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Historias de desaparecidos
Miércoles 21 septiembre, 2016

“Tengo miedo de que también nos asesinen”: viuda de Pedro Tamayo

•Dos meses del asesinato del reportero de Tierra Blanca y 60 dí­as desde que Luis íngel Bravo prometiera justicia
•“Hija de tu puta madre, ven que te traje un regalito” advirtió un sujeto de identidad desconocida a la esposa
•“Si algún dí­a me pasa algo, que sepan todos la verdad” dice Alicia Blanco Beiza

Miguel íngel León Carmona

El teléfono vibra, avisa una llamada telefónica. Es la viuda de Pedro Tamayo, el décimo noveno reportero asesinado en el gobierno de Javier Duarte. “Se cumplen dos meses sin él. Lo extraño, hermano. Le hablo en la recámara; pero ya no me responde. Hoy también debo decirte que tengo miedo porque ya me amenazaron de muerte”.

Alicia Blanco Beiza decide que es momento de recurrir a la prensa, ya no para escribir como solí­a hacerlo con su “Perico” Tamayo, esta vez recalca que se cumplen 60 dí­as desde que se lo mataron frente a su casa y no hay un solo indicio de los asesinos. Pero, además, no obstante el resguardo policial al pie de su domicilio, alguien le dijo que hay un regalito que aguarda por ella: la muerte.

Incluso han habido agresiones fí­sicas, mismas que reserva para no alarmar a sus dos hijos. Alicia opta por entregar una serie de evidencias al reportero y desprende la frase tétrica similar a la de diversas ví­ctimas mortales en Veracruz: “Por si algún dí­a me pasa algo que se sepan todos la verdad”.

La vida de la mujer que susurra desde el teléfono no ha sido fácil, asegura. Hace unos minutos que regresó del panteón de Tierra Blanca. Apenas pudo pisar el camposanto, ofreció una canasta con rosas rojas, una veladora al sepulcro de su amado y la sugerencia de los custodios fue regresar a casa. A encerrarse, por el bien de su integridad fí­sica.

“Es muy difí­cil. No puedo estar encerrada. No es vida la que tenemos. Pero tampoco pienso irme de mi casa porque aquí­ nací­, aquí­ conocí­ a Pedro y formamos nuestro hogar. Vamos a ver que llega primero, si la justicia o la saña de estos tipos, que parece no tiene lí­mite”.

Así­ la suerte para una de las viudas que ha dejado el duartismo. La mujer a quien las posibles represalias de los asesinos de Tamayo Rosas la tienen enclaustrada en la sala de su domicilio, algo similar a un arraigo domiciliario.

Si sale es al supermercado más cercano, al Chedraui de la carretera federal Tierra Blanca-La Tinaja, allí­ donde policí­as estatales secuestraron a cinco jóvenes de Playa Vicente el 11 de enero de 2016 y luego entregaron a presuntos sicarios del Cartel Jalisco Nueva Generación.

El mundo de Alicia ahora mide unos 20 metros cuadrados. De la cama donde sueña con su esposo se dirige a la cocina para alimentar a sus hijos. Por las tardes sale al patio, donde tiene su negocio familiar, La Jardinera De Los Chef's TB, allí­ vende alitas a la diabla, hamburguesas, hot dogs, pan de avena, lo necesario para sobrevivir, aclara.

Incomodidades de la jefa de familia que se suman a los rumores que han comenzado a criminalizar a los Tamayo Blanco: “Me dicen que el gobierno compró mi silencio con tres millones y medio de pesos y dos placas de taxi. Pero que quede bien claro que con la memoria de Pedro yo no juego. Tengo miedo porque así­ comenzó a rumorarse antes de que me lo mataran”.

Pareciera que el amague de la muerte le ha llegado a Alicia más pronto que la resignación, pues hoy la tiene murmurando desde la bocina, desconfiando de todos. No omite que la noche cuando balearon a Pedro, un vecino habrí­a dado el “pitazo” (aviso) a los asesinos y que siete policí­as, que denunció ante el departamento de Asuntos Internos de la Secretarí­a de Seguridad Pública, le cortaron cartucho si acaso impedí­a que el reportero de nota policiaca librara la agoní­a. Carpeta de Investigación UIPS/DXVIII/TB/FL/217/2016-07.

Finalmente Alicia pega un tramo acerbo y comienza a relatar la última amenaza en su contra, la única que puede publicar, lamenta temerosa. Aquella vez cuando la muerte se burló de la seguridad de Luis íngel Bravo y se plantó en la entrada de su morada. Y le sonrí­o. Y la maldijo.

“HIJA DE TU PUTA MADRE, TE TRAJE UN REGALITO”

Era el medio dí­a de un sábado (Alicia no detalla cual). Ella cuidaba del amor de Pedro Tamayo: su nieto. Fue cuando un tipo “bien vestido” llamó a la puerta. Alicia lo escaneó desde su circuito de videovigilancia y confí­o en que la Fuerza Civil habrí­a aprobado su visita y se dejó llevar por la ilusión de un posible cliente en su reciente negocio de calzado. Eso pensó.

La madre y abuela salió cargando al pequeño de siete meses, avanzó unos ocho pasos hasta que la voz del sujeto la dejo inmóvil, gélida. “Ven, acércate. Te traje un regalito”, luego el hombre se llevó la mano a una cangurera, corrió el cierre y tomó un artefacto de aluminio.

“Yo enseguida me eché para atrás y corrí­ a la cocina. Al niño lo escondí­ detrás del refrigerador, porque escuché que comenzó a forcejear el candado y a mover la reja de la entrada. No pude hacer otra cosa que agarrar un cuchillo y dije si me matan a ver de a cómo nos toca. Pero luego el hombre comenzó a gritar”.

“Que te acerques, hija de tu puta madre. Que te traje un regalito”, repetí­a el sujeto de identidad desconocida. Amenazas que los elementos de la SSP no lograron escuchar, pues estaban a una esquina de distancia, atajándose del sol, bajo el follaje de un árbol. Al menos fue lo que excusaron.

Alicia, en un intento de supervivencia, se lanzó por una ventana hasta el otro lado del patio, mientras el pequeño no dejaba de llorar en la cocina. Al caer, la mujer comenzó a golpear una puerta de aluminio. “¡Auxilio!”, “ayúdenme”, los gritos daban a la calle.

El escándalo finamente fue percatado por vecinos, no por los policí­as, quienes comenzaron a señalar con bullicio al hombre de la cangurera. Éste se dio la vuelta y luego salió corriendo entre carcajadas. Versiones aseguran que un vehí­culo se dio el lujo de recogerlo. El hecho es que los uniformados no lograron seguirle la pista.

Posteriormente los sucesos fueron relatados al comandante en turno, quien respondió con una frase que la entrevistada no olvida: “No pues está cabrón. Ahí­ como tú veas, si quieres denunciar, pues hazlo”.

Lo anterior sólo es una de diversas amenazas que tienen a Alicia Blanco Beiza al borde del insomnio, sin comer, con el celular pegado al cuerpo en caso de emergencias. “¿Por qué me tocó vivir todo esto? ¿Qué más quiere esta gente? Si ya me lo mataron, ya nos partieron la madre”.

“AHORA QUE NO ESTí PEDRO, HAGO DE TODO PARA SOBREVIVIR”

Hasta hace dos meses, las redes sociales eran sinónimo de éxito para Pedro Tamayo, allí­ sus primicias policiacas de la Cuenca del Papaloapan se compartí­an todo el dí­a. Sin embargo, hoy, Alicia Blanco ocupa la plataforma virtual para rematar su comedor, su pantalla, “todo lo que le dé ganancia ella lo vende”.

Si bien la muerte de Tamayo Rosas no privó a la familia del negocio de hamburguesas, la clientela ha disminuido desde entonces. La gente no se siente cómoda de degustar los alimentos donde se acordonó la escena del crimen y más con los responsables prófugos.

Si hay venta, comparte Alicia, es gracias a los pedidos por teléfono, sobre todo de familiares y amigos. “Nos preguntan la hora en que estará listo el pedido y apenas se bajan del carro, pagan y se van. ¿Cuántos clientes podrán venir, si saben lo que pasó en mi casa?”.

Regularmente, afuera del patio se tienden dos mesas de plástico, con capacidad para cuatro personas, ocho en total. Es en dí­as festivos o inicio de quincena cuando lo clientela supera la capacidad. De manera paradójica, con la llegada del noveno servicio consecutivo, también arriban los recuerdos a la viuda.

Los hijos de Pedro Tamayo sacan la tercera mesa, la que guardan en algún rincón de la casa. Alicia mientras dora la carne de hamburguesa, le ponen frente a ella el mueble de plástico con el boquete de provocó aquel rocí­o de proyectiles. Dos de los cuales privaron la vida de Tamayo Rosas, según las partes periciales.

“Ahí­ la llevamos hermano. Poniéndole empeño a la venta y por lo menos sacamos para la comida de todos los dí­as. Apenas conseguí­ un crédito para la venta de zapatos. Si algo me dejó Perico es que uno nunca se vara ante las adversidades. De hambre no me voy a morir. De eso no” comparte la mujer en el minuto 70 de la entrevista.

“ME HIZO FALTA TIEMPO, PEDRO. DOS MESES SIN TI”

“Nos hizo falta tiempo… de caminar la lluvia, de hablar un año entero, de bailar tú y yo un bolero, mira que hizo falta tiempo”, melodí­a que conduce a Alicia Blanco hasta las lágrimas, pues se trata de la misma que le cantaba Pedro Tamayo todos las noches, luego de escribir notas policiacas y antes de dormir.

Recuerdos que invadieron hace una semana a Alicia, cuando decidió abrir las puertas de la recámara donde solí­a trabajar Tamayo Rosas. “No habí­a querido entrar, pero ese dí­a hablé con él, aunque no me contestara, allí­ él me cantaba la canción de Armando Manzanero y decí­a que no le alcanzarí­a el tiempo para demostrarme todo su amor. Luego me pegaba un beso tronado en la oreja”, comparte la mujer apenas el llanto le permite.

“Cómo decirte que no lo extraño, si pasábamos las 24 horas juntos. Él siempre se comportó como niño chiquito. Me pedí­a consejos de cómo vestirse, me decí­a que le leyera el periódico y hasta leí­a sus notas antes de publicarlas. Pero le sigo llorando y dejo que nos maten o despierto y me aferro a sobrevivir” sentencia Alicia.

Son dos meses desde la muerte de Pedro Tamayo Rosas, 60 dí­as desde que el Fiscal de Veracruz, Luis íngel Bravo Contreras, prometió que la muerte del décimo noveno reportero no quedarí­a impune y las noticias llegarí­an pronto. Se ignora, la medida de tiempo que citó el funcionario, pero a dos meses del deceso algo se asoma con un rostro demoniaco antes que la justicia. “Un regalito” para la viuda de Perico: la muerte.


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