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Martes 06 diciembre, 2016

Traumas de Javier Duarte

•El origen del desastre
•Frustrado, se vengó de todos

1

Los traumas que Javier Duarte arrastra de la vida lo despeñaron como gobernador de Veracruz.
En el Instituto Rougier, donde estudió los tres primeros años de la primaria, le apodaban “El come/moco”.

Luis Velázquez

Gordito y con la voz de flauta, voz de pito, la misma voz que tení­a Francisco Franco, los colegas de la escuela se pitorreaban.
En Córdoba, donde terminara la primaria, quiso pertenecer a la cofradí­a de los alumnos hijos de ricos y se frustró más.
La muerte de su padre en el temblor del 85 en la Ciudad de México lo descarriló.
Igual que Fidel Herrera quien de adolescente vendí­a longaniza y cocadas en Cosamaloapan para ayudar en el gasto de la casa, Duarte se levantaba temprano para hacer el pan en la panaderí­a de su señora madre.
Luego, agarraba la ruta de Omealca a Tezonapa, con el pan en una canasta al hombro, a vender de pueblo en pueblo, según contaba en un autoexorcismo.
Su primer trabajo con Fidel Herrera fue de telefonista en que los amigos reporteros de Veracruz le dictaban todos los dí­as un resumen de las noticias importantes para entregar al “tí­o”.
Pero como no sabí­a escribir tecleaba como las gallinitas picoteando el maí­z, grano por grano, de tecla en tecla, para llenar el buche.
Igual de jodido que otros, magnate ya Rafael “El negro” Cruz, de Nopaltepec, solí­a invitarlos a comer en el mercado y luego cruzaban la calle para comprar tres trajes al precio de uno, baratos y en oferta, uno de los cuales regalaba a Duarte.
En las noches, Fernando Chárleston junior llegaba al departamento donde Duarte viví­a y como toca la guitarra se la pasaban cantando a José José con licor barato para olvidar las heridas sociales y económicas.
Al lado de Fidel en la secretarí­a de Gobernación, Jorge Carpizo McGregor, conoció al rector de la Iberoamericana, y logró una beca para estudiar la licenciatura, mientras Karime era hija del riquillo de Coatzacoalcos.
Y como infancia es destino (Sigmund Freud), y como el odio social suele traducirse en venganza cuando se accede al poder (Gregorio Marañón en “Tiberio, historia de un resentimiento”), el alma de Duarte fermentó en la venganza.

2

“El gordito” con voz de pito, rechazado por la elite social cordobesa, se llenó de frustraciones.
Además, nunca perteneció a un grupo polí­tico. Y si quiso cobijarse en el duartismo era porque significaba la única esperanza y la única salida.
Y más, porque es un hombre bipolar, influenciable, irritable, rencoroso y vengativo, que ni perdona ni tampoco olvida, y en la primera oportunidad, se venga, y se venga devolviendo “ojo por ojo y diente por diente”.
Caprichudo, pero sin carácter, fue, sin embargo, hábil ante Fidel Herrera, con quien brincara de telefonista a secretario particular, por un solo atributo: a todo le decí­a sí­.
Sí­, le decí­a como subsecretario de Finanzas y Planeación.
Sí­, como titular de la SEFIPLAN.
En las versiones del fidelato siempre se aseguró que depositaba un millón de pesos diarios a la esposa del góber fogoso.
Y si se considera que en un año hay 364 dí­as son 364 millones que nada significan ante el presupuesto anual de cien mil millones de pesos.
Pero al mismo tiempo que depositaba para Fidel y para la familia, también arañaba el presupuesto.
Pronto aprendió, con el doctorado impartido por Fidel Herrera en la Universidad de Harvard, campus Nopaltepec, que en polí­tica, como afirmaba Carlos Hank González, “lo que se compra con billete… sale barato”.
Y una vez ascendido al poder fue “de todo y sin medida”.
Era la hora de desfogar traumas y fobias.
Y vengarse, poniendo a todos sus pies.
Y se vengó de todos, enriqueciéndose a la sombra del poder y desde el poder, soñando con transfigurarse en un nuevo rico, olvidando, sin embargo, la enseñanza de Gabriel Careaga en su libro clásico sobre las clases medias: los ricos de abolengo nunca, jamás, aceptan del todo a los nuevos ricos, y más, si son ricos sexenales.
En todo caso, les abren la puerta, y al mismo tiempo, los usan.

3

Por eso, trepado en la cresta del poder lo quiso tener todo.
Tuvo, por ejemplo, su ranchito en “El faunito, 60 mil metros cuadrados, con 15 habitaciones, y una capilla con 14 bancas.
¡Ah!, pero también, una cava con más de 300 vinos nacionales en el momento de ser embargado.
Y que según las versiones de los mismos duartistas “El faunito” honraba su nombre porque era el centro de las orgí­as, donde los invitados eran barbies, cortesanas y gays.
La diversidad sexual, pues.
También tuvo su lanchita italiana de 9 millones de pesos para navegar en el Golfo de México y desembarcar en el rí­o Papaloapan, a la altura de Tlacotalpan, en su otra residencia, a nombre de su amiguito Franky Garcí­a.
Y cada dí­a se gastaba 4 millones de pesos sólo para que le tiraran incienso a su paso, con pagos millonarios a varios medios nacionales, entre ellos, a TV Azteca, Televisa y Milenio TV.
Y para su defensa contrató los mejores despachos jurí­dicos de la nación. Uno de ellos, el del jefe Diego Fernández de Cevallos. Otro más, el del Procurador de Justicia de la República, Raúl Cervantes. Y otro más, el del hermano del secretario de Gobernación, Miguel íngel Osorio Chong.
Un viernes de carnaval habló por teléfono al secretario de Finanzas y Planeación:
“Enví­ame cien millones de pesos” le ordenó.
Un dí­a, el primer Contralor, Iván López, se emborrachó con los amigos en la oficina. Ebrio, dijo:
“Karime Mací­as es insaciable. Todo quiere”.
Ignoraba que le tení­an una cámara oculta. Y lo grabaron. Y Duarte lo despidió.
En aquellos dí­as turbulentos de las marchas de la UV en Xalapa para el pago de los 2,500 millones de pesos de deuda citó al gabinete social y al Consejo de Administración del Instituto de Pensiones en la Casa Veracruz.
Los plantó. Flavino Rí­os presidió la junta. Y a la mitad de la reunión, Javier Duarte se enlazó en videoconferencia.
Estaba briago en “El faunito”.
Y luego de putear a varios lí­deres sindicales miembros del Consejo de Administración del IPE, colérico, dijo con su voz de flauta:
“¡No le voy a pagar a la UV! ¡No le voy a pagar a la UV!”.
Era Javier Duarte. “En la plenitud del pinche poder”.
El niño a quien apodaban “El come-moco” vengándose del mundo polí­tico que lo menospreciara.
Cumple hoy 52 dí­as prófugo de la justicia.


3 comentario(s)

Handel 13 Dic, 2016 - 18:32
Error error, no le decian el come moco, le decian el cacha mocos

Muy bien ,no deja de ser el come moco por eso pasó lo que ya sabemos,eso le pasa a los ,imb 12 Dic, 2016 - 19:02

Francisco Ochoa 08 Dic, 2016 - 01:06
Me vomitè

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