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Crónicas
14 mayo, 2017

Niño de 14 años, entre ví­ctimas de explosión en Tierra Blanca

Padre campesino y sus dos hijos estudiantes, entre los cuatro muertos de la explosión en Cerritos, Tierra Blanca; tomaron una ruta que los llevó a la muerte
•La familia humilde reclama que les digan huachicoleros, eran gente de trabajo que ese dí­a se sumaron a la lista de ví­ctimas de la indolencia de las autoridades
•El padre de familia deja en la orfandad a otra niña y a un padre adulto mayor que necesita diálisis por males renales y que ahora se quedó sin su mayor apoyo
•Una familia de puras mujeres pierde a los únicos tres hombres de un solo golpe

Por IGNACIO CARVAJAL/ En Misión Especial

  • Familiares de las tres víctimas de la explosión

  • Familiares de las tres víctimas de la explosión

  • Familiares de las tres víctimas de la explosión

  • Familiares de las tres víctimas de la explosión

  • Familiares de las tres víctimas de la explosión

Tierra Blanca.- Las cuatro personas que perdieron la vida en una explosión, producto del derramamiento de combustible por una toma clandestina en este municipio, no se dedicaban a perforar los ductos de Pemex, como se ha especulado entre autoridades y algunos medios de comunicación.

Ante esos comentarios, que se han ido colando en notas informativas, la población de Cerritos (234 habitantes) están molestos.

En el cuadro de pelota, que colinda con la casa de tres de las ví­ctimas, se arremolinan pequeños montones de jóvenes entre los 15 y los 20 años. La mayorí­a se notan tristes y de vez en cuanto se dan apretones de manos, palabras de aliento y abrazos.

Todos son conocidos de los hermanos Felipe y Rodrigo Reyes Morales, de 19 y 14 años de edad, respectivamente.

Ellos han venido a presentar sus condolencias a la familia, pues en la tragedia que ya es noticia nacional, también perdió la vida el padre de los dos, Cayetano Reyes Medina, de 50 años.

La mañana que murieron, cuentan en su casa, los tres iban rumbo a Cuitláhuac a dejar a Rodrigo a un curso de computación que toma desde hace unos meses. Su otro hermano, Felipe, dejó de estudiar y se dedicaba a las labores del campo con su padre.

“Mi tí­o y mi primo iban a dejarlo a la Universidad de Cuitláhuac, así­ se conoce el sitio donde estudia, mi otro primo no tení­a nada que hacer, y los acompañó, y el otro muerto es un señor que les habí­a pedido el aventón, un vecino, don Martí­n”, relata una de las familiares.

El joven Rodrigo tení­a esa rutina desde tiempo atrás, y la ruta para llegar a la ciudad no era la que tomaron este sábado y que les llevó a la muerte, siempre tomaban otra más corta, pero que esta vez se vio bloqueada por las anegaciones dejadas por la lluvia, horas antes, esa madrugada.

Cuando ellos pasaron en su coche y notaron el charco de agua, no sintieron temor, pues acababa de llover, jamás pensaron que habí­a gasolina condensada que se habí­a fugado toda la madrugada de una toma clandestina detectada en el poliducto Minatitlán-Ciudad de México, que lejos de dejarles algún beneficio, siempre les causa problemas.

Ante la fuga, tampoco se pudieron percatar del aroma del hidrocarburo, era muy temprano para que sus vapores comenzaran a subir. Cuando el coche cruzó el charco, un chispazo de la bují­a, tal vez la temperatura del escape, piensan, generó el flamazo el cual se llevó de golpe la vida de cuatro personas.

“Nombre, escuchamos la explosión, y jamás pensamos que eran ellos, según esto ellos habí­an tomado otra ruta.

La explosión les cambió la vida, cuentan los deudos mientras se organizan para el triple funeral del padre y los dos hijos. Quedan en la soledad la esposa y una hija menor de edad, hermana de los chicos.

“¿Y ahora su mamá qué va a hacer, se queda sola con una criatura? Qué desgracia” dice la hermana del finado.

A nivel de la familia, la tragedia es mucho mayor, en la casa donde murieron, la familia nuclear básicamente está compuesta por mujeres, el patriarca, Eleuterio Reyes Flores, de 69 años, padre de Cayetano, ya no puede trabajar y heredó la tierra a los hijos, a Cayetano le tocó parcela de dos hectáreas de caña de azúcar y la responsabilidad de cuidar al padre, enfermo de un mal renal.

“Mi hermano era el que se encargaba de mi papá, era quien lo llevaba al doctor cada vez que tení­a su cita, ahora hasta el carrito que usábamos para eso se perdió. Esto nos ha destrozado la vida”, retoma la hermana mientras busca en su cabeza las ideas necesarias para no desfallecer mientras habla con los reporteros.

Los tres hombres de la casa se han ido de un solo revés, lamentan los deudos. Las mujeres de este solar se han quedado solas, algunas más jóvenes con el patriarca enfermo. Hay otros hermanos, pero no viven acá o cuentan con otras responsabilidades. El accidente le ha puesto a esta humilde familia un reto por delante para volverse a organizar ante los problemas en el horizonte.

De los comentarios de que eran ladrones de gasolina, los quieren totalmente descartados, “mi hermano no era eso, se dedicaba al campo, un hombre trabajador, de familia y preocupado por salir adelante”, relata la hermana quien informa que Cayetano sacó adelante a su familia con las dos hectáreas de tierra con caña de azúcar, de ahí­ también le daba seguridad social al padre, y salí­a para los jornales.

En medio del patio se levanta la casa edificada por Cayetano para su familia, hasta hace poco se acaban de mudar a ella, antes viví­a con su padre en condiciones de hacinamiento. Es de ladrillos, con láminas de zinc y sin ventanas. No hay muebles de lujo, apenas unas cuanta camas y espacio, eso sí­, para muchas personas.

“Estaba orgulloso de haber terminado su casita, me contaba, y mire ahora lo que pasó, esto no es justo”, finaliza la joven mujer.


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