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Escenarios
Viernes 30 septiembre, 2016

Los dí­as felices de Duarte

•Borracheras de 24 horas
•De la plenitud al infierno

1

En las primeras semanas de diciembre 2010, el gabinete legal y parte del ampliado y los amigos de Javier Duarte, JD, conocieron el estilo personal de ejercer el poder que habrí­a en el viaje sexenal.

Luis Velázquez

Una tarde, por ejemplo, sonó el teléfono en la casa de un secretario:
--¿Dónde estás?, preguntó el góber tuitero, quien todaví­a no era fans del Internet y las redes sociales.
--Aquí­, en mi pueblo.
--Vente para acá.
--¿Dónde estás?
--En Casa Veracruz.
Y el secretario, ni modo, dejó a la familia con la mesa servida, casi para cenar, y partió a Xalapa en medio de la noche.
En Casa Veracruz encontró a unos diez compañeros más. Cenaron carnes con vino tinto que, entonces, el Vega Sicilia, del que la botella más baratita cuesta 5 mil pesos hasta llegar, incluso, a veinte, y luego, le dieron algo más pesado al estómago con whisky
Felices, pasaron la noche y vieron el amanecer.
Siempre, mejor dicho, casi siempre, estaban entre ellos los cuates. Jaime Porres, Franky Garcí­a y el rejoneador y primer espada, Moy Mansur.
A veces, a ese grupo privilegiado, y hacia más allá del amanecer, se uní­an Érick Lagos, cuya filosofí­a de vida ya era la frase catatónica de que “hay cosas que ni la esposa ha de saber”, y Jorge Carvallo Delfí­n, denominado por su padre “el hijo más ruin que he tenido”.
Pero por más y más horas que pasaran juntos libando, JD siempre era sereno, pausado, mesurado, pues “aguantaba mucho y como entonces era gordo llenar la timba costaba mucho” dice uno de aquellos nostálgicos comensales.
Toda la noche chupando, hacia el amanecer los estragos apenas y se le veí­an al góber tuitero, digamos, en la vista cansada, pero nada de estruendoso, salvo, claro, la carcajada del poder, celebrando los chistes, las bromas y las anécdotas.
Sin luces propias, pues, y por ejemplo, y como no es un tipo que lea libros ni menos guste de pensar y escudriñar, jocoso, tipo común, sin construir un discurso, sin gracia, desaliñado, mal vestido, el saco guangote y con las mangas cubriéndole hasta los dedos, sin una formación cultura, habrí­a paseado en términos normales como un burócrata mediocre.
Pero Fidel Herrera lo nombró subsecretario y secretario de Finanzas, y en base a los secretos de Estado, construyó la candidatura a gobernador metiéndose hasta la cocina del góber fogoso.
Y se convirtió en el mandatario número 73 en la historia local a los 38 años, el tercero más joven en llegar al trono imperial y faraónico que ahora lo tiene en la mira de la PGR, acusado de enriquecimiento ilí­cito, peculado e incumplimiento del deber legal.
“Ojalá y estuviera en la cárcel” ha dicho el Auditor Superior de la Federación, Juan Manuel Portal.

2

A veces, en las borracheras afloraba la vocación artí­stica del grupo duartista.
Por ejemplo, Fernando Chárleston junior, el ex diputado federal y cuarto secretario de Finanzas y Planeación durante un año, tocaba la guitarra, y aun cuando a él le fascina José José y rasgaba sus canciones, Caleb Navarro, subsecretario de Infraestructura y Obra Pública, le hací­a segunda y también cantaba a José José.
José Ricardo Ruiz Carmona, “El Pepí­n”, con fama pública de que en su tiempo en el Sistema de Agua y Saneamiento las arcas fueron saqueadas, incluso, la misma mañana en que fue relevado por José Aniceto Tello Allende, también cantaba.
Él siempre preferí­a interpretar “A mi manera”, la canción del mafioso Frank Sinatra.
“Pero sólo me la sé… en inglés”, se disculpaba, y en un inglés de Harvard la cantaba, polí­glota que era el grupo duartiano.
Luego, Ví­ctor Alvarado, secretario del Medio Ambiente, famoso por sus verificentros, (en Puebla cobran 250 pesos el sello y en Veracruz 400), tomaba el micrófono y lo seguí­a con “A mi manera”, pero en español, el pobrecito.
Con frecuencia, Luis íngel Bravo Contreras, que devino de titular del IVAI a procurador y a Fiscal, quedaba con las ganas de cantar, pues ante tanto barí­tono se reprimí­a.
Viví­an, entonces, “la plenitud del pinche poder”, como dijera el clásico de Barcelona, que Olof Palme también acostumbraba en noches magistrales acompañado de Regis Debray, Danielle Mitterrand, la esposa de Franí§ois Mitterrand, y Gabriel Garcí­a Márquez.
Ninguna nube anunciando el huracán de la PGR se asomaba en el dí­a con dí­a.

3

El 20 de diciembre de 2014 fue memorable.
Para la fecha, el grupo habí­a dejado de tomar whisky y pasado a tequila, porque era y es la bebida preferida del presidente Enrique Peña Nieto, y como quien dice, todos institucionales.
¡Pa”™pinche borrachera que agarró aquella noche/madrugada Luis íngel Bravo Contreras!
Por ejemplo, en el fervor etí­lico creyese (según escriben los puros del lenguaje) un seductor capaz de vencer los muros Donald Trump y en un momento del viaje oní­rico querí­a besar en los labios a Elizabeth Morales, Elmo, cuyo video abrazadita con la Shariffe en altamar guardaba en su celular.
Terco, obsesionado, una y otra y otra y otra vez el Fiscal insistió en su deseo reprimido, hasta que de pronto, Javier Duarte llamó a su jefe de seguridad y de palomita se lo llevaron a su camioneta y de ahí­ a casa.
Desde un rincón, el único reportero invitado, Federico Lagunes, el ceniciento del góber fogoso, miró el paisaje y quedó con las ganas de tomar la fotografí­a en su cel.
Aquella noche/madrugada, todos estaban, incluidos algunos de los diputados federales que, por ejemplo, el miércoles 28 del mes que corre se excusaron para una comidita en Casa Veracruz, pretextando, ajá, la tarea legislativa por el bien de la nación.
A todos les fue bien aquel diciembre, en ví­spera, digamos, de la noche navideña.
Por ejemplo, Gabriel Deantes Ramos llegó por ahí­, sin invitación, porque semanas anteriores JD lo habí­a exhibido como un traidor a su confianza al lado de Édgar Spinoso Carrera y los cesó a 8 columnas en un periódico.
Arrimado en el festí­n, tipo que apestaba como polí­tico, caí­do en desgracia, Deantes se arrinconó como pudo, aguantando el desprecio y el menosprecio del Jefe Máximo de la Revolución Priista Hecha Gobierno.
Pero más tarde, hacia la madrugada del dí­a siguiente, los vientos le empezaron a cambiar.
Y en la euforia, JD le dio su regalo navideño y le dijo que estaba perdonado y lo nombrarí­a secretario de Desarrollo Social.
Pero hacia las 4, 5 de la mañana el góber tuitero le dijo que mejor la secretarí­a de Trabajo y Previsión Social, porque Marco Antonio Aguilar Yunes estaba predestinado para la curul federal.

4

En aquel diciembre del 2014, muy echado pa”™lante, JD confió a los pocos duartistas fieles y leales en la madrugada, casi amaneciendo, su gran secreto de Estado.
“Héctor Yunes ni Pepe Yunes serán candidatos a la gubernatura. Yo llevo 6 pasos adelante”, decí­a, y en la explosividad etí­lica los enumeró:
Primer paso, como quien dice, primer prospecto, Érick Lagos.
Segundo paso, Alberto Silva.
Tercer paso, Jorge Carvallo.
Cuarto: Adolfo Mota.
Cinco: Marco Antonio Aguilar Yunes.
Y sexto, Elizabeth Morales, a quien aquella noche, primero, le ofreció la subsecretarí­a de Desarrollo Social para seguir proyectándola, y luego, quedó con la candidatura a diputada federal.
“Mejor la curul”, dijo Elmo, la mirada radiante porque la habí­an librado del fauno.

5

Autoritario, chocante, insolente, sobrado y pagado de sí­ mismo, Pepe Murat era asesor de JD, igual que con el góber fogoso.
Y gustaba de imponerse sobre el gabinete legal y ampliado.
Y más, con unos tequilitas.
Un dí­a, a Marí­a Georgina Domí­nguez Colí­o, la primera vocera, le urgí­a acordar con el góber tuitero.
--A ver, Gina, que ya nos vamos, ¿qué traes? le preguntó JD.
Y antes, mucho antes de que Gina contestara, Pepe Murat le arrebató el micrófono y dijo:
--Sí­, Gina, rápido, que ya nos vamos. Mejor dicho, vámonos, gobernador.
En contraparte, el otro asesor, Enrique Jackson Ramí­rez, gustaba chiquetear la copa y acariciaba el vaso y le daba vueltas y luego disertaba sobre su estrategia polí­tica para resolver los grandes temas nacionales que le tocaron como legislador de la república.
El Yo/yo terminaron llamándole los duartistas.

6

Robert D Niro filmó una pelí­cula llamado “Buenos muchachos” (Martí­n Scorsese, 1990), una especie del Club de Tobi que a JD le fascina, porque, y por ejemplo, en las tertulias etí­licas nunca, jamás, invitaban mujeres ni menos, mucho menos, son como aquel compadrito que a la cuarta copa debí­a tener mujer a un lado.
Y los “buenos muchachos” construyeron su mundo aparte, para ellos solitos, la felicidad plena.
Y un dí­a, todos ellos, igual que los duartistas ahora, descubrieron que habí­a un mundo aparte, y lejano, de ellos.
Los duartistas, pues, enfrentando la realidad que ignoraron.
La guillotina de la PGR y de la Auditorí­a Superior de la Federación y del Sistema de Administración Tributaria, y hasta del CEN del PRI, mejor dicho, la cuchilla de Los Pinos, encima de ellos.
¡Bienvenidos a la realidad! como decí­a el subcomandante Marcos.


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