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8 Columnas
Lunes 26 junio, 2017

Escuchar a los muertos


•Miles de ciudadanos fueron espiados por Javier Duarte

Alejandro Páez Varela/SinEmbargo

  • Periodista y escritor Alejandro Páez

Regina Martí­nez, asesinada el 28 abril de 2012, se sentí­a espiada. Así­ se lo dijo a varios colegas; dos de ellos me lo han reconfirmado esta semana, a pregunta expresa.

Pocos crí­menes tan crueles: la torturaron, la golpearon terriblemente. La lógica de la tortura, el patrón, le dirí­a hasta al más pinche de los investigadores que los asesinos de la periodista querí­an información.

En la madrugada, poco antes del amanecer de ese dí­a, Regina fue ahorcada. Encontraron su cuerpo (molido a golpes) en el baño porque una vecina avisó que los homicidas no se preocuparon en cerrar la puerta de su casa.

El Gobierno de Veracruz presentó a dos individuos como presuntos culpables. Habló de un “crimen pasional”. Pero los detenidos acusaron tortura y sus huellas dactilares, las muestras de sangre y el ADN no coincidieron. Ni su historia, en lo absoluto, checaba. La revista Proceso, para quien trabajaba Regina, dijo que NO creí­a en la investigación.

Nadie se tragó, pues, esa bolita de mierda disfrazada de chocolate Ferrero Rocher y al dí­a de hoy, si uno le pregunta a los colegas periodistas de Veracruz, el gran sospechoso de este crimen es Javier Duarte de Ochoa, hoy preso en Guatemala. Y así­ lo decí­an, poco después del asesinato, los que estuvieron cerca de ella. Quienquiera por allá.

Hoy existen más datos y el más pinche de los investigadores podrí­a atar sus propios cabos: la periodista se sentí­a espiada porque muy probablemente era espiada.

Regina investigaba los desví­os de dinero público en el Gobierno de Veracruz. Una de sus fuentes era Fernando Yunes Márquez, dicho por ella en corto y a veces citado en algunas notas.

Yunes Márquez, como su padre, Miguel íngel Yunes Linares, son y eran enemigos cantados de Javier Duarte. No sé si los Yunes son mejores o peores que Duarte, pero de que están enfrentados a muerte, lo están.

Duarte de Ochoa veí­a en ellos un verdadero peligro para sus aspiraciones, para su futuro en Panamá, Bahamas, Miami o Presidencia (uno nunca sabe). Los Yunes le atravesaban en los planes.

Y al menos Yunes Márquez hablaba con ella, con Regina. Era fuente.


El informe “El Estado de la vigilancia, fuera de control” de noviembre de 2016, realizado por la Red de Defensa de los Derechos Digitales (R3D) ”“los mismos de #GobiernoEspí­a”“, coloca a la Fiscalí­a de Veracruz como la entidad pública mexicana que más vigilancia de ciudadanos realizó en los últimos años.

Sólo la Procuradurí­a General de la República (PGR), con los datos disponibles, le gana.

Miles de ciudadanos fueron espiados por Duarte. Miles. Eso dicen los datos duros.

Seguramente Regina Martí­nez se sentí­a espiada porque era espiada. Y seguramente la espiaban porque significaba un peligro para los planes de Duarte de Ochoa, que justo en esos años habí­a emprendido una de las operaciones de saqueo de recursos públicos más descarada de la historia reciente en México.

Da escalofrí­o pensar que en el amanecer del 28 abril de 2012, Regina Martí­nez era escuchada mientras la torturaban. Y que quienes la escuchaban, no hicieron nada porque no quisieron o porque eran parte de lo mismo.

La ahorcaron, y es muy probable que en los minutos en los que ella intentaba jalar oxí­geno, desesperada, debilitada por los golpes, una entidad pública mexicana estaba escuchando todo.

Eso dicen los datos reunidos. El más pinche de los investigadores podrí­a, si quiere, atar sus propios cabos.

***

Rubén Espinosa, asesinado el 31 de julio de 2015 en la Ciudad de México, se sentí­a espiado. Así­ se lo dijo a varios colegas. Lo dijo públicamente.

Nadia Dominicque Vera Pérez, asesinada junto con Rubén, se sentí­a espiada. Y así­ lo dijo, también.

Los dos culpaban abiertamente a Javier Duarte de Ochoa de las amenazas que recibí­an.

Los dos dijeron que si algo les pasaba, volteáramos a ver a Duarte de Ochoa.

Y todos volteamos a ver a Duarte de Ochoa. Todos, excepto quienes debí­an: ni la inútil FEADLE de Ricardo Nájera Herrera, ni la inútil Procuradurí­a de Miguel íngel Mancera.

”“Acuérdate de lo que le pasó a Regina Martí­nez ”“le dijeron a Rubén mientras cubrí­a, un 20 de noviembre, la madriza que Duarte ordenó ponerle a maestros y estudiantes porque protestaban.

Rubén, Nadia y Regina se sentí­an espiados porque muy probablemente eran espiados.

Y da escalofrí­o pensar que eran escuchados mientras los torturaban.

Y da escalofrí­o pensar que fueron asesinados mientras una entidad pública mexicana escuchaba todo.

***

Uno de los creadores del informe que reventó The New York Times la semana pasada (#GobiernoEspí­a) me contó esto: que los gobiernos estatales gastaron en los últimos años enormes cantidades de recursos públicos en sistemas de espionaje, y que vigilan a miles y miles de personas, a diario.

No sólo escuchan: tienen sus direcciones y con la geolocalización, pueden recrear sus hábitos.

Saben a quién le llamas.

Saben qué dices cuando hablas, incluso cuando tu teléfono está apagado.

Saben con quién te reúnes.

Saben con quién te escribes, por paqueterí­a de mensajes o por correo.

Saben a dónde vas.

Saben cuándo te vuelves un peligro ”“finalmente para eso es el espionaje”“ para sus intereses.

Y si eres periodista, muy probablemente saben qué vas a publicar.

También me dijo, el coautor de ambos informes, que es muy probable que varios de los periodistas asesinados (él suma a Miroslava Breach) fueran escuchados por alguna entidad pública, federal o estatal, hasta el dí­a en que murieron.

No tengo un testimonio directo de Javier Valdez, quizás porque nunca tocamos el tema, pero un colega me dice que también se sentí­a vigilado, que creí­a que tení­an intervenido su teléfono.

Me reuní­ con este coautor del informe #GobiernoEspí­a y del anterior, “El Estado de la vigilancia, fuera de control”, porque a mi celular llegaron mensajes como los denunciados esta semana. Me dijo que muchos colegas y activistas tienen la misma sensación que yo: haber recibido mensajes para inyectarles el malware.

Y me dijo que es muy probable que el Gobierno espiara a muchos de los periodistas y activistas que luego resultaron asesinados.

Saco conclusiones nada más, con los datos que tengo. Y podrí­a preguntar: Qué, ¿los espí­an y, cuando son incómodos, los matan? ¿Para eso es la vigilancia, para saber en qué momento uno deja de existir?

No acuso a nadie. Los datos que reúno aquí­ y allá, sin embargo, me dicen esto:

1. O es una casualidad bárbara que estos niveles de espionaje coincidan con la racha de asesinatos de periodistas y defensores, o,

2. De plano, hay más espionaje y más asesinatos porque el espionaje y los asesinatos son parte de lo mismo: porque se espí­a para matar.
Y sí­, pueda que yo sea el peor de todos los investigadores (porque ni investigador soy), pero a eso me huele todo esto. Por desgracia.

***

Por lo que leo y converso aquí­ y allá, no creo que se trate de una persona en particular, pero sí­ de personas muy especí­ficas, las que están detrás del espionaje. Si hubiera una comisión no gubernamental e independiente que tuviera todas las facilidades para investigar, seguramente darí­a con culpables.

Sobre el mapa de los polí­ticos, los contratos y las empresas que venden a los gobiernos el software para espionaje, caminan personas. En las oficinas de gobierno dedicadas a espiar, hay nombres y apellidos.

Meses atrás me marcó un periodista de Puebla para contarme que le habí­an dejado un sobre en su puerta. Dentro del sobre se detallaba (además de contener una “sábana” de nombres) a quiénes espiaba Rafael Moreno Valle, entonces Gobernador. Lo publicamos. Salió más. Seguimos publicando. No pasó nada.

Pero no es el único Gobernador (ahora ex Gobernador) que se ha visto metido en escándalos de escuchas. De Enrique Peña Nieto para abajo, son montones. Y nadie ha dado una sola explicación; no hay una investigación, ni mala, ni fea, ni seria, ni confiable.

Serí­a terrible saber que existen, por ejemplo, hasta las grabaciones de los asesinatos de periodistas o activistas, ¿por qué no? En estricto sentido, si pueden escuchar tus llamadas pueden también usar tu teléfono como micrófono y como cámara. A eso da acceso Pegasus, por ejemplo; esas garantí­as ofrecen NGO y Hacking Team, dos empresas dedicadas a venderle a los polí­ticos mexicanos las herramientas para espiar ciudadanos.

Es terrible saber que con nuestro dinero se espí­a. Pero serí­an unos verdaderos HDSPM si se descubre que, además, con nuestro dinero se mata.


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