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8 Columnas
Lunes 26 septiembre, 2016

No queremos la paz y el progreso a sangre y fuego...


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Pero sí­ necesitamos exterminar corrupción e impunidad para sobrevivir como nación

Con todo el ostracismo a que fue condenado el General Porfirio Dí­az, hoy lo recordamos aunque no oficialmente, como un constructor de las principales ví­as de comunicación interna y remodelador de los principales puertos marí­timos que han servido como la puerta de América, por donde llegó la conquista y la civilización española a México; además de promotor del desarrollo económico y comercial de finales del siglo XIX y principios del siglo XX (mantuvo la paridad del peso frente al dólar 1 por 1), y en el caso particular del puerto de Veracruz, éste se convirtió en la puerta de defensa de la soberaní­a nacional y curiosamente también fue utilizado por el General Porfirio Dí­az Mori, cuando insostenible su permanencia en la presidencia, renuncia al cargo y se auto exilia hasta su muerte ocurrida en Parí­s Francia en 1915.

Desde que asume la presidencia de la república el general Porfirio Dí­az, supo que la paz pública era la demanda principal de la población y que después de vivir en paz, los campesinos reclamaban la tierra, los obreros demandaban salarios justos y prestaciones laborales, los jóvenes demandaban acceder a la educación y todos propugnaban elevar su calidad de vida mediante el desarrollo en la economí­a, la ciencia y la tecnologí­a. Pero siendo un general héroe de mil batallas, se preocupó por lo fundamental y se volvió "el héroe de la paz", puesto que terminó con la inseguridad en caminos y carreteras, acabó con ladrones y asaltantes y controló rebeliones militares y revueltas indí­genas, para alcanzar a toda costa "la paz".

En estos tiempos como si fuera cí­clica la demanda de los mexicanos, el reclamo por la tranquilidad y paz en el territorio nacional, también se ha convertido en la principal demanda de la sociedad, que se duele de la desaparición forzada de familiares, amistades y conocidos; del secuestro, muerte y desaparición igualmente de familiares, amistades y conocidos y de los asaltos y extorsiones perpetrados por delincuentes vinculados a los cuerpos de seguridad policiaca y protegidos en muchos casos desde el poder, con nuevos cacicazgos de gobernadores, alcaldes, diputados, mandos de policí­a y capos del tráfico de personas y de drogas.

Los miembros del Poder Judicial en todos los niveles, son quienes promueven la "impunidad" a los delincuentes, evitando su ingreso a la cárcel y la aplicación de penas establecidas en el catálogo de delitos, que con el nuevo Sistema Penal en el que al amparo de la presunción de inocencia se deja libre a los autores intelectuales y materiales de proditorios crí­menes y atracos a las finanzas públicas, a cambio de las dádivas económicas que han convertido en millonarios a secretarios, jueces, magistrados y ministros del más alto tribunal en este paí­s.

Pero la cadena de la corrupción, no se cierra sin la participación del Poder Legislativo local y federal, porque los nombramientos de las altas autoridades " jueces y magistrados" del poder judicial, son propuestos curiosamente por los titulares del Poder Ejecutivo Estatal y Federal (gobernadores y presidentes), lo que permite que personajes impreparados, sin cumplir requisitos de ley y mediante la dispensa que otorga el mismo Poder Legislativo, sin carrera judicial y sin calidad moral, sean nombrados por periodos prolongados (por el término de diez años), inamovibles y con fuero para no ser removidos del cargo; de donde resulta por obviedad recí­proca, la complicidad del Poder Judicial con el Legislativo y ambos poderes con el Ejecutivo que sin rendir cuentas, ni trasparentar la función pública, abusan del cargo amasando fabulosas fortunas, jamás soñadas por Ali Babá y sus 40 ladrones.

Las comisiones e institutos creados para proteger los derechos humanos, el derecho a la información y la protección a periodistas, han quedado por su infertilidad, como í­nsulas burocráticas que permiten (dejar hacer, dejar pasar y dejar corromper) sin que exista alguna instancia confiable que ponga fin al caos generado por la vorágine de corrupción imperante.

La carestí­a de la vida, el desempleo y la falta de oportunidades para millones de mexicanos que no pueden seguir con el engaño con que vivieron los indí­genas de la Nueva España después de la conquista y dominación española, a quienes los curas de la evangelización, los consolaban diciendo ""para que cuando mueras vayas al cielo, tienes que aguantar el sufrimiento con resignación, pues con ello recibirás la purificación de tu alma que será recompensada mediante la luz al final del túnel"". Luego de tres siglos de explotación y dominio de España, con los curas de la independencia seguidores de Hidalgo y otros próceres, la reflexión para despertar a los explotados indios y mestizos, fue haciéndoles ver que era necesario ""rebelarse ante el opresor-explotador y luchar por una vida digna en la tierra, porque: Pobre del pobre que Al cielo no va, lo chingan aquí­ y lo chingan allá"".

Como hace falta un sí­mil del General Porfirio Dí­az Mori, que desde los Pinos venga a instaurar la paz y progreso en todo México, sin mayor miramiento, ni compasión alguna contra quienes han acabado con las esperanzas de una mejor calidad de vida para la sociedad civil.


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