Su hija estará feliz, porque podrá, digamos, comprar un nuevo avión para seguir paseando a su mascota en el cielo de México.
El hijo será más feliz, porque de regalo de fin de año bien podrí­a darle un nuevo Ferrari, como el que obsequiara cuando su cumpleaños.
La familia y los parientes serán más felices, porque en su yate podrán navegar en el resto del mundo.
Nunca nadie ha servido (y servirá) durante tanto tiempo al régimen priista.
Si acaso, claro, el campeón de campeones, Fidel Velázquez Sánchez, el tlatoani que fuera de la CTM y cuya longevidad se prolongó respirando los vientos del poder.
Del México del “paí­s de un solo hombre”, Carlos Salinas quien lo entronizara en el poder, al México de la pluralidad, donde dos panistas fueron presidentes de la república (Vicente Fox y Felipe Calderón) y una vez más está en chino que el tricolor gane Los Pinos con José Antonio Meade.
Romero Deschamps, sirviendo a todos ellos, con un gremio que ahora es plural, de tal manera que de aquel voto duro, ultra contra súper amarrado de los petroleros a favor del tricolor, nada queda.
Más que el descrédito y la deshonra.

En Veracruz, los discí­pulos y fans de Romero Deschamps son los siguientes, entre otros:
Uno: Ví­ctor Flores Morales. Veinte años dueño del sindicato ferrocarrilero.
Dos: Pascual Lagunes Ochoa. Veinticuatro años dueño del sindicato de TAMSA, la fábrica que exporta tubos de acero sin costura a Rusia.
Tres: Enrique Levet Gorozpe. Veinte años dirigente del FESAPAUV, que aglutina a siete mil académicos de la Universidad Veracruzana y unos seis, siete, ocho años de la Contu, que tiene afiliados a los profes de las universidades públicas de la nación.
Cuatro: Juan Nicolás Callejas Roldán, diputado local. Con su padre, Juan Nicolás Callejas Arroyo, qepd, suman treinta y tres años dueños de la sección 32 del SNTE.
Cinco: Nino Baxin, oaxaqueño de origen, propietario único y absoluto desde hace veinte años del sindicato de trabajadores de la limpia pública en el Ayuntamiento de Veracruz.
Seis: Estela Fentanes, dueña desde hace veintidós años del sindicato del Ayuntamiento jarocho.
Siete. Ricardo Ditz Herlindo. Veinte años dueño de un sindicato magisterial.
Ocho. Acela Serví­n. Treinta y dos años propietaria de otro sindicato magisterial.
Nueve. Luisa íngela Soto, diputada local, quince años dueña del sindicato de la secretarí­a de Salud de Veracruz.
Diez. Ramón Hernández Toledo, dueño de la sección 11 del sindicato petrolero, con sede en Nanchital, la más grande del paí­s, con más de veinte años imponiendo alcaldes, sí­ndicos y regidores. Su hijo Felipe Hernández, regidor en el Ayuntamiento de Coatzacoalcos, y su esposa, íngela Pulido Guerrero, suplente de Marcelo Montiel y alcaldesa por unos meses.
Once. Jorge Wade González, dueño de la sección diez de petroleros con sede en Minatitlán, más de 15 años en el trono. Su hijo, Saúl Wade, tesorero en el Ayuntamiento, y ahora Regidor electo. Mansiones en Puebla. Jorge Wade pretendió imponer a su esposa, Reyna Isabel León Cheluja, como candidata a la alcaldí­a.
Doce. Gersáin Hidalgo Cruz, desde hace 15 años dueño del sindicato de burócratas en Coatzacoalcos. Regidor, que es ahora y llegara por Nueva Alianza.
Trece. Andrés Santos Scandon, lí­der de los burócratas de Minatitlán desde hace veinte años. Treinta familiares, con sueldos de más de treinta mil pesos en la nómina municipal.

CASCAJO: De todos quizá a quien más, mucho más le ha ido súper bien es a Pascual Lagunes Ochoa, con todo y que ahora esté en la mira de la yunicidad.
Según su homólogo y discí­pulo, Enrique Levet, Lagunes Ochoa posee, entre otros bienes materiales, los siguientes:
A: 800 hectáreas de terreno en los estados de Veracruz y Campeche.
B: Mil cabezas de ganado.
C: Seis caballos de carrera, de los cuales 4 juegan en el Hipódromo de Las Américas.
Y cuando la vida, el tiempo y la salud se lo permite… viaja (solí­a viajar) a la Ciudad de México para sentirse “en la plenitud del pinche poder” mirando con catalejos correr a sus caballos.
Y cuando los vientos eran adversos, entonces, se iba a los casinos jarochos para mirarlos y admirarlos y apostar, claro.
Le estarí­a faltando un yate y un avión para sentirse como Carlos Romero Deschamps.
Pero Deschamps lleva 25 años en el poder y Lagunes Ochoa veinticuatro, muchas esperanzas tiene por delante.

RODAPIÉ: Impuesto por el presidente Carlos Salinas de Gortari, nunca Fox ni Felipe Calderón se atrevieron a tocar a Carlos Romero.
Ahora, sigue manejando treinta y seis secciones petroleras y que aglutinan a cien mil trabajadores.
Antes que Romero, el profe Sebastián Guzmán Cabrera fue ungido jefe máximo, también, por Carlos Salinas.
Y antes, Joaquí­n “La Quina” Hernández Galicia, el legendario dirigente destronado por Salinas en represalia a que entregó el voto del gremio a favor de Cuauhtémoc Cárdenas como candidato presidencial.
El caso de corrupción polí­tica electoral más grande del que Romero Deschamps y su tesorero, Ricardo Aldana, su yerno, fueran acusados, sucedió cuando del millonario desví­o de recursos de Pemex en la campaña presidencial de Francisco Labastida Ochoa.
Entonces, el presidente del CEN del PRI era Roberto Madrazo Pintado y el director jurí­dico, Miguel íngel Yunes Linares, y quien litigara el asunto y lo ganara.
Romero Deschamps, Ricardo Aldana y Yunes trabaron una amistad que todaví­a perdura.
El secretario de Trabajo y Previsión Social de Enrique Peña Nieto, Alfonso Navarrete Prida, estuvo en la asamblea sindical en que Romero fue reelegido y a nombre del gobierno federal se complació.
El petrolero es el lí­der sindical que “acumula más demandas en la Procuradurí­a General de la República, PGR, (La Jornada, Patricia Muñoz, 12 de diciembre, 2017), pero, bueno, es intocable.
La Gran Alianza Nacional Petrolera ha denunciado que a través de los lí­deres de las secciones 24, 15 y 40, Romero Deschamps “controla gasoductos y oleoductos donde ocurre el millonario robo de gasolina y las autoridades lo saben”, y quedan calladas.
Gracias a ellos, dijo Alfonso Navarrete a nombre de Peña Nieto, se ha “formado un México productivo y más competitivo” (Con información del reportero Ignacio Carvajal Garcí­a).