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Miércoles 24 mayo, 2017

Travesti polí­tico

•El licenciado UPAV
•Traidor de AMLO

Uno. Un travesti polí­tico

Si el lector mirara a Sebastián Reyes Arellano caminando en el pasillo parlamentario del Congreso jarocho ninguna duda tendrí­a de la teorí­a de Charles Darwin. Parece un monito... acercándose a la tribuna.

Luis Velázquez

Sus pasitos de niño. La mano empuñada. La cara MORENA con lentes donde la calvicie ha ganado la batalla a la vida, la mirada resonando los tambores de guerra y la quijada por delante como si fuera, digamos, Trucutú… armado con su martillo de piedra y enfrentando a los enemigos, disputando en el reino de Guzilandia, a su novia Ulanita.
La foto fue publicada el 13 de noviembre de 2016 en el periódico “El mundo de Orizaba”. El, caminando como los inditos, como un Pitecantropus, y con la mujer, su Ulanita, su secretaria, siguiéndole pasos atrás, pues así­ los indí­genas suelen imponerse con su machismo a la mujer.
Ella, su Ulanita, con un vestido negro una cuarta arriba de la rodilla. El, morenito morenito. Ella blanca la piel, con unos aretitos tipo argolla, con un anillito de casada en el dedo de la mano derecha, y un montón de folders cargando en el brazo doblado.
Sebastián Reyes es diputado local. Pero un legislador camaleónico, que en Veracruz ha dado el peor viraje en la historia de la ideologí­a universal, pues antes era diputado de MORENA, el partido que lo encumbrara, y de pronto, zas, con la magia con que Franz Kakfa convirtió en insecto a Gregorio Samsa una mañana al despertar, se volvió, háganos favor, legislador del PAN.
Es decir, de la izquierda radical a la derecha radical. De “El peje” a Miguel íngel Yunes Linares. De la lucha revolucionaria a la resignación cristiana por un mundo mejor. El agua y el aceite dirí­a el vecino.
Un politólogo dirí­a que estamos en un caso expreso y manifiesto de un transvesti. Pero, claro, un travesti polí­tico… que se afilia al mejor postor.
Mejor dicho, el monito que se come un plátano y lo tira y se atraganta con el siguiente, sin ningún compromiso ideológico de por medio.

Dos. El licenciado UPAV

Claro, el diputado ha tenido una vida adversa y se habrí­a agarrado con la vida a madrazo limpio, y por eso mismo admirable, pues ha sabido, con todo, sacar provecho.
Por ejemplo, nacido en Comalcaco, Tabasco, anduvo por ahí­ haciendo antigí¼edad laboral en PEMEX y pasó por Ciudad del Carmen (Campeche), Cárdenas y Dos Bocas (Tabasco), Reynosa (Tamaulipas) y Coatzacoalcos (Veracruz).
Además de haber iniciado en Comalcaco, su tierra de origen, aun cuando Agustí­n Lara lo comprobó que en un lugarcito se nace y en otro quiso haberse nacido.
En aquellos tiempos de PEMEX, en las redes sociales lo acusaron de que estaba enfermo de la cabecita y miraba moros con tranchetes, compañeros que intentaban violarlo, aun cuando, claro, bien pudiera tratarse de un infundio, y/o en todo caso, de un homónimo.
El caso es que estando en PEMEX se volvió, como el priista Luis Donaldo Colosio, “hijo de la cultura del esfuerzo”, por demás historia universal de miles y millones de personas.
Así­, un dí­a sacó la primera licenciatura, en Derecho, en una cosita llamada Instituto Tecnológico “René Descartes”, como si fuera, digamos, el Instituto Jurí­dico Quetzalcóatl y/o el Instituto Huitzilopochtli.
Después, lleno de enjundia académica obtuvo otra licenciatura, sin tí­tulo aun. Ahora, por la UPAV, la UPAV de Javier Duarte, y en Criminalí­stica.
Operador técnico en el hospital de PEMEX en Nanchital, que fue el paraí­so del cacicazgo de los Balderas, chofer de una ambulancia, de pronto, descubrió que era un militante de izquierda, y de la izquierda radical, ni más ni menos, al lado de Andrés Manuel López Obrador, pues bien pudo cobijarse en el carril de “Los Chuchos” y/o, en todo caso, de Rogelio Franco Castán, el polí­tico de la izquierda delirante según el spot televisivo.

Tres. El Gregorio Samsa de la Yunicidad

Entonces, igual que San Pedro camino a Dámasco, tuvo una iluminación.
Y cuando “El peje” lanzó su tómbola, el gran proceso democrático para elegir candidatos a un puesto de elección popular, Sebastián Reyes se anotó… y con tanta suerte que se sacó la loterí­a.
Así­ nomás, digamos, bendecido por algún ser superior del reino de Guzilandia.
Y se volvió diputado local, ni más ni menos, que por la ví­a pluri y que en otros partidos cuesta “veinte y las malas”, casi casi una vida, y con frecuencia, ni así­.
Y arropado en MORENA llegó al Congreso local.
Y al cuarto para las doce, apenas caminado el tiempo legislativo, descubrió que AMLO es autoritario y absolutista, y todaví­a, de ñapa, les ordeña el salario a todos los polí­ticos encumbrados gracias a su partido.
Desencantado de su paisano, pues ambos nacieron en Tabasco, Reyes Arellano renunció a MORENA, pero para entonces ya habí­a descubierto que su auténtica vocación es la derecha, él, que nunca ha sido rico, pero que sueña y desea…
Y ahora, ni hablar, es panista.
Claro, con tanta simbiosis quí­mica y polí­tica se ignora si sus neuronas están más cerca de Manuel Gómez Morí­n, el fundador del PAN que trabajara con Plutarco Elí­as Calles, o de la madre Conchita y León Toral, que planearon y ejecutaron “en nombre de Dios” el asesinato de ílvaro Obregón en el restaurante “La bombilla” de la Ciudad de México.
Incluso, está por verse si el heredero del Trucutú del siglo XXI en el Golfo de México está más cerca del Yunes azul que los mismos yunistas, pues polí­ticos así­, dispuestos a todo, a lo que sea, hasta la ignominia, vaya, se vuelven tan utilizables como desechables, como por ejemplo, el general Jesús Guajardo que fue convencido de emboscar a Emiliano Zapata.
O el caso de Judas, que luego de comprar un ranchito con las treinta monedas en las goteras de Jerusalén, se quitó la vida.
Sebastián Reyes Arellano, el Gregorio Samsa de la Yunicidad.


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