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Lunes 22 mayo, 2017

Los insaciables de Duarte

•Desviados $4 mil millones •Â¿Tanta corrupción existió?

Uno. Desviados $4 mil millones

El ciudadano, de plano, queda perplejo. Según la Yunicidad, entre Marí­a Georgina Domí­nguez Colio (presa en el penal de Pacho Viejo) y Alberto Silva Ramos (de quien la Fiscalí­a solicitará el desafuero) desviaron o habrí­an desviado en el duartazgo... más de cuatro mil millones de pesos.

Luis Velázquez

Y, entonces, cualquiera persona ha de preguntarse, se estará preguntando, primero, si la codicia, la ambición sin lí­mites, la avaricia, el enriquecimiento ilí­cito, la obsesión de acumular y acumular más y más dinero… llegó a tanto.
Segundo, y de ser así­, la certeza de que si desviaron más de cuatro mil millones de pesos, Javier Duarte sabí­a.
Tercero, la parte proporcional que le hayan entregado a Duarte y/o la que Duarte les haya dejado a ellos.
Cuarto, el silencio y la complicidad atroz del ORFIS (Órgano de Fiscalización Superior), la Comisión de Vigilancia del Congreso, la secretarí­a de Finanzas y Planeación (que todo lo solapó) y la Contralorí­a.
Y es que más de cuatro mil millones de pesos desviados nunca, jamás, jamás, jamás, la mayorí­a de los ocho millones de habitantes de Veracruz verá juntos.
Ni siquiera, vaya, en veinte o treinta vidas.
Incluso, una cantidad millonaria inimaginable.
Peor tantito, si se considera que el 90, 95, quizá más por ciento de la población nunca ha tenido ni tendrá en su vida un millón de pesos disponible.
¿Cómo fue, entonces, que entre Gina y Silva hayan desviado tanto dinero público, llegando, además, a tanta corrupción?
Y lo peor, a tanta impunidad.
Y más porque el inverosí­mil desví­o de recursos públicos fue en menos de un sexenio.
Y en el caso de Gina y Silva, en dos o tres años, pues Javier Duarte tuvo, digamos, cuatro voceros, si se considera que Alberto Silva fue en dos ocasiones.
Y si ílvaro Obregón decí­a que él robaba menos porque sólo tení­a una mano, Silva, con dos manos, y en par de ocasiones como director de Comunicación Social…, como dice “El peje”, ni acercarse a él… porque te roba la cartera.

Dos. Los insaciables

Gina quedará en prisión preventiva durante un año.
A partir de la fecha, la Fiscalí­a azul habrá de demostrar que en verdad se fregó los millones de pesos de que la acusan.
Y el hermano de Gina, su abogado, ex agente del Ministerio Público, habrá de demostrar, digamos, que la acusación es falsa.
Pero sin defender ni acusar a nadie, caray, resulta insólito, digamos, el presunto desví­o millonario, igual que en el caso de otros duartistas de que ellos se fueron “cabezones” con el dinero público.
Por lo pronto, Gina culpó a Silva Ramos del desví­o y Alberto Silva a Gina, reproduciendo el relato bí­blico del ladrón gritando que atrapen al ladrón.
Pero…, caray, cuando el ciudadano sentí­a y creí­a que ninguna sorpresa suele ya dar la vida, se queda atrapado en el asombro ahora de que la Yunicidad los culpa de que entre los dos desviaron más de cuatro mil millones de pesos.
El alma, entonces, y las neuronas también, de uno y otro (y de ser cierto, claro, como presume el bienio azul) se les pudrió en el ejercicio del poder.
Simple y llanamente, se les habrí­a podrido… a partir de la megalomaní­a y el autoritarismo de manejar el erario con sentido patrimonialista.
Y lo peor, creando empresas fantasmas, empresas inexistentes.
¿Cuándo, entonces, se volvieron codiciosos, y lo peor, insaciables, pues según la Yunicidad entre más robaban más lo hací­an, sin lí­mites, creyendo, estando seguro de que jamás “el destino los alcanzarí­a”?

Tres. La corrupción según Suetonio

Una cosita es la corrupción, “meter la mano al cajón”, “ordenar la vaca”, y otra, la impunidad.
Un dí­a, el polí­tico empieza a robar. Y no pasa nada. Y sigue robando y tampoco pasa nada. Y sigue y sigue. Y un dí­a, robar se vuelve normal.
Suetonio, quien escribió “Los doce Césares” de Roma, dice que en la ambición fuera de control el polí­tico ambiciona más y más poder y más y más dinero y más y más mujeres, y en el caso de los emperadores, más efebos.
Un dí­a, dice Suetonio, ya se fregó todo y se acabó el dinero y se agotaron los cargos públicos, y entonces, el polí­tico piensa, está seguro, que alguno de los suyos lo está robando y comienza a mirar moros con tranchetes, fantasmas, alucinaciones y visiones.
Y de todos duda y todos, dice, está seguro, lo intrigan y lo continúan robando.
Y en la locura… con sus guardaespaldas empieza a matar a los suyos.
¿En qué momento se jodió Perú? se pregunta Zavalita en “Conversaciones en la catedral” de Mario Vargas Llosa.
¿En qué momento, pues, se jodieron Gina y Alberto Silva…en caso, claro, de que la Yunicidad les demuestre que se birlaron más de cuatro mil millones de pesos?
Y es que con tanta corrupción por todos lados (hay diecisiete exgobernados acusados de…unos presos (como Javier Duarte) y otros prófugos) llegó un momento en que el arte de gobernar sólo tení­a (¿tiene aún?) un significado.
Gobernar es robar, saquear, atracar, enriquecerse “con todo y sin medida”.
Por eso tanto hartazgo social en contra de los polí­ticos, pues a veces (mejor dicho siempre) hay la sensación de que todos los que se encumbran (salvo excepciones singulares) se vuelven corruptos.


1 comentario(s)

Fco cruz 22 May, 2017 - 09:02
Lamentablemente siempre a existido ese tipo de ratas solo que siempre quedaban los de sus mismo partido politico y los tapaban

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