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Crónicas
Viernes 07 abril, 2017

“Pedí­a que me mataran”

Relato de un secuestro en el sur de Veracruz, la zona más afectada por el secuestro en la entidad jarocha
•Maestro de secundaria fue privado de su libertad hace 14 dí­as. Le pedí­an 4 millones de pesos para "altos mandos”
•Cayó en manos de la banda de los Arturines, todos menores de 25 años, el terror de Jáltipan y Acayucan, pero ya están presos
•Arma una vaquita entre alumnos y padres de familia, le decí­an los delincuentes para que juntaran el rescate/Reportaje de Ignacio Carvajal


  • Crónica de un secuestro

“Jony” burlaba obstáculos en calles y callejones de un municipio del sur de Veracruz.
Faltaba poco para las 8:00 P.M. y Jony regresaba a casa después de tomar el café con amigos, maestros como él.
Cuando se aproximaba a su destino, sintió el golpe de la camioneta que lo proyectó varios metros y lo tiró de la moto. Del impacto, se le dislocó el hombro. El dolor no llegaba. Sentí­a la adrenalina por ver la cara de quien lo habí­a topado y partí­rsela a golpes.
"De pronto sentí­ unas manos sobre mi espalda, “párate, hijo de tu $%%&%$, jálale”, me ordenó. Como no podí­a conmigo, bajaron otros tres y me arrastraron mientras yo gritaba desesperadamente.
Jony no se lo imaginaba. Pensó mil cosas. Una confusión tal vez. Su última opción era el secuestro. ¿De dónde iba a sacar dinero la familia de Jony para un rescate?, se repetí­a Jony en esos segundo que duró su “levantón”. Entre los cuatro sujetos no podí­an subirlo la camioneta, que arrancó su marcha golpeando las banquetas, así­ durante unas ocho cuadras, “yo iba con la mitad del cuerpo de fuera. No podí­an conmigo”.
Jony muestra hendiduras en el cráneo que asemejan la superficie promedio de las carreteras del sur de Veracruz. Son cachazos de pistola, “me daban y me daban para doblarme y no podí­an. Después de diez cachazos, dejé de contar”, dice.
“Como vieron que no podí­an ni con eso, me metieron la chicharra. Tres cabrones me la poní­an, bien pegada, hasta que les dije ya, me doy, me esposaron y lo último que recuerdo es yo entrando, cargado por esos tipos, a una casa de interés social.
"Dentro me amarraron pies y manos, a parte esposas. Me colocaron un vendaje en los ojos y cerraron la puerta de un cuartito en donde me arrojaron. Hací­a frí­o y olí­a horrible. No me dijeron mucho. Sólo que era un secuestro y que me dejarí­an a mi “ángel guardián” para que me cuidara.

LA PRIMERA NOCHE

Jony estaba en manos de una banda de secuestradores, los temidos “Arturines”, lidereados por Ifgy Arturo Pérez Gómez, de 22 años, alias "Nacho" o "Dory". Originario de Jáltipan, lejos de seguir el camino del estudio y el talento que caracteriza a los pobladores de este lugar, como muchos, y muchas, Dory se volvió el terror de empresarios, comerciantes, maestros, y todo quien a quien le pudiera quitar algo a cambio de su libertad, vida o tranquilidad.
¿A los 22 años lí­der de una banda de secuestradores?, eso se pudo constatar con fuentes oficiales. ¿Cómo llegó al mando a tan corta edad?, “los que secuestraban antes, los más viejos, de la primera escuela, o están muertos o tras las rejas. Sólo quedaron los chamacos que se quedaron con las armas y las ganas de ser ellos los jefes”, cuenta un especialista en tema de secuestros en el sur, en anonimato.
Así­, la mayorí­a de los integrantes de la banda de Dory eran menores de 25 años. La primera vez que agarraron a Dory, tení­a un secuestrado. La detención estuvo a cargo de la Unidad Especializada contra el Secuestro (UESC) y elementos de la Procuradurí­a General de la República (PGR). Pero el juez que recibió a Dory y a algunos de su banda, pensó que sus derechos habí­an sido violados y los puso en libertad de inmediato. Ni un mes habí­a pasado de su primera detención y liberación y Dory y su banda regresaron a lo mismo. El secuestro, y el 21 de marzo pasado resultó preso de nuevo, otra vez con un secuestrado bajo su custodia. Ese dí­a cayeron ocho de su banda.
La Fiscalí­a General del estado lo pescó con el resto de su banda, entre ella dos mujeres y un bebé de meses de nacido, se sabe, hijo de uno de los integrantes de esa organización criminal.
De nueva cuenta, Los Arturines están en la cárcel, y pasarán ahí­ un año mientras dura el proceso.
El último reporte del Secretariado Ejecutivo para el Sistema Nacional de Seguridad Pública ubica a Veracruz en el segundo lugar en secuestros, en el sur, se cometen al menos la mitad, Jony ya lo sabí­a.
"Desde que comenzó la violencia a desbordarse, y por lo mismo de mis clases, me puse a seguir el movimiento de Javier Sicilia, el poeta al que cobardemente le mataron un hijo y consolidó el movimiento por La Paz. Leo todo lo que escribe y conozco todas sus obras.
"En esos momentos de terror para mí­, sus frases me ayudaron a superar el horror en el cual estaba.
"Sabí­a que estaba pasando, que me cuidaban unos perros malditos en sus manos, el coraje me sostení­a, pues mi cuerpo estaba quebrado.
Jony no soportaba el dolor del hombro dislocado, los golpes en la cabeza y otras partes del cuerpo sangrantes.
"Me arrumbaron en el cuarto, no me dejaron bañarme, ni me dieron de comer, me llenaron de insultos y pasé la peor noche de mi vida, pidiendo a Dios por mi vida y por mi familia.
En medio de ese cuarto oscuro, relata mientras humedece los labios, conoció el terror por el cual han pasado cientos ví­ctimas en Veracruz. Por fin conocí­a el lado más oscuro y sórdido del sur de Veracruz. Se encomendó al creador y pidió por su familia.
"Me preguntaba si me iban a ejecutar, si arrojarí­an mi cuerpo al monte, a la carretera, si pararí­a en una fosa clandestinas de esas que constantemente salen en las noticias", dice.
La primera noche no logró jamás pegar los párpados. El dolor del desgarre en el hombro lo mantení­a al borde de la vesania. Las manos amarradas, ni si quiera podí­a rascarse comezón por la sangre escurriendo de la cabeza por el rostro.

NO LES DI LíGRIMAS

Llegó el cuarto dí­a del secuestro. No le habí­an dado de comer, apenas una pastilla para mitigar el dolor del hombro lastimado y con las cuales pasaba largas horas dormido.
"No te preocupes, una vez que tu familia pague, eso se te quitan con el jalón, hay que echarle ganas para que esto salga bien", le decí­a a Jony un sujeto, su cuidador, quien "decí­a que era su ángel guardián".
Un dí­a llegó el jefe de la banda, era un niño, lo supe por lo delgado de su mano. Me saludó y con la mí­a la cubrí­ completamente. También al resto de sus cómplices.
"A vez, amigo, necesitamos que esto se mueva, tu familia no se está movimiento, no te quieren, eres un pinche perro, al que su familia no quiere ni le importa. Hay que moverse.
Habló el íngel Guardián:
"Mira, tú no debes nada, me caes bien, por favor, hay que acelerar esto, nosotros no queremos matarte, sólo buscamos dinero. Que paguen y ya".
"Me decí­an todo eso para doblarme, para que les rogara y les dijera “sí­, sí­, ya, le llamaré a mi familia para que paguen y logren su dinero pero por favor no me maten”, pero no, pinches perros, no les di ese gusto. Jamás".
Si me quieren matar -les dije- mátenme a la verga, de una vez. Pero les pido una cosa: dejen mi cuerpo en donde mi familia me pueda encontrar. No me hagan pedazos ni me lancen a una fosa. Quiero que me hagan mi velorio con todos sacramentos.
"No, como te vamos a matar, no es así­, sólo queremos el dinero. Mira, eres maestro, manda mensaje que te apoyen con una cooperación, cada alumno tuyo, 50 pesos, y sus papás, 50, y los alumnos de tus amigos y compañeros de clase y así­ se van juntando una buena feria, como medio millón", volví­an a decir.

LO LIBERARON

"A veces pensaban que por tanto golpe, me habí­an dejado loco. Me preguntaban mi nombre, que dónde me habí­an agarrado, y en qué dí­a estábamos. Yo les respondí­a todo. Me dejaron el coco abollado de tanto cachazo, pero no estoy loco.
En esos 14 dí­as, Jony apenas comió tres veces… al baño, "me mandaban esposado, gateando, a hacer en una cubeta".
Los secuestradores reducen la alimentación a las ví­ctimas para evitar llevarlos constantemente a evacuar, "si haces algo, te mato hijo de la chingada, me decí­a el ángel guarecí­an cuando, con una pistola en la cabeza, me llevaba a orinar".
Una vez me dieron de comer huevo, luego restos de tacos y una mitad de una torta de jamón. No más. Tampoco yo les pedí­ mucho, querí­a matarlos, pinches perros.
"Me pidieron unos datos personales, pruebas de vida para mi familia, ellos ya estaban por pagar el rescate, no eran los 4 millones solicitados, en nada se acercaba, pero lo tomaron sin quejarse. Se vendieron cosas, la familia quedó endeudada, pero el dinero salió.
"Te vamos a quitar las esposa, si haces una pendejada, te mato", le decí­an los captores a Jony cuando ya lo iban a subir a una camioneta para sacarlo de ese encierro.
"Salimos de Acayucan en un coche, me di cuenta, me llevaron por las comunidades y por allá le lanzaron a la maleza en una parcela. “Acá te quedas, puto, y si volteas o haces una pendejada, por ahí­ viene uno en un amito, que te va matar”, fue la última advertencia y se marcharon.
"Me dejaron descalzo, con una camisa hecha jirones, vi la luz, y comencé a correr hacia ella. Llegué a un pueblo, lo conocí­a. Me encontré a unos amigos, jugaban baraja, yo totalmente ido, un poco aturdido por la reacción. Me dieron un trago de coca y un cigarro. Los dejé y seguí­ caminando.
"Oye, yo te conozco", me dijo una chica a quien respondí­: “tú me conoces, pero yo a ti no”, me dijo que no tuviera miedo, me tomó de la mano y me metió en una casa. Era de una tí­a, “hijo, bendito Dios, estás vivo, ven-ven, llama a tu casa”. Eso hice, llamé a mi familia, y ahí­ si me quebré. Comencé a llorar y a dar gracia a Dios, saqué todo, ese odio se convirtió en lágrimas de agradecimiento. Estaba vivo, habí­a sobrevivido al secuestro. El dolor del hombro ni si quiera los sentí­a. Jamás olvidaré la imagen de la señora cuando me abrazó y me besó. Me sentí­ renacido.


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