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23 abril, 2017

En Guatemala, Javier Duarte hablaba en inglés

•Hotel La Riviera de Atitlán, un edén en la tierra reservado al turismo de Alemania y Francia, el último sitio en donde Javier Duarte tuvo sus días en libertad

•Empleados del hotel dicen que Karime Macías no salía de la habitación, sin embargo, cuando Javier Duarte salía a pedir algo entablaba diálogos en inglés

•Exgobernador encarcelado en Guatemala no era huésped ordinario, ocupaba un departamento dentro del hotel que era propiedad de un particular, que a su vez se lo facilitó para su refugio

•Rodeado de sublimes paisajes, alejado del bullicio, el lugar se yergue con todas las comodidades en sana armonía con la naturaleza/Crónica por IGNACIO CARVAJAL enviado especial a Guatemala

  • El paraíso de Duarte

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SOLOLí, GUATEMALA.- A unas tres horas de la capital de Guatemala, en el estado de Sololá, hay un paraí­so reservado para muy pocos.
Se trata del hotel La Riviera de Atitlán, un resort especializado en turismo extranjero, europeo sobre todo. Es muy raro ver a guatemaltecos hospedados en este sitio, a menos que sean personas de muy alto poder adquisitivo o cuenten con departamentos privados dentro del mismo negocio.
Fue en este lugar donde Javier Duarte de Ochoa pasó sus últimas horas en libertad. En medio de los más sublimes paí­ses y las comodidades que sólo un dignatario del más alto nivel se puede dar. Privacidad y discreción que sin embargo no fueron suficientes para extender su fuga, pues desde hace más de una semana está preso en la capital de Guatemala.
Ubicado a dos hora y media de la capital de Guatemala, el hotel “La Riviera de Atitlán” se yergue en medio de un valle formado por tres volcanes, el Atitlán, Tolimán y Volcán de San Pedro. En medio de paisajes que cautivan al viajero por la exuberancia de la vegetación y el clima perfecto para vacacionar. Nada es en exceso, cuentan los lugareños, ni la lluvia, ni el sol, menos el viento que es conocido como Xocomil.
Es en este lugar en donde se ubica el hotel que fue empleado como último refugio del ex gobernador veracruzano Javier Duarte de Ochoa, y su esposa, Karime Mací­as Tubilla. Pero en el hotel, el segundo mejor de la región, los empleados han sido instruidos para que no cuenten nada a la prensa sobre la detención del ex gobernador Veracruzano, pero algunos deslizan detalles sobre el huésped del área privada del hotel al que solo conocí­an como “Alejandro”, quien el dí­a de su captura se desplegó policí­a como si se tratara de un gran barón de la droga.
“Imagí­nese, que hubiera yo sabido quien era, esa recompensa estaba muuuy buena”, relata un empleado del área de vigilancia quien no deja de lamentar no haber conocido la real identidad del hombre al que sirvió en algunas ocasiones en servicios a su habitación.
Cuentan los trabajadores que Karime Mací­as, quien también tení­a un nombre falso, era quien menos salí­a de la habitación. La esposa de Duarte solí­a pasar las horas del dí­a encerrada en su cuarto, sólo en las noches salí­a a comer algo o a estirar las piernas.
Duarte en cambio hací­a muchos paseos por las distintas áreas del hotel, que todo en su interior invitan al descanso y al olvido de los problemas por más grandes que sean. También se le miraba por los jardines y disfrutando de la naturaleza.

VISTA AL PARAISO

A reserva de anonimato, los empleados aclaran: él no estaba bajo el hospedaje del hotel, se encontraba en un departamento que está dentro de la misma torre, pero en una serie de departamentos que tienen dueño.
Explican que la única responsabilidad que tení­an ellos con Duarte y Karime como huéspedes era brindarles el acceso a todas las áreas del inmueble, como el gimnasio, la playa, el restaurante y el área común para tomar el sol y el pequeño muelle a donde se puede tomar una lancha o yate para surcar las aguas del lago Atitlán.
“Ha dicho erróneamente la prensa que estaban hospedados, eso está mal, a ellos alguien les tuvo que haber prestado el departamento dentro de la torre del hotel, era el 505”, dice uno de los encargados a reserva de dar su nombre.
De ser así­, se comprueba la teorí­a de las autoridades, que ya investigan, si a Duarte de Ochoa y a su esposa les dieron facilidades dentro de Guatemala algún tipo de red de empresarios o delincuentes para que se mantuviera a salto de mata, y siempre un paso delante de sus cazadores.
El departamento 505 en donde fue apresado, se ubica en el quinto piso del complejo de torres. En el hotel explican que si no se los prestó el dueño, pudo haber sido alguna persona que a su vez se lo renta al propietario, pues es un esquema común en estos inmuebles de alta plusvalí­a.
“A veces ellos los retan y esos que lo rentan a su vez lo prestan a sus amigos para que descansen, fiestas o algo de descanso. A ellos, Karime y Javier, nosotros no los tení­amos registrados como huéspedes de la Riviera de Atitlán, estaban en lo que es el área privada, dentro del hotel sólo les dimos sus pulseras de acceso a las áreas comunes.
Una noche, en promedio, en este hotel, ronda los 2 mil 500 pesos mexicanos, en el área privada, cuentan, puede ser un poco más pues los departamentos son de dos habitaciones. Pero la decoración y el mobiliario es el mismo. Se trata de cuartos que aparentan lujo y confort. Camas kinsize, utensilios elementales y cocina austera. En realidad, el lujo dentro de este sitio, es el área en donde se ubican, con una vista envidiable, digna de cualquier personalidad de la farándula o la polí­tica.
Desde el cuarto de Javier Duarte, por ejemplo, la vista da de lleno al lago de Atitlán, una de las maravillas de Guatemala, productor de riqueza y de turismo.
Hay una terraza que ofrece el mejor espectáculo espiritual, las aguas del lago que se menean con cadencia, mientras en los grandes árboles se escucha el canto de las distintas aves de zona. El hotel posee una pequeña playa privada a la cual sólo acceden los huéspedes; muy lejos queda el ruido del pueblo de Panachajel, de donde provienen los empleados.
Grandes hileras de árboles se extienden por la orilla del cuerpo de agua, que a su vez, ofrece remansos tranquilos a los ferris y yates que bogan a cada momento cuando se mira por la ventana. También se divisa lanchas de pescadores y de personas que transitan de un pueblo a otro.
Otro detalle de la vista del hotel, es que por las tardes corre el aire fuerte, pero que no llega a ser molesto, ni frio al que los lugareños conocen como “Xocomil”o viendo que recoge los pecados. Cuando se presenta, se ve a las personas salir de sus casas para tomarlo pues hay la creencia de que es purificador. Aunque para los pescadores es un riesgo, pues sino se le toma en serio puede hacer zozobrar una embarcación.
Cerca de este hotel, hay un gran jardí­n botánico al cual se llega por un camino de piedras rodeado de árboles cuyo grosor lo remiten a uno a pensarlos como dueños de este planeta desde hace cientos de años. Cerca del hotel, rumbo a la cabecera de Sololá, hay varios puntos conocidos como “miradores” en los cuales el viajero puede hacer parada y disfrutar de lo sublime de los paisajes. Esos miradores de dí­a son ocupados por indí­genas que comercian artesaní­as y por las noches llegan los enamorados a jurarse amor en medio de las luces proyectadas por una docena de pueblos ubicados alrededor del lago Atitlán, todos con nombres de santos: Santa Catalina Palopó, San Antonio Palopó, San Pedro La Laguna, San Juana La Laguna, Santa Cruz La Laguna, etc. En la mayorí­a se realizan ceremonias religiosas que terminan en festejos a deidades católicas a las cuales lanzan cuetes que rasgan el armonioso silencio de la región.

DUARTE, GRINGO

Nadie sabe decir a ciencia cierta qué tiempo, de los 186 prófugo, pasó Javier Duarte de Ochoa escondido en lago de Atitlán.
Los lugareños y los empleados de los negocios cercanos, en su mayorí­a, no lo tienen presente hasta el dí­a de su detención.
Salvo algunos meseros lo recuerdan, “parecí­a una buena persona, buena onda, no me imaginé jamás que fuera quien ahora dicen que es, un hombre tan corrupto. Recuerdo que siempre pedí­a las cosas en inglés, nunca habló en español.
Y es que si algo atrajo al ex diputado veracruzano a esconderse en este reducto de la naturaleza, y no en medio del glamour de la ciudad, es que a este hotel en particular arriban muchos extranjeros. La mayorí­a de sus huéspedes, son de otros paí­ses, muy pocos mexicanos.
“Casi todos los que llegan son alemanes o franceses, pero podemos decir que a nosotros nos llegan más franceses, hay otros hoteles con servicio de otras agencias de viaje que manejan a los norteamericanos, a los holandeses. Acá llega puro francés.
Y aunque cuando gobernador poco se le escuchó hablar en inglés en sus eventos públicos, a diferencia de su antecesor y mentor Fidel Herrera Beltrán, que aprovechaba cualquier oportunidad para presumir el manejo de idiomas, en su fuga a Guatemala se quiso hacer pasar por norteamericano.
Ese intento de norteamericano en este lugar disfrutó de lo mejor de la cocina de Guatemala, caracterí­stica por platillos como gallina criolla en caldo, Lomino al vino, pinchos al pueblo, plato chaplí­n, crema de maí­z dulce, crema de puerro, caldo de huevos, pollo caribeño, alitas a la barbacoa, robalo alcaparrado, robalo al pepián, al pimiento, pinchos de camarones, caldo de kak ik de pavo, papián de pollo o res, etc. En las bebidas, el hotel cuenta con una de las cavas mejor surtidas del estado de Sololá, una botella de vino en promedio, por muy barata, cuesta de 2 mil 500 a 3 mil pesos.
Se le miraba con frecuencia en el área de juegos, conectado a internet. En los cuartos, aclaran los encargados, no hay acceso a la red de redes por lo grueso de las paredes. La única manera de conectarse es en la recepción o el cuarto de juegos, por eso la versión de que la detención se hizo por medio del corte a su señal de internet queda descartada.
Así­, sus gustos de sibarita no los dejó para pasar de bajo perfil en ningún momento. En los dí­as de bonanza, Duarte de Ochoa gustaba de las mejores botellas de vino, español y francés de preferencia. La mejor comida y los mejores lugares para vivir, como el club de golf en Xalapa, Punta Tiburón en Alvarado, y la Torre Pelí­canos de Boca del Rí­o. Su tendencia por el boato lo persigue y ahora lo acosa en su nuevo hogar, una cárcel militar en Guatemala en donde su mayor privilegio, en comparación con otras cárceles, es hacer tres comidas al dí­a y contar con una plancha de concreto, de dormitorio, para él solo.
“Nosotros ya no queremos que se hable mal del hotel, es nuestra fuente de trabajo y queremos que sigan llegando visitantes. Nadie se imaginaba que ese señor sea lo que dicen que es. Pero ya vemos que muchos en la prensa hablan cosas negativas del hotel, eso no es así­, porque él no estaba de huésped de nosotros, sino de los privados. Ojalá se digan las cosas como son” finaliza un empleado preocupado por perder su fuente laboral ante el desprestigio acarreado por el nombre de Javier Duarte de Ochoa.


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