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Viernes 19 mayo, 2017

De migrante a académico

•Una vida intensa •El sapo y la luciérnaga

Uno. Un hombre en momento estelar

El maestro en Ciencias Polí­ticas y doctor en Sociologí­a, Carlos Ronzón Verónica, vive momento estelar de su vida.
Además de sus clases en un par de universidades privadas en el puerto jarocho, despacha como director regional de la UPAV, Universidad Popular Autónoma de Veracruz, y ha “tomado el toro por los cuernos”.

Hombre honesto, incapaz de un acto de corrupción, obsesionado con la calidad educativa, su penúltima cruzada moral y ética y social es la siguiente:
En la zona conurbada Veracruz-Boca del Rí­o, unos alumnos denunciaron a un profesor que les habí­a solicitado, en corto, la lista de las estudiantes coquetas.
Y luego de comprobarlo, de inmediato lo despidió.
Otros estudiantes le informaron que un maestro ofrecí­a calificaciones a las alumnas a cambio de favores sexuales, lo investigó y luego luego lo cesó.
Ronzón les llama “profesores calientes” y por calenturientos ya están en la calle para que por ahí­, en todo caso, sigan haciendo daño.
Su cruzada educativa inició desde que tomara posesión.
Por ejemplo, muchos profesores estaban acostumbrados “a hacer y deshacer” con sus clases y faltaban mucho, demasiado.
Entonces, lanzó un operativo básico: un ultimátum para la hora de entrada bajo la advertencia del despido.
Y si un maestro llegaba tarde, él mismo se poní­a a impartir la materia correspondiente.
Y el resto de profes lo miraban y avisaban de inmediato al maestro ausente y quien, digamos, todo apenado, llegaba al ratito.
Pero el manotazo ya estaba.
Incluso, hubo profes que intentaron sublevarse y amenazaron con un escándalo mediático.
“Adelante”, les dijo y programó una contraofensiva para llegado el momento.
Y llegó. Y enfrentó con dignidad hasta las redes sociales, pero se mantuvo sin arrugarse.
Por eso, alienta a los estudiantes para interponer denuncias, bajo la inteligencia de que serán escuchados y atendidos.

Dos. De migrante a académico

Ronzón estudió la maestrí­a en la Universidad Complutense de España con una beca otorgada por el gobierno de Veracruz y el gobierno federal.
Durante varios años trabajó en el CEN del PRI, cuando Roberto Madrazo Pintado era el presidente y cuando José Francisco Ruiz Massieu, asesinado en el sexenio de Carlos Salinas, era secretario General.
Así­, recorrió el paí­s como operador en tiempos difí­ciles, adversos y desesperados, pero luego, renunció al tricolor y renunció por completo a la polí­tica, jurándose que nunca, jamás, tropezarí­a con la misma piedra.
Antes, mucho antes, fue migrante durante un par de años en Estados Unidos y trabajó hasta de mesero en un restaurante de comida mexicana.
Originario de Coatepec, su sensibilidad y capacidad social para interpretar los hechos de la vida cotidiana está fuera de duda, pues como politólogo y sociólogo es como el famoso topo de Carlos Marx que con bajo perfil camina en la vida y de pronto, zas, se asoma, para olfatear los vientos y darles una lectura.
Además de la dirección regional de la UPAV, sigue impartiendo clases, pero también asesorí­as polí­ticas, sin que ninguno de sus trabajos interfiera entre sí­ ni riñan ni se crucen intereses.
Su frialdad en el análisis de los hechos le permite conservar la distancia, y lo mejor, la distancia cerebral, lejos de las pasiones efí­meras, marcando la raya.
Ronzón vive a plenitud su tiempo, y aun cuando “los emisarios del pasado” duartiano intentaron descarrilarlo recién nombrado en la dependencia por la rectora de la UPAV, se mantuvo sereno, a la defensiva y contraofensiva.

Tres. El sapo y la luciérnaga

Estudioso de la polí­tica y los polí­ticos, un dí­a el maestro Ronzón comenzó a figurar en los medios.
Tanto que, por ejemplo, Fidel Herrera Beltrán gobernador, evidenció su existencia. Aseguró que era un invento. Se mofaba. Hasta apodos le poní­a, leal y fiel a su costumbre y hábito.
Alguien por ahí­ le dijo que existí­a. Y que impartí­a clases en tal universidad.
Entonces, llamó por teléfono a la casa de estudios y preguntó por él.
Y cuando la rectorí­a le dio los datos de su biografí­a y de las materias impartidas y de su alto rendimiento, continuó dudando, seguro de enfrentar fantasmas.
Así­, solicitó hablar con él.
Y la rectorí­a se lo puso en la lí­nea.
Y le preguntó y repreguntó si en verdad era Carlos Ronzón Verónica, pues antes, el góber fogoso habí­a lanzado a sus texto/servidores en su contra.
Quedaron de una cita…para platicar.
Pero nunca, jamás, el fogoso se presentó y hacia el final de la noche, Ronzón tomó la circunstancia como una aventura desventurada, una picaresca de la polí­tica aldeana, una intriga más.
Después, llegarí­a otro bombardeo cuando las llamadas “fidelí­neas” mediáticas lo acusaban de un antipriista y renegado.
El fogoso, considerado el polí­tico más inteligente y talentoso de su tiempo generacional, debilitado ante el talento de un académico.
Fidel era el jefe máximo de la revolución priista hecha gobierno y Ronzón un modesto y sencillo maestro que impartí­a clases en universidades privadas, pero cuya capacidad polí­tica lo opacaba.
El sapo, lleno de envidia y de intriga ante la luciérnaga.


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