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Jueves 13 julio, 2017

Sangre frí­a de Pepe Yunes

•Un polí­tico mesurado •Lucecita en el túnel

Uno. Una lucecita en el túnel

En medio del lodazal de la corrupción polí­tica, la biografí­a del senador Pepe Yunes Zorrilla significa una lucecita en el largo y extenso túnel de las pillerí­as y trastupijes.

Luis Velázquez

Además, con una congruencia de por vida desde cuando, por ejemplo, iniciara en la administración pública como presidente municipal de Perote.
Entonces, y para precisar su honradez, en aquel trienio su padre, don José Yunes Suárez, dueño de una calera, dejó de vender cal en el pueblo y casi casi en la región, para evitar así­, por todos lados, lo que ahora se llama tráfico de influencias y conflicto de intereses.
Nunca en su vida “ha metido la mano al cajón” ni “ordeñado las vacas”, más que las vacas, digamos, del rancho “San Julián”.
Tampoco ha permitido que los suyos saqueen las arcas.
Ni menos, prestarse a corruptelas cuando fuera diputado local y federal.
Ni cuando se desempeñara como presidente del CDE del PRI, subastando, digamos, las presidencias municipales del tricolor y/o los comités seccionales.
Más aún:
En los casi cinco años como senador de la república ha cabildeado más de cinco mil millones de pesos de recursos federales para los alcaldes y grupos de productores y en todos los casos, la entrega de los fondos ha sido en forma directa, sin intermediarios, y sin, claro, la llamada “Operación licuadora”.
Fue educado con principios y valores, ideas e ideales, y así­ continúa, y por eso, jamás ha sido acusado de pillerí­as, con todo y que en algunos cargos públicos ha manejado recursos oficiales.
Sereno y reposado, polí­tico mesurado y discreto, también ha asestado un manotazo cuando ha sido necesario.
Así­, con su forma de ser, respetuoso de los demás y de la dignidad y los derechos humanos, la vida le ha funcionado.
Y tal cual continúa, seguro de que nada en la vida es más enaltecedor que el profundo, inalterable, respeto a cada quien.

Dos. Filosofí­a de vida

Hay militantes y elites priistas que desearí­an mirar en Pepe Yunes a un polí­tico con el mismo estilo de ejercer el poder y gobernar, por ejemplo, que los ex primos, Héctor Yunes Landa y Miguel íngel Yunes Linares.
Es decir, más que bragados (que también es Yunes Zorrilla), fajador de cantina y peleador callejero, bravo y bravucón, movido en los resortes públicos por el hí­gado, incluso, y hasta por el sexo si fuera tal.
Pero…, desde que fuera alcalde en Perote, su padre se lo dijo en un momento estelar, imborrable para él, cuando tuviera un rozón con alguna persona y se agarraran a madrazo limpio.
“Tú has de resolver las diferencias a partir del diálogo y los acuerdos, y yo los resuelve a base de guamazos” dijo el padre al hijo.
Pepe Yunes aprendió la lección y desde entonces, hacia la edad de 26, 27 años, moderó el carácter y el temperamento y reaprendió la filosofí­a de vida que bastante resultado le ha dado, porque, entre otras cosas, pasea su honestidad de norte a sur y de este a oeste de Veracruz y del Congreso de la Unión, con la dignidad y la rectitud y la frente en alto, sin que nadie lo pueda acusar, ni siquiera, vaya, de claroscuros.
Algunas veces han tocado a su puerta para hacer negocios y siempre los ha rechazado.
Y por el contrario, si las circunstancias le permiten apoyar sin reserva a la población y/o a una persona sencilla y común lo hace de inmediato.
Y más, cuando se trata de los pobres entre los pobres, los indí­genas, los campesinos y los obreros.

Tres. Serenidad en la vida pública

Una parte de la población quisiera que con la guerra de balas y la guerra con muertos y desaparecidos y niños y edecanes asesinados, el senador participara en la guerra de
palabras y en la guerra de discursos encendidos, llenos de fuego contra los adversarios y enemigos, y en la guerra de declaraciones mediáticas.
Pero ha de recordarse que nunca, jamás, ha sido (ni es ni será) su estilo ni su conducta ni su filosofí­a de vida.
Y más, en estas horas turbulentas y revolcadas que siguen padeciéndose en Veracruz desde el sexenio anterior y que se han prolongado en el gobierno azul.
Veracruz, igual que el resto del paí­s, necesita serenidad en la tarea pública. Sangre frí­a y neuronas más frí­as y decisiones serenas para reorientar el destino común.
Y el hecho de ser guerrillero de la polí­tica y guerrillero de y en la vida, en ningún momento significa pronunciar discursos encendidos y lanzarse a la yugular de los otros y cortar cabezas e inmolarlas en la ví­a pública.
Nada se gana con ofensas ni tirando la espada en prenda ni retando a debates ni enviando calambres con mensajes siniestros y sórdidos para demostrar la valentí­a de Juan Camagí¼ey.
Nada se desea más en Veracruz que la tranquilidad en el diario vivir con polí­ticos mesurados que sin andar envalentonadas ofrezcan hechos y resultados.
Hay en el territorio jarocho tempestades polí­ticas, torrenciales, huracanados. Y Pepe Yunes se mantiene imperturbable, sin escuchar el cántico de las sirenas y que constituye el mejor camino para rescatar el paraí­so perdido.
Y lo más importante, su honestidad “a prueba de bomba”.


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