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Crónicas
Jueves 28 julio, 2016

“Policí­as estatales levantaron a mi hija y a mi madre”

Dos mujeres, de entre los 19 desaparecidos en la Purga de Atoyac
•Marí­a Inés Sánchez Sayas dejó tres hijos en casa
•A Luz del Carmen, de 75 años, la sacaron a rastras de su negocio
•Según testigos, la gente no cabí­a en las patrullas de Arturo Bermúdez
•"Llévame a mí­, regresa a mis familiares" suplicó al malandro
•“A ti, perra, no te queremos” sentenció la voz entre carcajadas/Una crónica de Miguel íngel León Carmona


ATOYAC, VERACRUZ.- “Cuando llegué al pueblo el horror ya se habí­a ido. Nada más encontré sangre en las paredes… a mi hermano lo dejaron casi muerto, no pudo evitar que se llevaran a mi hija y a mi madre, de 75 años de edad, y a otras 17 personas. La mayor desgracia que se recuerde en Atoyac, Veracruz. Fueron ellos: los policí­as estatales”.

  • María Inés Sánchez Sayas, desapareció a los 32 años de edad

  • Luz del Carmen Sayas Rodríguez, desapareció de 75 años de edad

Relata Marisela Nájera Zayas el origen de aquella purga del 02 de agosto de 2013. Abuelas, madres, padres, hijos, hermanos… a todos repartieron en patrullas de la Secretarí­a de Seguridad del Estado y mudaron a la tierra del nunca jamás. Carpeta de investigación 443/2013.

Como parte de un rutina enfermiza, Marisela ha viajado 15 horas, desde la ciudad fronteriza donde radica, para preguntar a los agentes de la Fiscalí­a Regional, en Córdoba sobre el paradero de su madre y de su hija. Las respuestas, con las mismas palabras, siguen siendo deprimentes, asegura. “No, señora; pero seguimos trabajando”.

Se trata de Marí­a Inés Sánchez Sayas, desapareció a los 32 años de edad. Se disponí­a a ofrecer una misa a la Santa Muerte en una comunidad de la región. Fue de las primeras en ser aspirada por los hombres de Arturo Bermúdez Zurita. A Marí­a Inés y a los cinco devotos que la acompañaban se les vio por última vez pidiendo auxilio desde la batea de rehenes.

En tanto a Luz del Carmen Sayas Rodrí­guez, de 75 años de edad, a rastras la sacaron del bar “La Potra Zaina”, como dueña del estanquillo, preguntó por qué se llevaban a sus clientes. Se ignora si su pecado fue grabar todo con su vista nebulosa y cansina.

“Dí­as después los agresores me contactaron por teléfono. Conocí­ la voz del sujeto. Le pedí­ que me las devolviera. Que viniera por mí­. Que tuviera compasión. Pero nunca olvidaré su respuesta. “No, perra. A ti no te queremos. Y ¿compasión…? A mi madre yo mismo la degollé por puta“. La mujer regresa al momento y sacude su cabellera para largar a los fantasmas memoriales.

“LA PURGA EN POTRERO NUEVO, ATOYAC”

Fue la tarde del viernes 02 de agosto de 2013. La rutina en el pueblo cañero estaba por concluir. Los niños disfrutaban su Coca Cola de 3 litros tras un partido a diez goles. Música de banda se filtraba del bar Potra Zaina, en el centro de la localidad. La gente ya se disponí­a a encerrarse en sus casitas de madera. Pero todo se arruinó con el rugir de las camionetas de la SSP.

De acuerdo con la investigación ministerial 443/2013, Marí­a Inés, hija de la entrevistada, caminaba cerca del ingenio cañero El Potrero. Un grupo de amigos, la mayorí­a adolescentes, habí­an acordado, llevar ofrecer oraciones por la Santa Muerte, en una comunidad vecina. No habí­a dinero para el traslado, entonces a alguien se le ocurrió pedir un aventón.

“Eran ritos de muchachos. Gustos de mi hija y yo los respetaba. Tiene tres tatuajes; uno que abarca su espalda y otro en el pie. Ambos con la imagen de la “santí­sima”. Son señas que explico a la gente para solicitar informes”, explica Marisela Nájera.

La idea de ahorrarse el caminar fue aprobada por los amigos, así­ que comenzaron a levantar los pulgares hasta que alguien los asistiera. Fue cuando se vislumbraron las carrocerí­as estatales.

Los amigos, se miraron entre sí­ y concluyeron pedir ayuda los funcionarios del orden. Para su primera sorpresa, la velocidad de las camionetas aminoró. Sin embargo, el entusiasmo mudó al horror cuando de la batea se asomaron rostros suplicando auxilio y advirtiendo peligro. Sin emitir palabras, a todos ubicaron en las bateas.

“Solamente de Potrero Nuevo fueron 19 personas, pero ya llevaban a más personas. Los rumores dijeron que la barredora comenzó desde Paso del Macho”, comparte Marisela Nájera, cuidadosa de que sus palabras, apenas las registre la grabadora.

Las camionetas estatales, continuaron su caminar, no obstante, faltaba una última parada en el bar del pueblo, La Potra Zaina, perteneciente a doña Luz, madre de la entrevistada.

Al bar, presuntamente, los oficiales entraron por un joven apodado “La Gallina” y una mesera de origen hondureño. Doña Luz, al presenciar la tunda a sus clientes, con el mobiliario del estanquillo, preguntó cuál era el motivo de la violencia. No hubo respuestas habladas, solo tomaron las ropas a la mujer de 75 años y a rastras la dirigieron a los vehí­culos.

Un hijo de doña Luz, hermano de la entrevistada, justo arribaba al sitio, cuando notó que a su madre la privaban de su libertad. “Hey, a dónde se la llevan”, preguntó entre gritos. El comandante entonces dio la orden de silenciar las protestas.

“Mi hermano, después de esa golpiza, no quedó bien. Le cuesta seguir las órdenes y las conversaciones. Testigos me dicen que lo descalabraron a patadas. Cuando llegué al pueblo él estaba refugiado en casa de un vecino. “Mana, ¡busca a mamá!”. Y desde entonces no he parado”.

Aquella tarde de viernes, 19 personas fueron levantadas: Luz del Carmen Sayas Rodrí­guez, Marí­a Inés Sánchez Sayas, Margarito Martí­nez Peña, Juan Carlos Martí­nez Peña, Emma Guadalupe Pérez Arroyo, Ricardo Illescas Ramí­rez, Jairo Manuel Flores, Blanca Paula Aguirre Torres, Marco Antonio Fernández Flores, Marí­a Isabel Mirón Gutiérrez, Kevin Malone Pantiga Hernández, Eduardo Alberto Ramos Tecalco…

Las familias de los desaparecidos, se dedicaron a buscar entre los campos predilectos para los malandros, los cañaverales. Sin embargo, fue hasta el basurero municipal que encontraron respuestas. Prendas e identificaciones quedaron regadas en el piso. Marisela, únicamente recuperó un pasador de su madre.

En tanto, las autoridades, ante el señalamiento de miles de habitantes, soltaron la coartada. Nosotros no dimos la orden de ningún retén. Podrí­a tratarse de unidades clonadas, al menos ocho refieren los testigos presenciales.

“A TI NO TE QUEREMOS, PERRA”

Ocho dí­as posteriores al levantón masivo, timbró el teléfono de Marisela Nájera. Los captores conocí­an sus datos. Incluso le ordenaron que vendiera sus propiedades si querí­a devuelta a sus dos familiares. “Conozco la voz, le rogué que que me las regresara, pero son inmunes al dolor”.

El hombre detrás del teléfono, pactaron un trueque con Marisela, la citaron en punto de la media noche, a mitad del monte, en una antigua estación del tren. Tras 60 minutos de zozobra, el teléfono volvió a sonar.

“Creí­ que no ibas a venir" dijo el sujeto entre carcajadas.

“Ten piedad. ¿Por qué te llevaste a mi mamá?, es una señora de la tercera edad. Ve por mí­, yo no tengo quién me llore. Ten compasión”,suplicó Marisela.

“No, perra. A ti no te queremos. Y ¿compasión?… a mi madre yo mismo la degollé por puta" luego resonado las últimas carcajadas y el contacto con los presuntos captores y las mujeres desaparecidas se perdió hasta la fecha.

“TENGO QUE ENCONTRARLAS”

Son las palabras de la mujer que busca a madre e hija, levantadas, precisamente, en el terreno más inseguro del estado de Veracruz, según los í­ndices de delitos por municipios, registrados en el Sistema Nacional de Seguridad.

Al menos en Córdoba, municipio colindante con Atoyac, 30 homicidios se han suscitado en lo que va del año 2016; 12 con arma de fuego, siete con arma blanca y once sin especificar. Además de cuatro secuestros y nueve violaciones; cinco a menores de edad.

Es el panorama que ha enfrentado desde hace tres años Marisela Nájera Zayas. Sin embargo, no baja la guardia y busca a Carmelita, la mujer que se pasaba destapando cervezas en el bar y tejiendo servilletas para las tortillas. Una abuela consentidora, se la viví­a comprando regalos para los hijos la presume.

“Lo que más coraje me da es que a los mismos policí­as que se la llevaron les invitaba refrescos y botana cada vez que pasaban a saludarla. ¿Qué tiene que ver ella con todo esto? Es una personas de la tercera edad”.

En tanto, sobre Marí­a Inés Marisela tiene la encomienda de sus tres hijos de buscarla, a quienes desde el momento de la desaparición acogió en la ciudad fronteriza. “No ha sido fácil mantenerlos, son ya unos adolescentes, y trabajo de lunes a viernes no alcanza. Son las chácharas que vendo en los mercados los domingos que ayudan a sobrellevar la situación” explica la madre soltera al final de la entrevista.

Han transcurrido 36 meses desde el hecho trágico en la localidad Potrero Nuevo, Atoyac. De los 19 desaparecidos se sabe nada. Un hecho que para la regidora, Leticia Amira Delgado Hernández, por Movimiento Ciudadanp, tiene un origen: la complicidad entre los hombres de Arturo Bermúdez Zurita con el crimen organizado.


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