gobernadores que han caminado por el palacio principal de gobierno de Xalapa.
Manuel Parra era amigo, socio, aliado y cómplice, entre otros, de Manuel y Maximino ívila Camacho, los grandes caciques de Teziutlán, Puebla, y de Gonzalo Vázquez Vela, Jorge Cerdán y Heriberto Jara, los tres gobernadores de Veracruz.

MARTES
Un pueblo subversivo


En 1923, el pueblo donde Manuel Doblado, a nombre de Benito Juárez, habí­a firmado “Los tratados de Soledad”, Soledad de Doblado, se convirtió en el principal foco subversivo de la Confederación Nacional de Trabajadores, CGT, ligada al más ferviente y ardoroso comunismo.
Su lí­der fue José Marí­a Caracas, un antiguo tabacalero que en 1879 habí­a organizado una huelga y que años después aglutinaba a los campesinos de la región alrededor del sueño comunista, a tal grado que formaron doscientos grupos rurales listos para dar la vida en lucha con los terratenientes y sicarios.
Compartí­a honores con Úrsulo Galván y José Cardel y que luego se dividieran, porque unos apostaban, digamos, a la lucha pací­fica, y otros, a la subversión.
Incluso, en Soledad de Doblado se efectuó un gran congreso campesino para definirse por el anarcosindicalismo.
Con todos ellos, el gobernador Adalberto Tejeda, 1920/1924, formarí­a la Liga de Comunidades Agrarias.

MIÉRCOLES
Cortesanas incendiaron colchones


Entonces, los campesinos y los obreros y la población civil eran un solo “haz de voluntades”.
Por ejemplo, al grupo de lí­deres agrarios se unió Herón Proal, el sastre jarocho que luchaba en el movimiento inquilinario en contra de los casatenientes urbanos que cada rato aumentan la renta de los cuartos en los patios de vecindad.
Aquella resistencia pací­fica fue tan intensa que se tradujo en violencia con tanta simpatí­a popular que las trabajadoras sexuales, quienes viví­an y despachaban en patios de vecindad, sacaron los colchones del deseo, el sexo y el amor a la ví­a pública y les prendieron fuego.
Ellas mismas se plantaron frente a las mazmorras del penal de Allende logrando la libertad de Herón Proal, quien en dos ocasiones fuera detenido.
La utopí­a campesina incluí­a, por un lado, fraccionar los latifundios y desarrollar la pequeña propiedad y crear centros de población agrí­cola (José Velasco Toro), y por el otro, la gran batalla inquilinaria.

JUEVES
La Liga se fragmentó…


Hacia 1930, la Liga de Comunidades Agrarias se dividió en la Liga Blanca y la Liga Roja.
En la Liga Blanca, que acusaba de comunistas a los tejedistas (los partidarios del gobernador Adalberto Tejeda) eran comandados por el lí­der agrario, Sóstenes Blanco, quien antes de meterse a la lucha vendí­a verduras en un mercado en su pueblo.
Y en la Liga Roja estaba al frente el dirigente campesino, Carolino Anaya, y quien fuera asesinado por los sicarios de “La mano negra” de Manuel Parra.
Entonces vino la represión antiagrarista con la amenaza, el terror y el crimen de sus dirigentes.
En 1934, el presidente Abelardo L. Rodrí­guez, el dueño de prostí­bulos en la frontera norte, ordenó el desarme de las milicias campesinas favoreciendo a los latifundistas.
También ordenó retirar el apoyo económico a los lí­deres campesinos de Adalberto Tejeda.
Los latifundistas se organizaron para frenar la acción agraria de Adalberto Tejeda y Cándido Aguilar.
En 1938, la Liga de Comunidades Agrarias se afilió a la Confederación Nacional Campesina, la CNC, y las enconadas luchas agrarias se tradujeron en la más espantosa disciplina institucional.
Desde entonces, la lucha se tradujo en la rebatinga por los cargos públicos, el billete fácil y los negocios lí­citos e ilí­citos.

VIERNES
Campesinos pobres y jodidos


En 1915, Venustiano Carranza, asentada la presidencia de la república en el puerto de Veracruz (igual que con Benito Juárez), dictó la ley agraria todas las tardes a su secretario particular, uno y otro jineteando en sus caballos preferidos paseando en Playa Norte, pues el viejito barbón se inspiraba mirando el Golfo de México y admirando a las gaviotas zambulléndose en la bahí­a.
Ciento tres años después el resultado es desastroso:
Uno. Nueve de cada diez indí­genas y campesinos en la pobreza, la miseria y la jodidez, ya ni se diga ví­ctimas de la terrible y espantosa desigualdad social.
Dos. Las mujeres y los hombres migrando a los campos de concentración del Valle de San Quintí­n y Estados Unidos.
Tres. Nueve de cada diez indí­genas y campesinos de Veracruz de la tercera edad, sin seguridad social, en tanto sus nietos quedan dormidos en el salón de clases dada la anemia que padecen, pues con frecuencia van a la escuela sin desayunar, y/o en todo caso, con un cafecito y un pancito, todos los dí­as, de desayuno.
Cuatro. La más alta deserción escolar se da en las regiones rurales de Veracruz pues los niños son mano de obra que los padres llevan al corte del café, los cí­tricos y la caña de azúcar.
Y cinco. Los lí­deres campesinos en la rebatinga buscando cargos públicos, en tanto las SEDESOL estatal y federal compiten por la entrega de las raquí­ticas despensas alimenticias para ganar clientela electoral.


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