Y es que si la generación polí­tica en el poder sexenal tuvo una caracterí­stica es la soberbia, acompañada de la superficialidad.
El hedonismo, dirí­a el de junto.
Sócrates y Platón, filosofando en la plaza y luego encerrándose en los baños públicos con unos efebos, chamaquitos menores de 20 años.
Un grupo de jóvenes (Javier Duarte, Érick Lagos, Jorge Carvallo, Alberto Silva, Adolfo Mota, Édgar Spinoso, Antonio Tarek Abdalá, Gabriel Deantes, etcétera) a quines poco o nada les costó llegar a la cumbre.
Y, por tanto, se volvieron frí­volos, además de que tení­an, y tienen, el alma fértil para la liviandad.
Según uno de ellos (pues también son cí­nicos), suelen pelearse, por ejemplo, por la mejor corbata. De entrada, una corbata de marca, el precio, el color combinando con la tonalidad de la camisa de seda.
Corbatitas de tres mil dólares, marca Hermes, por ejemplo.
Uno de ellos alardea de tener una colección de cien trajes (el más baratito de cien mil pesos) y por tanto, cambia de traje cada cien dí­as, cuando ya ningún interlocutor se acuerda que alguna vez lo utilizó.
Otro más, Vicente Bení­tez, el diputado local electo, “El señor de las maletas voladoras”, “El profe de las tangas”, “El prí­ncipe de Costa Rica”, se pavonea como el dueño de la más deslumbrante colección de relojes.
Ana Guadalupe Ingram, delegada federal de la SEDESOL, tres cargos en menos de un sexenio (directora de Radio, diputada local, fallida candidata priista a una curul federal), tiene fama pueril de que todos los dí­as una maquillista la glorifica.

BALAUSTRADAS: Carlos Aguirre Morales, ex subsecretario y secretario de Finanzas y Planeación, quien anda con un amparo federal en la bolsa de la camisa por si las dudas lo apañan, festina su colección de casas, departamentos y terrenos en Xalapa, en la Ciudad de México y en Barcelona.
Dicen que la mayor satisfacción del Fiscal son sus autos blindados en los que suele pasear los fines de semana en Córdoba, alrededor del parque y quizá, de vez en vez, en la plaza comercial.
En las reuniones en corto de la elite duartista, Gabriel Deantes Ramos recuerda con nostalgia que vendí­a celulares en el bulevar de Tampico, pero también que de pronto, camino al Gólgota, su padre le heredó 39 millones de pesos (ni un centavo más ni uno menos), y se compró su par de mansiones (“Villa Meona”, entre ellos) en el fraccionamiento Las ánimas de Xalapa, más su plaza comercial, más su edificio de 4 pisos.
Jorge Alejandro Carvallo Delfí­n, diputado federal, el amiguito de Érick Lagos quien lo apoda “El toluco”, el más ostentoso, siempre anda en la boca prestando su jet Beechcraf modelo 1993, matrí­cula XBPOR de nueve plazas.
Adolfo Mota, con su depa de lujo, con helipuerto, en Boca del Rí­o, de cara al Golfo de México, evaluado en 20 millones de pesos. “Nunca me ha faltado el trabajo” dice, orgulloso.
Y ni se digan las casitas de todos en Woodlands, Texas, donde el sueldo, los negocios lí­citos y los créditos bancarios de Arturo Bermúdez Zurita le permitieron comprar cinco casitas, más una iglesia mormona que era y en donde escucha misa los fines de semana.
Marcelo Montiel Montiel con su rancho en Curitiba, la metrópoli sexual más famosa del continente y su riqueza de dos mil millones de pesos que le permitió el lujo y la bonhomí­a de regalar su mansión de 12 millones de pesos en el centro de la ciudad de Coatzacoalcos al obispo…, con la envidia, quizá, de Hipólito Reyes Larios a quien sólo otorgaron RVOE, no obstante beatificar a Javier Duarte al alimón con los evangélicos y ortodoxos.
En Cuba, la revolución triunfó luego del gobierno corrupto de Fulgencio Batista, las mafias sicilianas y la frivolidad con que ejercí­an el poder.
Pero más adelantito del Golfo de México, aquí­, en el territorio jarocho, la fruslerí­a sirve para pitorrearse de la riqueza fácil, sintiéndose y creyéndose como todos ángeles de la
pureza. Ya lo dijo Javier Duarte: “Soy el gobernador transparente. Tengo las manos limpias y la frente en alto”.
¡Vaya desparpajo!
Y, lo peor, así­ son ellos.
Oscar Wilde lo expresaba de la siguiente manera:
Hay hombres que saben el precio de todo y el valor de nada.
Por eso, Fidel Herrera Beltrán acuñó su penúltima frase bí­blica:
“Javier Duarte no fue lo que yo esperaba… pues hizo cosas que no tení­a que hacer”.

ESCALERAS: Ranulfo Márquez, el hermano putativo del “tí­o” de Nopaltepec, dice que los llamados “Niños de la fidelidad” se peleaban por la mamila polí­tica…, con la que, por cierto, a la postre se quedaron con el resultado por todos conocidos. “Desorden administrativo, caos financiero, corrupción polí­tica”, denuncias penales y amparos federales en la bolsa.
Y es que, además, festinan que son como Enrique Peña Nieto, quien únicamente lee tres libros al año.
Pero ellos son peores, pues un año pasa y otro y otro sin leer uno solo, ni siquiera, vaya, los de Pokémon.
Ya podrá el lector visualizar las grandes pláticas entre ellos hablando sobre sus corbatas, sus trajes, su ropa de marca, sus relojes, sus coches, sus ranchos, sus edificios, sus casas, deslumbrando de paso a las barbies, a quienes, decí­a Henry Kissinger, “les fascina el olor a poder”.
Por eso es que el Consejo Nacional de Evaluación de la Polí­tica de Desarrollo Social (CONEVAL) descubrió que los duartistas aportaron en tres años medio millón de pobres a la estadí­stica, de tal forma que 6 de cada 10 habitantes de Veracruz están en la jodidez.