”Víbora chillando” en PGR
•Varios asuntos pendientes
•Caso Javier Duarte, espinoso
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Arely Gómez dejó en la PGR “la víbora chillando”. El relevo, Raúl Cervantes Andrade, enfrenta un tsunami para demostrar, ajá, que en el país hay justicia. Y más con temas candentes.
Luis Velázquez
Ayotzinapa, Tlatlaya, Nochixtlán, Teltecingo y Tanhuato, entre otros, y que significan el más alto atropello a los derechos humanos en una nación donde Enrique Peña Nieto pidió perdón por la Casita Blanca y en donde, además, dice, que “nadie puede tirar la primera piedra” ante tanta corrupción y en donde, de paso, advierte que ningún presidente de la república se levanta cada día para joder.
Pero además, la ex Procuradora dejó pendiente atrapar a los culpables de la emboscada a militares en Culiacán.
Y por añadidura, encarcelar a los barones de la droga, algunos de los cuales han extendido sus redes al otro extremo del mundo.
Más aún: la Procu dejó a la mitad del río turbulento el caso de Javier Duarte, declarado prófugo de la justicia, y el primer gobernador en funciones expulsado del PRI.
Claro, también dejó latente los casos de desvíos de recursos federales con los ex gobernadores de Quintana Roo, Roberto Borge; Chihuahua, César Duarte; Nuevo León, Rodrigo Medina, y Sonora, Guillermo Padrés.
Con todo, ha sido premiada con la secretaría de la Función Pública, quizá para que Los Pinos se congraciaran más con Televisa.
Ninguno de tales asuntos esclareció.
Y si hace un año que los gobernadores Jaime Rodríguez, “El bronco” y Claudia Pavlovich denuncian a sus antecesores con pruebas documentales, el tiempo político está encima de
la PGR, pues el año entrante habrá comicios en el Estado de México, la joya de la corona electoral, y en el año 2018, de presidente de la república y de gobernador en la otra gran reserva social de la república, como es Veracruz.
Y si un año después, Rodrigo Medina y Memo Padrés siguen libres, la historia se repetiría, digamos, con Javier Duarte.
A pesar, incluso, de estar acusado de delincuencia organizada y lavado de dinero, más enriquecimiento ilícito y peculado.
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“La papa caliente” del caso Duarte se fermenta y revuelca más por lo siguiente:
Está claro que a nombre de Enrique Peña Nieto, el secretario de Gobernación, Miguel íngel Osorio Chong fue el primero en pedir la renuncia, mejor dicho, la solicitud de licencia de JD al trono imperial y faraónico en que convirtió la gubernatura de Veracruz.
“Sepárate del cargo y enfrenta las acusaciones. Necesitamos entrar en tu estado para atender la grave crisis de seguridad y no podemos hacerlo mientras tú estés ahí”, le dijo el presidenciable ex gobernador de Hidalgo (El Universal, Salvador García Soto, 26 de octubre, 2016).
Para entonces, el presidente del CEN del PRI, Enrique Ochoa Reza, tenía demasiada caminada su expulsión del partido tricolor.
Incluso, y luego de la caída de JD, el presidente de la república tocó el asunto y aceptó que el PRI es “el artífice y constructor de grandes instituciones”, pero que al mismo tiempo, no está “exentos de errores, no está exento de fracasos, no está exento de desaciertos”.
El vocero de la Comisión Nacional de Justicia Partidaria del tricolor, senador Arturo Zamora, también abonó el caso Duarte, a la hora de la expulsión:
“La decisión que acabamos de tomar es unánime. Duarte ya no es más miembro de nuestro partido”.
Incuso, lo más canijo: “No es una persona honesta, es una persona non grata”, dijo.
Y aun cuando JD todavía puede impugnar la decisión ante el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, ante el manotazo de Los Pinos “palo dado ni Dios lo quita”.
Por eso, y con tantos pendientes encima, el nuevo procurador de Justicia de la nación ha de darse prisa a consumar la voluntad presidencial.
Ya veremos si es detenido lo más pronto posible, y en caso de estar, ya capturado, incluso, el momento político en que lo anuncien.
Hoy se cumplen 10 días como un político fugitivo, que anda huyendo, “a salto de mata”, con sus cinco perros mascota y el par de caballos preferidos de su esposa, la amazona, hábitos deportivos propios de ricos.
“Que cada quien responda de sus actos” dijo Peña Nieto en el foro de negocios “Impulsando México”, el martes 25 de octubre, cuando JD llevaba siete días prófugo de la justicia.
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Ningún político de la nación ha ocupado tantos espacios y titulares en los medios. “El País”, por ejemplo, en su edición latinoamericana le ha dedicado más de diez reportajes, de tal manera que hasta podría pedir regalías.
Y es que JD transgredió todos los límites. Por ejemplo, su familia (esposa y hermanos) beneficiados con el dinero público. Su esposa y su familia (la hermana, los padres, los primos, los cuñados y hasta el suegro de una prima) privilegiados con la buena vida sexenal.
El caso de los prestanombres y la red financiera que creó para adquirir propiedades en Veracruz y en el resto de la nación y en Estados Unidos y España.
El caso de las empresas fantasmas y el desvío de recursos federales, destinados, por ejemplo, para la educación y la salud pública.
Ordeñó los recursos federales. Ordeñó los recursos estatales. Y si la PGR lo tiene acusado de delincuencia organizada y lavado de dinero, caray, queda la duda y la sospecha de si también fue financiado por los carteles y cartelitos a cambio, como en el caso de Tamaulipas con Eugenio Flores Hernández y Tomás Yarrington, de jugosas ganancias millonarias en dólares.
La PGR lo atrapa y procesa y sentencia y lo obliga “a devolver el dinero robado” o el peñismo descarrilará por completo.
Diez días de su “gran escape”.