Hondureño torturado por Zetas
•Y no obstante, nada frenó la necesidad de Donis Armando de trabajar en EU y ver si podía sacar de la pobreza a la familia
•“La última vez que hablé con él fue antes de que pagáramos los mil dólares a un pollero” cuenta su señora madre en la caravana de centroamericanas
•Desde aquel viernes de noviembre del año 2012, ninguna palabra, ninguna pista, más que el dolor y el sufrimiento humano
•“Se había cansado de no tener un buen trabajo” y partió al país vecino atrás del sueño/ Por ISRAEL HERNÁNDEZ, enviado especial
Comitán de Domínguez, Chiapas.- Una deportación desde Texas en 2010 y una sesión de tortura a manos del cártel de los Zetas en 2011 no fueron suficientes para acabar con el anhelo de Tony Armando Martínez Gutiérrez por trabajar en Estados Unidos y sacar de la pobreza a su familia.
El muchacho originario de Nacaome, Honduras, sabía que el tercer intento por quedarse allá era el definitivo. La convicción de cruzar al país norteamericano y los sueños de una vida mejor para sus dos hermanos y su madre terminaron el día en que perdió comunicación a causa de una supuesta huida del rancho donde los traficantes lo tenían antes de pasar la frontera.
“La última vez que hablé con él fue un viernes de noviembre de 2012, antes de que pagáramos los mil dólares que nos pidió la persona que lo iba a cruzar. Él ya estaba en Reynosa cuando me dijo que lo tenían sin comer y en un rancho con otros migrantes. Desde casa le dije que tuviera fuerzas y aguantara, que namás pagáramos se iba para Estados Unidos”, cuenta Edit Gutiérrez, la madre.
A partir de aquel viernes, nunca más hubo noticias de Tony Armando. Llegado el lunes, con el pago realizado, el traficante a cargo del grupo, conocido como Lalo, se limitó a decir que el joven hondureño había escapado junto a dos migrantes salvadoreños.
Edit Gutiérrez buscó a René, el sujeto que sirvió como el primer enlace en el departamento hondureño de Valle y a quien pagaron mil 500 dólares. El traficante local se excusó en que su trabajó había terminado en el momento en que Tony Armando fue llevado a la frontera y secundó la versión del escape.
Además de pedir a la madre que confiara en su trabajo, René también sugirió que tuviera cuidado: Lalo, el guatemalteco que tenía la encomienda de llevarlo a Texas, trabajaba para el Cártel del Golfo.
“No sabía qué pensar, lo único que tenía era mucha preocupación. Me pareció muy raro que se hubiera escapado, sobre todo si ya había llegado hasta allá”, recuerda Edit, una de las 50 madres que desde el pasado viernes 1 de diciembre recorren México en busca de sus familiares.
Y más cuando en 2010, en un primer intento por residir en Estados Unidos, el centroamericano no pudo escapar a la policía texana. Tampoco pudo librarse un año después, cuando en Coahuila un grupo de sujetos que trabajaban para Los Zetas lo sometieron a golpes y tortura, a los que sobrevivió de milagro.
Una juventud en el campo
-¿Qué motivó a Tony a salir de casa? ¿Por qué no se rindió?- pregunto a Edit mientras conversamos en un patio de Comitán de Domínguez.
-Se había cansado de no tener un buen trabajo. Mi hijo allá se dedicaba al campo y eso no alcanzaba. Además porque vio que uno de sus hermanos sí pudo llegar a Estados Unidos. Tenía muchas ganas de estar allá.
Si Edit se volviera a encontrar a Tony Armando, frente a ella ya no tendría al impetuoso muchacho de 24 años. Ahora conversaría con un hombre reflexivo cercano a los 30, con unas arrugas de por medio y quizá un par de kilos más, apenas visibles en la corpulencia que supera el metro con 80 centímetros.
Lo único intacto que encontraría serían aquella cicatriz derivada de la extracción de la apéndice y uno de los dedos de la mano izquierda con una peculiar curvatura: cuando era adolescente levantó con tanta fuerza una pila de leña que se rebanó parte del dedo medio. Entre sus hermanos le acomodaron el hueso, pero no pudieron reponerle la piel y la extremidad quedó chueca.
“Allá no hay otra mas que trabajar en el campo, en la siembra de maíz o en lo que se pueda ayudar. Esa era su principal queja de estar allá y quería que todos estuviéramos mejor”, precisa.
Hasta encontrarlo
La edición 2017 de la Caravana de Madres Centroamericanas es la segunda en la que participa Edit Gutiérrez. En el 2015 también se montó al autobús de la esperanza en busca de Tony Armando, sin tener éxito.
Ella es consciente de que su hijo perdió el rastro en una de las regiones más peligrosas de México para los migrantes. Ha escuchado sobre las violentas historias que se tejen en torno a los cárteles y al terrible delito de la desaparición forzada. Pero ella también es fuerte y perseverante.
“Aquí estoy por él, por el amor que le tengo y que él le tiene a su familia. Vendré aquí las veces que sea necesario” sostiene.