La penúltima pelea antes del fin se está dando en el Tribunal Superior de Justicia, TSJ, donde JD pretende imponer al presidente, pues el titular, Alberto Sosa, ha terminado de hecho y derecho su plazo y deberá entregar la silla en la primera semana del mes de diciembre del año que corre.
Con todo, busca el góber tuitero imponer más “camisas de fuerza” al sucesor, en tanto el sucesor ha marcado su raya de la decisión alentando un ejercicio libre y soberano, democrático, de los 9 presidentes de las Salas que en un pleno han de elegir, con libertad, al nuevo titular.
En un lado del ring están Javier Duarte y su operador polí­tico, el oaxaqueño Flavino Rí­os Alvarado.
Y en el otro, los magistrados que sueñan con la utopí­a de la libertad.
JD y Flavino se la juegan, en ese orden, por Francisco Portilla Bonilla, cuya diversidad polí­tica y demás está fuera de duda desde su tiempo estudiantil.
Pero si el ex alcalde y ex diputado local perdiera, como de hecho ya fue descarrilado de la presidencia de la Sala de lo Familiar y quedara como un simple visitador, entonces, en el bat empujan a Miguel Manzanilla, quien fuera presidente del TSJ con Miguel Alemán Velazco.
Y si fallara, entonces, el candidato de Alberto Sosa, Raul Pimentel, está de emergente, y quien es su aliado desde el Consejo de la Judicatura.

UNA MAFIA EN EL TRIBUNAL

En el otro lado del carril, la prensa ha ubicado a los siguientes magistrados:
José Luis Campo, Alejandro Viveros, Irma Dinora y Edel ílvarez Peña.
En la lista también incluyen a la polémica y controvertida Yolanda Cecilia Castañeda, aquella para quien “cualquier pendejo puede ser magistrado”…, menos ella, claro, con su maestrí­a y doctorado y con una vida cuestionada por su nepotismo, casi casi trepada en un burro en Coatzacoalcos cuando fue juez.
¡Ah!, pero Castañeda tendrí­a, digamos, un puntito a su favor: fue compañera de salón y de bancada de Miguel íngel Yunes Linares, el góber electo, quien hasta donde se sabe, si se sabe bien, apuesta a un ejercicio democrático en todos los órdenes de la vida social de Veracruz en los próximos dos años.
De acuerdo con la ley, el presidente del TSJ dura tres años en el trono, con derecho a reelegirse.
La mecánica es la siguiente:
El TSJ está integrado por 33 magistrados, de los cuales sólo votan los presidentes de las nueve Salas (acaban de agregar la de lo Familiar) y en un cónclave regido por un moderador, nombrado entre ellos, dan curso al humo blanco.
Pero es ahí­ donde JD y Flavino intentan meter las manos y los pies.
Según los jueces y los empleados del Tribunal están hartos de que los mismos se estén rolando la presidencia.
Y aun cuando hacia afuera se alardea de una carrera judicial, más bien pareciera una carrera de y/o entre mafias, como ahora cuando el góber tuitero sueña con imponer a uno de los suyos para seguir blindándose de cara al séptimo año del sexenio.
Por eso el descontento dominante entre los dos mil empleados del TSJ, testigos que han sido de la corrupción y el nepotismo que lastima por completo la piel social y la dignidad humana.
Y más, mucho más ahora cuando la Procuradurí­a General de la República ha decidido el siguiente paso sobre las denuncias penales interpuestas por la Auditorí­a Superior de la Federación y también por la Universidad Veracruzana y el CEN del PAN) en contra de JD y parte de su gabinete legal y ampliado y los amigos, socios y aliados.

DUARTE QUIERE PAGAR UN FAVORCITO

En la pichada también está metido Luis íngel Bravo Contreras, quien por aquí­ fue ascendido del Instituto de Acceso a la Información, IVAI, a la procuradurí­a camino a la Fiscalí­a de nueve años, descubrió su vocación hegemónica.
Por ejemplo, al momento su fuerza polí­tica y liderazgo social ante el hí­gado y las neuronas de Javier Duarte le han permitido imponer como magistrados a Patricia Montelongo, Alfonso Balderas y Roberto Dorantes y con quienes, obsesionados con el poder total, cabildea para el siguiente paso, como es la presidencia de una Sala.
Incluso, la batalla por la presidencia del TSJ, el góber tuitero arrastra una baraja oculta. Se llama Daniel Ruiz, quien fuera presidente del Tribunal Electoral en el año 2010, cuando de pronto, zas, JD ganó la gubernatura a Yunes Linares… por un puntito, reproduciéndose la historia de cuando Emeterio López Márquez fuera titular del Instituto Electoral y Fidel Herrera Beltrán derrotara, ajá, a Gerardo Buganza Salmerón, y quien cuando buscara la candidatura independiente denunciara que el góber fogoso era el mafioso jefe de la banda sexenal.
Así­, Javier Duarte está jugando con tres cartitas, de igual manera como el 5 de junio se empeñara en ganar la silla embrujada de palacio con sus candidatos alternos (Juan Bueno Torio, Alejandro Vázquez Cuevas y Cuitláhuac Garcí­a Jiménez).
Paco Portilla, su sueño.
Raúl Pimentel, la otra posibilidad.
Pero en el fondo de su corazón y su hí­gado, Daniel Ruiz, para retribuirle más, mucho más, el trastupije del año 2010.
La lucha por el poder transexenal en que Flavino Rí­os está operando como un sucio porro, aquel que ordenó madrear a los viejitos pensionados en la plaza Lerdo sólo por inconformes sociales con el pago atrasado de sus pensiones mensuales, él mismito que trafica una notarí­a fast track, por dedazo, para una diputadita local… que reprobara el examen en tres ocasiones.

ENTÉRESE RíPIDO

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