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Viernes 16 junio, 2017

Grave descomposición polí­tica

•Todos se acusan de pillos
•Calí­gula se quedó chiquito...

PASAMANOS: Hay una descomposición polí­tica en Veracruz. Todos se acusan de pillos, ladrones, corruptos y hedonistas. Nadie se salva. Y luego del huracán social y mediático, solo queda el descrédito. Si de acuerdo con Latinobarómetro, los polí­ticos, los policí­as y los reporteros están en el sótano de la credibilidad, en el territorio jarocho los polí­ticos son campeones.

Luis Velázquez

Si en el duartazgo el dinero público fue utilizado para comprar terrenos, casas, edificios, departamentos, ranchos y lanchas, por ejemplo, ahora, en el panismo, se destina para borracheras, droga, mujeres y orgí­as.
Si de acuerdo con AMLO en Boca del Rí­o hay una mansión propiedad de un polí­tico que ya desearí­a Barack Obama, el preso que duerme en cama de piedra en el penal de Guatemala tení­a mansiones que ni siquiera los barones de la droga.
De lado y lado, el desprestigio. Todos, arrojándose lodo.
Las redes sociales, desde el anonimato, incluso, lapidando la biografí­a de las elites partidistas en la tarea pública.
Ningún secreto está quedando en el baúl. Toda la ropa sucia, sin lavar, expuesta en el tendedero.
Bien lo decí­a el proverbio popular en el siglo pasado: “Si quieres saber el nombre de tu padre… métete a polí­tico” y luego enseguida.
Y con tantos dimes y diretes, el ciudadano común y sencillo, está confundido. Quizá tome partido. Pero en medio del fuego atroz y cruel de la palabra (letras contra letras, versiones contra versiones), la brújula se ha perdido y ya no se sabe ni a quién creer.
Es más, las pasiones desaforadas de la polí­tica reducida a la porquerí­a han dividido a las familias, donde una vez más Caí­n y Abel pelean, y de nuevo David se enfrenta contra Goliat, y otra vez Lot huyendo del fuego que consume a Sodoma y Gomorra voltea y se petrifica.

BALAUSTRADAS: Igual que en el tiempo de Trucutú, la polí­tica achicada en grupos, tribus y hordas. En vez del mazo, el Internet. En lugar de la verdad, la mentira, y en todo caso, las llamadas medias verdades y medias mentiras. Tú, dijo aquel, calumnia… que algo queda.
Y entre más intrigas por la cañerí­a anónima de las redes sociales, el Facebook, el whatsapp, mucho mejor.
El chismerí­o que antes se reducí­a al tianguis, a la carnicerí­a en el mercado del pueblo, al molino de nixtamal, ahora ventilado en el Internet… que en nombre de la tecnologí­a permite, oh paradoja, los montajes.
Todos se acusan de pillos. Tanto que, por ejemplo, las trabajadoras sexuales, tan satanizadas por vender su cuerpo para llevar el itacate a casa, tienen más, mucha más autoridad moral, social y ética que los polí­ticos, “bola de corruptos” llamó el Fiscal ángel de la pureza a los diputados locales y federales, y tan calladitos que se achicaron luego, incluso, de las bravuconadas de que lo llevarí­an a juicio polí­tico para su cese.
Lo que antes estaba en la penumbra del anonimato, ahora en el carril tecnológico.
Y si Gabriel Garcí­a Márquez siempre hablaba de que los seres humanos tenemos tres vidas (vida pública, vida privada y vida clandestina), los lí­mites entre una y otra se volvieron tan invencibles que ni el secreto de confesión arrodillados ante el sacerdote.
Todos, en feroz pelea por el poder polí­tico. El poder polí­tico que lleva al poder económico y luego repiquetea en el poder social.
Ningún grupo, ninguna horda ha “tirado su espada en prenda” soñando en el bienestar social.
Que si hay un millón de indí­genas pobres, allá ellos. Que si hay dos millones de campesinos jodidos, allá ellos. Que si hay tres millones de obreros soñando con una vida digna, pobrecitos. Así­ estuvieron en la Independencia. Igual en la Revolución. Así­ continuarán, pues si Carlos Marx, Federico Engels, Tomás Moro, Emiliano Zapata, Pancho Villa, Francisco I. Madero, Ernesto “Che” Guevara”, etecé, etecé, fracasaron en el intento, las tribus polí­ticas de Veracruz ni modo que se crucifiquen por los jodidos.

ESCALERAS: Todos los oficios del mundo están llenos de un apostolado social. Cierto, se trabaja para garantizar la torta en la mesa de la casa. Pero al mismo tiempo, para el servicio a los demás. Sobre todo, en la polí­tica.
Y no obstante, la honra de los polí­ticos ha estallado por los aires en Veracruz. Entre ellos se están descobijando. Y más que seguirán de cara a las cinco elecciones en puerta, como son las de diputados locales y federales, senadores, gobernador de seis años y presidente de la república.
La cloaca está destapada y ha resultado peor que los males de la caja de Pandora, que contení­a, dice la leyenda, los jinetes del Apocalipsis, pero multiplicados.
La honra que restaba a los polí­ticos ha sido descalabrada por ellos mismos. La prudencia y la mesura se han perdido. La pasión irracional dirigiendo las neuronas. El único objetivo, la embriaguez del poder.
Calí­gula, el Cesar, ordenó un dí­a que la servidumbre cubriera los pisos de su palacio de dinero. Luego, se quitó los zapatos y exaltado, eufórico, frenético, enloquecido, afiebrado, dueño del poder polí­tico y del poder económico y del poder social y del poder sexual con las mesalinas y los efebos a sus órdenes, caminó sobre las monedas para sentir que la riqueza le entraba por los talones.
He ahí­ el retrato del poder que en Veracruz se está viviendo a plenitud, el grado más alto, ajá, de la civilización romana.


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