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Martes 21 noviembre, 2017

Anunciada debacle roja

•Viejitos soñadores
•Democratizar, ajá, al PRI

Uno. Viejitos utópicos

A los 70 años de edad, Ricardo Olivares Pineda, académico jubilado de la Universidad Veracruzana, encabeza un movimiento democrático en el PRI, dice, con un montón de viejitos soñadores, priistas históricos, y que entre unos cuantos de ellos se acumulan unos 500 años, los mismos que en

Luis Velázquez

dos años celebrará el puerto jarocho con la fundación de Veracruz.
Entre ellos, Manuel Ramos Gurrión, Eduardo Thomae Domí­nguez, Marcos López Mora, Arturo Nájera Fuentes y Joel Hurtado Ramón.
Ellos, de pronto, miraron la avasallante realidad adversa en el partido tricolor, cuando en la elección de presidentes municipales el 4 de junio, sólo ganaran 40 alcaldí­as en alianza con otros partidos como el PVEM, pero…
Pero resulta que de los 40 municipios, el PRI, solito, únicamente ganó en tres municipios, como son Comapa, Jilotepec y Tepatlaxco.
Y significó, claro, más que una derrota electoral, el derrumbe total y absoluto, después de que en 1997, el presidente del CDE del PRI, Miguel íngel Yunes Linares perdió 107 (ciento siete) alcaldí­as.
Por eso, dice Olivares, y cuando las elites rojas están azorrilladas y arrodilladas ante el Yunes azul, unos presos, otros prófugos de la justicia y otros más con denuncias penales, “los únicos locos somos nosotros, porque no tenemos ”˜cola”™ que nos pisen”.
Y como siempre, se echa la carcajada estruendosa que repica en la mesa del café y llama la atención de las mujeres.

Dos. El demócrata histórico

A los 24, 25 años, Olivares fue secretario particular del poderoso, poderosí­simo subsecretario de Gobierno de Rafael Murillo Vidal, Manuel Carbonell de la Hoz, y quien durante 72 horas fue el candidato priista a la gubernatura “dedeado” por el presidente Luis Echeverrí­a ílvarez y derrumbado por Jesús Reyes Heroles, el lí­der nacional del partido tricolor.
En aquel tiempo, Ricardo Olivares era el secretario de Finanzas y Planeación de Carbonell y a él le tocaba repartir el embute mensual a los jóvenes polí­ticos y lí­deres estudiantiles de la Universidad Veracruzana y Enseñanza Media, pues así­ su jefe fue construyendo la candidatura a la silla embrujada del palacio de Xalapa.
Casi medio siglo después, se mantuvo, y por fortuna, como académico en la UV y aun cuando ocupó uno que otro cargo público siempre fue con bajo perfil, ideólogo como es.
Su más alta responsabilidad fue como subsecretario de Desarrollo Agropecuario en el sexenio de Miguel Alemán Velasco, cuando su jefe era el médico y campesino piñero, Ramón Ferrari Pardiño, por cierto, acusado de desví­o de recursos por la yunicidad y prófugo de la justicia, dicen sus amigos.
Olivares Pineda tuvo a su cargo el Fondo Veracruzano de Fomento Agropecuario y que manejaba dos mil millones de pesos federales anuales y en cuya distribución nunca, jamás, existió el diezmo ni el quince, cuando, caray, con Javier Duarte, Ferrari en la SEDARPA por segunda ocasión, pedí­an hasta el 50 por ciento de diezmo.
Ahora, a los 70 años de edad Olivares Pineda es más demócrata que nunca.

Tres. Traidores en el PRI

Con sus propios recursos, y con toda la austeridad del mundo, camina Veracruz, soñando con un PRI sin Renato Alarcón como presidente y sin Lorena Martí­nez como delegada del CEN, pues ambos descarrilaron al partido en la elección municipal.
Hay un priismo, dice, molesto, enojado, decepcionado y encabritado, porque los dos hicieron a un lado a la militancia y a los dirigentes locales.
Pero además, irritado, porque los caciques tradicionales del PRI, beneficiados con cargos públicos y enriquecidos con canonjí­as y privilegios, traicionaron al partido en los comicios de ediles, sin que ni el presidente ni la delegada asestaran el manotazo.
Cita, por ejemplo, el caso del cacique Mario Zepahua, de la sierra de Zongolica, cuya hija, la diputada federal, Lilian Zepahua, fue nombrada secretaria General del CDE, y que operara con todo (recursos, autobuses de su lí­nea de pasajeros, las “Adelitas”, y con su gente) a favor del candidato del PAN, sumido y tirado al piso ante el gobierno panista.
Por eso, dice, en la marcha de la dignidad priista en que andan metidos se reúnen con la militancia descontenta, haciendo a un lado a las elites convencionales, como por ejemplo, dice, “Los Chopos, los Raúles Dí­az y los Marlon y los Gudiño” jarochos, para citar, digamos, una referencia.

Cuatro. Debacle anunciada

Economista, habituado a mirar el bosque mucho más allá del árbol, encarnado en el topo de Carlos Marx que siempre merodea por debajo de la tierra y sólo se asoma de vez en vez para calibrar el tiempo (el tiempo social, el tiempo polí­tico, el tiempo económico), Olivares dice que siguen esperando que el CEN de Enrique Ochoa Reza enví­e a un nuevo delegado, libre y al margen de los grupos rojos de Veracruz.
Y mientras, continúan reuniéndose con los inconformes, pues de lo contrario, está seguro de que la debacle del PRI el año entrante con la elección de diputados locales y federales, senadores, presidente de la república y gobernador, sobre todo, será el Dí­a del Juicio Final.
Dice:
“Renato Alarcón no sale. Está escondido. ¡Pobre! Se le fue Regina Vázquez, la secretaria General. Se le fue Basilio Picazo, el cacique de Papantla. Y los dos se le fueron al PAN. En Zongolica, todos están en contra de Mario Zepahua.
Y de ñapa, Renato está cercado por los grupos de poder polí­tico y que obedecen a sus jefes, entre ellos, Héctor Yunes Landa”.
En el PRI, dice, hay espantosa inmovilidad. Y nosotros somos los Quijotes.
Y otra vez, la carcajada batiente que ya tení­a a los 24, 25 años y que tanto hací­a sonreí­r a Carbonell, tan mesurado y cerebral que era.
En los 3 dí­as que Carbonell fue candidato a gobernador, Ricardo Olivares se miró secretario General de Gobierno.
“Mí­nimo”, decí­a, a las 2, 3 de la madrugada cuando la audiencia todaví­a estaba repleta y las secretarias tan frescas como recién bañaditas.


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