cargando

En twitter:

Crónicas
Martes 23 agosto, 2016

“Si nos carga la chingada a ustedes también”

•"Los canijos malandros acabaron con la felicidad de Alto Lucero. Secuestraron gente. Llevaban una pinche lista y comenzaron a hacer su desmadre"
•"A Tomás Grajales lo mataron por querer defender a su chamaco. Y a Pancho Montero por querer salvar a su viejo" cuentan vecinos
•"Los sicarios llegaron encapuchados y se trepaban al techo de las casas y corrí­an de un lado a otro”

XALAPA, VERACRUZ.- “Esos cabrones andaban secuestrando gente. Llevaban una pinche lista y comenzaron a hacer su desmadre. Yo le puedo decir, primo, que nomás iban por tres; los otros cinco eran inocentes. Nosotros en el pueblo somos bragados y quisimos detenerlos; pero contra esa gente no se puede pelear”.
Voces de tres vaqueros, sobre la avenida Murilla Vidal, de Xalapa; dicen sentirse incómodos en las salas donde ahora velan a cinco de los ocho asesinados el pasado viernes 19 de agosto, en la llamada masacre de Alto lucero.

  • Velorio de cinco de los ocho masacrados en Alto Lucero/Yerania Rolón

  • Velorio de cinco de los ocho masacrados en Alto Lucero/Yerania Rolón

  • Velorio de cinco de los ocho masacrados en Alto Lucero/Yerania Rolón

  • Velorio de cinco de los ocho masacrados en Alto Lucero/Yerania Rolón

Allí­ adentro, en el parque memorial Bosques del Recuerdo, sólo abundan los quejidos y el olor a cadáveres de tres dí­as. Además, los hombres tampoco pueden recordar a los suyos como se acostumbra en el rancho El Limón; llorando y maldiciendo culpables, aferrados a una botella de tequila Cien Años.

“Estos canijos acabaron con la felicidad de nuestro pueblo. Iban buscando billete, porque sí­ hay, pero las fortunas se hacen chiquitas cuando se tienen seis o siete hijos. A esa gente le gusta hacer dinero a la mala. Nosotros tratamos de defendernos; pero eran un chingo”.

¡Ay, primo nos partieron la madre!”, dice el más viejo de los vaqueros, mientras se cura la pena con sabor a agave.

El reportero escucha la charla mientras busca un encendedor para quemar un cigarrillo. “Venga, mijo, aquí­ se lo prendemos. Además se ve que quiere escuchar la historia. Venga, que se la vamos a contar, pero antes péguele un trago a la botella y no sea grosero”.

El más sobrio de los tres se recoge el llanto y se presenta como pariente de cuatro difuntos: Orlando Grajales Aguilar de 23 años. Tomas Grajales Rodrí­guez de 46. Francisco Montero Rodrí­guez de 40, y Mario Montero Rodrí­guez de 67. “A Tomás lo mataron por defender a su chamaco y a Pancho por querer salvar al viejón. Así­ las cosas”.

Es como la tragedia comienza a dibujarse, brindando por los caí­dos, unos de Alto Lucero y otros del municipio vecino de Actopan, Veracruz. Una barredora fúrica en menos de 12 kilómetros que sembró el pánico en tres comunidades de la costa veracruzana.

En tanto, de los agresores, los vaqueros reprochan sobre la ví­a pública: “Qué otro grupo habrá sido que no sea el más fuerte en Veracruz, primo. Los Zetas”.

“EN EL EMBARCADERO, PRIMERA PARADA, SE LLEVARON A TRES”

Eran las 16 horas del viernes 19 de agosto en la comunidad de El Embarcadero, Actopan, Veracruz; las señoras levantaban los trastes de la comida, los niños jugando con las canicas y el trompo de madera; los más viejos contemplaban el silencio desde sus butaques (sillas de madera con forro de piel de borrego). Fue cuando una tormenta de proyectiles cimbró el cielo.

Los entrevistados hablan de al menos quince vehí­culos de distintos modelos, con al menos 50 gatilleros abordo. La Fiscalí­a General cita doce que fueron decomisados, con placas del Estado de México y de Veracruz. “Habí­a unos bien chamacos, otras ya señores; unos se dejaron ver las caras, otros iban de pasamontañas”.

El presunto mando del convoy sacó una lista de papel y leyó el nombre de Claudia Montero Zavaleta. No fue difí­cil localizarla, aseguran, pues en el camino de terracerí­a apenas se asoman cuatros viviendas. La orden fue levantarla.

Los sujetos armados irrumpieron en las viviendas del Embarcadero hurtando los objetos de valor: pantallas, electrodomésticos, dinero en efectivo. Dejando un destrozo en los interiores.

Sin embargo, dos hombres de oficio queseros trataron de impedir el secuestro de Cluadia Montero. No hubo respuestas de los encapuchados; se los llevaron también. Los subieron a las bateas, vistiendo sus mandiles y botas de hule blancas; el uniforme de su eterno oficio.

“No sabemos si la difunta tení­a dinero, pero estos queseros eran bien pobres. Su error fue querer rescatar a la muchacha; murieron haciendo lo que nos enseñan los viejos en el pueblo, defender a las mujeres”, comparten los vaqueros, ya con la botella de tequila anunciando el fondo.

A ninguno mataron en ese momento, aseguran los testigos. El plan seguí­a en pie, secuestrar a todos. “Mejor para los malos, pues ya se les estaba haciendo costumbre secuestrar por esos rumbos. Dijeron si vengo por uno pues me llevo a tres, qué chinga”.

“SEGUNDA PARADA, EL OJITAL, LEVANTARON A OTROS TRES”

¿Quién es Mario López?, preguntó un encapuchado, palomeando su lista de papel. “El viejo, ya colmilludo, contestó que no estaba. Pero, Mario, su hijo, al ver a tantos hombres armados bajo corriendo desde la azotea y dijo que era él… Pero a quien buscaban era al Pancho. A esos canijos les valió madre y se llevaron a los dos” comparte el vaquero a las afueras de Bosques del Recuerdo, esta vez con un trago profundo a su bebida de tequila, por tratarse de sus familiares.

Del primer poblado, El Embarcadero al Ojital, hay unos cinco kilómetros de distancia. La gente no tuvo tiempo ni señal telefónica para prevenir a los vecinos. Además, cuentan los testigos que los gatilleros esta vez bloquearon las estradas del pueblo con sus vehí­culos. Nadie debí­a escapar, fue la orden.

De la comunidad El Ojital, también perteneciente al municipio de Actopan, secuestraron en total a tres personas. La última ví­ctima, cuentan los entrevistados, responde al apodo del Pelón, a quien no hallaron los pistoleros y en su lugar plagiaron a su hermano. “Fue la misma chingadera, primo. Nadie quiere que le quiten a un hermano”.

La técnica para penetrar el temor entre los lugareños fue la misma; lluvia de balas, palabras altisonantes y carcajadas de los encapuchados. “Allí­ se robaron hasta una camioneta; ropa, tenis, todo se llevaron. Tengo una prima que tení­a unos loros, pues hasta los loros se chingaron”, precisa el hombre, que si bien rebasa los niveles del alcoholí­metro, advierte que su nombre no debe salir en el escrito.

“LA TERCERA PARADA ERA EL LIMÓN, PERO NO LOS DEJAMOS”

Los personeros arrancaron los automotores y pusieron la mira en el tercer poblado, ya en el municipio de Alto Lucero, en el rancho El Limón, a escasos siete kilómetros de distancia. Habí­an transcurrido al menos 20 minutos y la presencia policial de José Nabor Nava Holguí­n, Secretario de Seguridad Pública del Estado.

El saldo para entonces ya era de seis personas plagiadas y otras dos heridas por proyectiles; gente que ante el estruendo de los armamentos salieron a asomarse desde la azoteas. “A uno le impactaron en el pecho y está hospitalizado de gravedad. A otro le rozaron la oreja”, detalla Manuel Domí­nguez, alcalde de Alto Lucero, Veracruz.

El mensaje, en el poblado rural habí­a llegado más pronto al Limón que la asistencia policial. Acto seguido, la comunidad, no mayor a los 200 habitantes, decidieron repeler el convoy de presuntos secuestradores con una hilera de camionetas y carros de remolque.

“Nosotros esperábamos un carro o dos, pero eran un chingo. La primera vez que hubo un secuestro nada más entraron dos camionetas. La verdad, primo, al ver tanta gente mejor decidimos escondernos en nuestras casas. Tenemos más huevos que ellos, pero con tanta pistola no se puede”, se lamentan los vaqueros, advirtiendo que la bebida de litro está por terminarse.

“ALGUIEN LES DIO EL PITAZO A LOS MALOS Y SE FUERON”

“A lo mejor les dieron el pitazo de que iban los soldados y ya no entraron al Limón. Desafortunadamente ya le habí­amos dicho a mi pariente Tomás que se jalara para el pueblo a auxiliarnos. ¡Ay, primo, a ellos no les tocaba, pero por querer venir a apoyarnos se lo chingaron junto a su hijo también”.

El convoy se desvió del Limón con rumbo a la comunidad de El veinticuatro, Alto Lucero. Tomás y Orlando regresaban de su jornada en el campo, abordo de una camioneta Pointer color gris… Fue en un camino sin salida donde padre e hijo se toparon con el arsenal de los encapuchados.

“Donde acorralaron a mis parientes está un puente; se quedaron a cinco segundos de haber llegado a la cima. Me imagino que de haber visto el desmadre se pudieron haber desviado o escondido. Pero los malos vieron que la camioneta vení­a recio y comenzaron a dispararles”.

“Pensamos que Tomás murió al instante, porque recibió varios impactos en el cuerpo. Aun así­ lo subieron a la camioneta con los otros seis que iban secuestrados. A Orlando le pegaron con los rifles en el rostro. A lo último lo mataron con el tiro de gracia”, cuentan los hombres de sombrero.

“SI NOS VA A CARGAR LA CHINGADA A USTEDES TAMBIÉN”

El alcalde de Alto Lucero asegura que apenas recibió la noticia del altercado en la zona de su municipio solicitó apoyo a la Secretaria de la Defensa Nacional y de la Seguridad Pública. Los lugareños dicen que a los gatilleros les dio tiempo, suficiente, para decidir.

“Esos canijos dijeron, si me va a cargar la madre pues les va a cargar la madre a ustedes también. Entonces asesinaron a las ocho personas, una por una, abandonaron los carros y se dieron a la fuga con rumbo a la sierra de Laguna Verde. Cuando la policí­a llegó nomás vieron el regadero de gente”.

“Aquí­ las cosas están raras, cómo es que los soldados se encuentran de frente a los malos, ya con los helicópteros sobre volando y no matan a nadie y además se les pelan. Ya no sabemos si les dieron chance”, comenta el vaquero, que para el final de la botella de tequila y se ha puesto a tono del llanto de sus compañeros.

“Lo que nos da más muina, primo, es que mataron a personas que trabajaron como animales y ni siquiera pudieron disfrutar. Semos hermanos y nos queremos como hermanos. Por eso me duele esta pérdida. Por la pinche maldad de estos cabrones”.

Así­ termina la entrevista sobre la masacre de Alto Lucero; una historia más en el libro de Javier Duarte de Ochoa.

Una botella de tequila Cien Años que permitió a los más valientes de la familia llorar por los suyos y hasta dictar el grupo de los presuntos asesinos.


3 comentario(s)

beatriz 22 Ago, 2016 - 20:35
hasta cuando los Veracruzanos permitiremos que EL ESTUPIDO DESGOBERNADOR SIGA DAÑANDO AL ESTADO QUE SAQUEO?

Alejandro 22 Ago, 2016 - 16:21
EL CARTEL QUE PREDOMINA EN EL ESTADO ES QUE CREO BERMUDEZ Y TRAS SU SALIDA QUEDARON SUELTOS Y CON ARMAS Y EQUIPO TÁCTICO

22 Ago, 2016 - 02:15
NO SE VALE DONDE ESTA USTEDES.

Deja un comentario

Acerca del blog

Blog de noticias desde Veracruz.
Aquí, deseamos contar la historia de cada día.
Y cada día es un nuevo comienzo.
Y todos los días se empieza de cero...

Portal de noticias de Veracruz.