•Antes vendí­a casas, ahora se dedica a buscar a su hijo y a otros muchachos, hijos de otras compañeras, cuyas fotos tiene en un altar al que dedica oraciones para que pronto aparezcan todos

Detrás de las casi 100 madres que integran el colectivo de familiares en búsqueda Solecito de Veracruz, hay al menos tres mujeres que desde que arrancó la conformación de este grupo se la han rifado ante las autoridades contra los delincuentes y contra el miedo mismo.

Si el fiscal Luis íngel Bravo Contreras, exquisito como es, niega el hallazgo de fosas clandestinas, ellas tres de inmediato se organizan para desmentirlo y aportar pruebas para que el gobierno haga su trabajo y que nunca más se esconda a los muertos “bajo la alfombra”.

Si Javier Duarte de Ochoa quiere presumir su cercaní­a con las madres que buscan a sus hijos, para mostrarse como un estadista, esas mujeres lo callan y lo descartan como interlocutor. A diferencia de muchos polí­ticos y personajes en busca del aprecio del gobernador, ellas no lo toleran, nunca lo han hecho, y siempre lo tienen contra las cuerdas exigiéndole rendición de cuentas.

Si Roberto Campa, sub secretario de Derechos Humanos de la Secretarí­a de Gobernación, las deja plantadas para alguna reunión ya agendada con antelación, las mamás corren a la comandancia de la Policí­a Federal y la toman para ejercer presión.

Y si las autoridades en Veracruz no quieren investigar, ellas ven como le hacen, tocan puertas, hacen manifestaciones, campañas en redes sociales, pero hasta ahora, por ejemplo, han logrado ser tomadas en cuenta por la Policí­a Cientí­fica, que lo mismo las ayuda a procesar los cadáveres exhumados en el predio conocido como Colinas de Santa fe, hasta ir a otras ciudades a tomar muestras de ADN a familiares con desaparecidos que sirvan para integrar una gran base de datos y encontrar al mayor número posible.

Y aunque en el grupo no hay lí­der, ni coordinadora, ni presidenta, ni secretaria general, pues las mujeres ahí­ marchan bajo la mí­stica de que el dolor las hace iguales, y que todas son protagonistas de la búsqueda de sus hijos, hay tres madres que por su activismo y tareas asumidas en el colectivo, se han ganado la simpatí­a de sus compañeras y la animadversión de las autoridades: Rosalí­a Castro Toss, Marcela Zurita Rosas y Lucí­a de los íngeles Dí­az Genao.

A ni una de las tres les gusta la idea de ser lí­deres, “siempre hablamos de que somos compañeras, no nos gusta el protagonismo, y ese ha sido, creo, una de las claves de este colectivo, que siempre estamos creciendo bajo la coordinación y tareas que asumimos todas”, explica Lucí­a de los íngeles Dí­az Genao, quien ha sido voz contundente en las ruedas de prensa sobre los hallazgos efectuados en Colinas de Santa Fe.

Y si en varios años las autoridades federales y estatales han encontrado un número reducido de fosas, las madres de Solecito han dado con más de 80 puntos positivos en Colinas de Santa Fe, y de las que hasta ahora, han exhumado unos 30 cadáveres únicamente en ocho fosas procesadas por la Policí­a Cientí­fica.

Si al inicio de la búsqueda, Luis íngel Bravo tuvo la idea acallar los hallazgos, en cuestión de horas, ellas ofrecieron una rueda de prensa en la iglesia de Nuestra Señora de la Merced, del puerto jarocho, donde confirmaron incluso la presencia de un mecanismo para levantar ví­ctimas, torturar, asesinar y enterrar a más de un metro de profundidad. Todo esto ante la presunción de que la policí­a estaba enterada, pero lo toleraba.

El fiscal, zalamero, se desvive en atenciones para con las ví­ctimas del delito. Las apapacha, las seduce, les habla al oí­do y se postra ante ellas para mostrarse como el mejor aliado, aunque en todo este tiempo, no haya encontrado a ninguna persona de la agenda de los colectivos, y su carrera esté llena de pifias, como la de Palo Verde, en Xalapa.

Y como un polí­tico en tiempos de campaña, en su última comparecencia ante el Congreso Local, movilizó madres de otras agrupaciones con la promesa de que si lo acompañaban, se lograrí­an más apoyos para su causa alzando la voz ante legisladores.

Pero estas palabras dulces y esa lambisconerí­a, con Lucí­a de los íngeles Dí­az Genao, no han dado resultados. Siempre encuentra un gesto escueto y una exigencia para su caso y el de todas sus hermanas: queremos saber dónde están nuestros hijos.

Recuerda que para capitalizar la primera búsqueda en el terreno de Colinas, las compañeras vendieron frituras, organizaron rifas y vendieron ropa usada. De los 16 colectivos de búsqueda que hay en Veracruz, es Solecito el que hasta ahora marca la agenda polí­tica y social en materia de personas desaparecidas, esto después de que gracias a meses de trabajo, de insistencias, de lucha contra el miedo, se dio con las fosas de Colinas de Santa Fe, el que podrí­a ser el peor hallazgo de fosas clandestinas en México.

Esas madres arrancaron sus esfuerzos con un chat colectivo por medio de la aplicación Whats App. Quien lo abrió, nombró a ese grupo “Solecito”. Ahí­ comenzó a reunir a unas cuantas mujeres unidas por un mismo problema: un hijo, esposo o familiar desaparecido, recuerda Lucí­a Dí­az Genao.

Nacida en República Dominicana, criada y formada en México, licenciada en idiomas, Dí­az Genao es amante de la lectura. “Si quieres leer la gran literatura universal norteamericana, sin duda, lo debes hacer en inglés, nunca un autor se va apreciar tanto en una traducción, como en su lengua original” refiere.

Como en “Viaje a la Semilla”, de Alejo Carpentier, uno de sus escritores predilectos, Lucy, como le conocen las demás madres, ha tenido que viajar al interior de su misma para reconstruirse y reinventarse a raí­z de la ausencia de Guillermo Lagunes Dí­az, “DJ Patas”, sustraí­do de su domicilio en el puerto de Veracruz en junio de 2013. Ser más dura, analí­tica, exigente, y de paso, leer docenas de libros sobre derechos humanos que le han dado a su discurso, en las ruedas de prensa, en mesas de trabajo con autoridades y activistas, el diagnóstico real: en Veracruz se sufre una crisis humanitaria, y lo están pagando las generaciones más jóvenes.

Por la desaparición de su hijo, hay dos detenidos que aspiran a obtener beneficios de la justicia federal, ya lo han intentado; llevan varios meses tras las rejas al ser señalados de negociar con presuntos delincuentes que sustrajeron al DJ sin haber avisado a la familia; sin embargo, su captura no ha servicio para encontrar al joven artista.

Rosalí­a Castro Toss, odontóloga de profesión, expresa que la policí­a no ha logrado encontrar mecanismos para negociar con delincuentes cuanto se tienen evidencias claras de que están implicados en la desaparición de alguien. Ella es del pensamiento, incluso, de que se les deberí­a dar parte de la recompensa que en varios casos se ofrece para dar con una persona, pues “ya en varios expedientes hay detenidos, y se les tiene señalados, pero nuestros familiares no parecen”.
El de la doctora Castro es uno de los casos más antiguos en Solecito, data del 24 de diciembre del 2011, fecha en la que desaparece Roberto Carlos Casso Castro, de 41 años, y su novia, Cyntia Vicencio Delgado; ambos viajaban de Veracruz a Huatusco, de donde es originaria la familia de la doctora, pero en el camino, algo pasó, y jamás llegaron a la cena de Nochebuena.

La doctora Castro habla de dos mujeres. Una antes y otra después de la desaparición. Es otra de las piezas clave dentro del colectivo. Es de las que más se ha capacitado, cuenta con amplia experiencia, y siempre “que nos llega una nueva madre con un desaparecido, la asesoro, me veo tan reflejada en ella, de cómo me traí­an a las vueltas en el MP, de todo el tiempo que me hicieron perder con vueltas y trámites engorrosos, ahora hago lo posible por qué a las nuevas no les pase eso”.

Rosalí­a Castro, hasta hace unos años, era una exitosa odontóloga en su natal Huatusco; se habí­a retirado con ahorros, y con la satisfacción de haber conocido varios paí­ses gracias a su trabajo, la disciplina financiera y a una acomodada posición económica que al comenzar la búsqueda de su hijo, se ha debilitado.

“Mis ahorros del retiro prácticamente me los acab锝 dice.

Antes, “me preocupaba vestirme bien, andar con pintura en la cara y maquillaje, ahora no soporto nada de eso, ninguna prenda va conmigo ya”.

Lejos de los lujos, ahora luce ropa viejita y anda con zapatos rotos y sucios.

Si en algo ha gastado, es en capacitación. En el colectivo, ella y Lucí­a de los íngeles Dí­az fueron las primeras en viajar a Guerrero a buscar apoyo de las organizaciones que ahí­ estaban organizándose para buscar a sus seres queridos, y ya con resultados; y fue como recibieron las primeras capacitaciones de como buscar en campo.

Para organizar la búsqueda en el rancho de Colinas de Santa Fe, cuenta, el aspecto financiero resultó apremiante, pues tení­an que traer desde allá a los especialistas que les dieron la capacitación y las experiencias en campo. Pagarles el boleto, la comida, la estancia y comprar herramientas especiales, como las varillas que se entierran en el suelo, y cuya punta después se huele identificar la carne putrefacta.

La casa de su hijo, en el puerto de Veracruz, la dispuso como bazar de ropa usada y centro de acopio para la causa de Solecito, pues en cuanto a recursos, se marcha al dí­a. El mismo inmueble ha sido habilitado “como alberge para los expertos que nos vienen a apoyar de otros estados”.

A la semana, estima, debe hacer unos tres viajes en al puerto jarocho o a Xalapa para las diligencias de la búsqueda. Ya sea a la Fiscalí­a o al terreno en Colinas de Santa Fe. Hay veces que el viaje sale en unos 800 pesos, ya que además, debe costear chofer.

La CEAV, instancia creada por el Estado para dar asistencia a las ví­ctimas del delito, y sobre todo apoyar económicamente este tipo de movimientos, le debe todos los cheques de reembolsos. “Ya les dije que me vale madres, ya ni sé cuánto me he gastado, ya para que lo anoto”.

En esos gastos se han ido sus ahorros y uno que otro ingreso de negocios pequeños, y llega el momento que no hay para comer en un buen lugar, “compramos pan, atún, mayonesa y nos hacemos sandwichs.

Al dí­a, “me fumo menos de una caja de cigarros… sé que es malo para mi salud… pero soy muy nerviosa, y de por sí­ con esto. Sí­ duermo, pero empastillada”. Rosalí­a Castro vive sola, es divorciada. Adulta, no se ha quedado atrás en la búsqueda en campo, lo mismo jala la pala, chapea la maleza o entierra la pala para excavar. Es raro verla reí­r, sostiene que ama a su familia, pero siempre les pide el favor de que la consideren si, al ir a una fiesta con ellos, a los 10 minutos “me tenga que salir, porque no soporto las risas, no es que ellos tengan la culpa de lo que a mí­ me pasa, pero… ya no puedo estar ahí­”.
Marcela Zurita Rosas también sabe de ese dolor que únicamente se puede sanar con largas horas de soledad, reflexión, y en su situación, realizando oraciones a los ángeles, a Dios.

"En mi casa tengo un espacio para mi hijo, ahí­ lo tengo rodeado de ángeles, y a su vez están mis otros hijos, los que son de compañeras de dolor y que me han permitido tenerlos ahí­", cuenta la otra voz visible en Solecito.

Marcela Zurita Rosas acaba de regresar de una diligencia en el sur de Veracruz para visitar cárceles. Por Solecito, le tocó coordinar la visita de algunas compañeras a CERESO para buscar entre la población interna a algún posible hijo extraviado.
De la misma forma, le ha tocado organizar tomas de muestras de ADN para cotejar registros de ausentes con los restos que están siendo exhumados de la gran fosa en Colinas de Santa Fe. Ante tantos muertos, la esperanza de muchas de estas madres, es que al menos unos encuentren a sus hijos, no como quisieran, vivos, pero cuando menos para dejar la zozobra a un lado y pasar al duelo.

Marcela Zurita, antes una agente inmobiliaria de éxito en Córdoba y Orizaba, tiene reportado como desaparecido a su hijo Dorian Rivera Zurita desde el 11 de octubre del 2012; en este caso, acontecido en Córdoba, se percibe el tufo de la participación de autoridades. Ella lo sabe y por ello siempre se encuentra alerta, vigilante, mesurada en las palabras. De muy bajo perfil.

Antes del peor dí­a de su vida, se dedicaba a la venta de casas, oficio que aprendió con los años, y del cual obtuvo muchas satisfacciones. Dorian Rivera Zurita le seguí­a los pasos laboralmente, algo más que la uní­a a él. "Él trabajaba en bienes raí­ces, y también estudiaba derecho, yo me iba a meter a estudiar con él cuando eso pasó", relató, y por muchos meses, el mundo se le desmoronó, ya que en principio, era "huérfana", y sola andaba en las oficinas del MP en busca de respuestas sobre la ausencia de su hijo y la inacción gubernamental, las cuales nunca llegaron.

En junio de 2014, recuerda, ella se sumó a Solecito tras haber conocido a Rosalí­a Castro en una marcha a favor de la liberación de la periodista Maryjose Gamboa, quien habí­a sido encarcelada por haber dado muerte a una persona de manera accidental, situación que el gobierno de Javier Duarte de Ochoa capitalizó polí­ticamente, al ser ella crí­tica a su gobierno y excandidata de un partido opositor. Marcela Zurita viajó desde Córdoba a Veracruz para presentar el respaldo a la comunicadora, pues coincidí­an en ser ví­ctimas de las injusticias del gobierno estatal.

"Cada hermana que se va agregando y que nos vamos tomando de la mano me va dando más fuerza y menos miedo porque sé que entre más ojos más manos más corazones latiendo igual que el mí­o estamos más cerca de encontrar a mi hijo y mis otros hijos porque ya son nuestros todos" finalizó.