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Crónicas
Jueves 28 julio, 2016

“Mi hijo... perdido en una fosa común”

Pero... según versiones, la Fiscalí­a exhumó a Carlos Antonio Araujo Martí­nez, de 20 años de edad, y ellos tendrí­an su cadáver
•Su madre demanda que el cuerpo le sea entregado
•El Fiscal está ocupado y me cancela citas
•Su amigo, un taxista, también desapareció


XALAPA, VERACRUZ.- “Más de medio año estuvo desaparecido mi hijo. Lo busqué por todos lados sin saber que la Fiscalí­a de Veracruz no sólo lo halló estrangulado al mes siguiente, sino con una negligencia brutal lo aventó a la fosa común. Se trata del cadáver 182 sin reconocer en lo que va del año. Ya les rogué que me lo devuelvan, pero parece que les divierte mi dolor”.
Habla Alicia Martí­nez Córdoba, quien desde el pasado 15 de junio comprobó a los servicios periciales de la FGE que su hijo fue inhumado en el panteón de Palo Verde, Xalapa, Veracruz.

  • Carlos Antonio Araujo Martínez desapareció el 07 de diciembre de 2015

  • Carlos Antonio Araujo Martínez desapareció el 07 de diciembre de 2015

Lo anterior, según las autoridades, tras no haber integrado los perfiles genéticos del joven Carlos Antonio Araujo Martí­nez a la carpeta de investigación.

Ante el actuar de las autoridades, la madre no sólo pide que el cadáver le sea entregado, sino que, en base al artí­culo 12 de Los Derechos de las Ví­ctimas en el Proceso Penal, solicita que peritos independientes avalen el dictamen pericial a la hora de exhumación, pues asegura, ya no confí­a en las autoridades.

No obstante que Alicia Martí­nez solicitó lo anterior desde el pasado 15 de junio, a la fecha, Verónica Portilla Suazo, juez de control del décimo primer distrito en Veracruz, ha negado en tres ocasiones una segunda confrontación de ADN.

“Me dice que para qué más pruebas. Que entonces me espere porque tiene muchas audiencias. Yo quisiera que entienda, si también es madre, que estoy en mi derecho y mi caso también es importante” enfatiza la entrevista, en el inicio de la grabación.

Por su parte, Luis íngel Bravo Contreras, Fiscal General, habí­a concedido un espacio para Alicia Martí­nez el pasado 25 de julio. Sin embargo, mediante una llamada pospuso el encuentro hasta el 30 de agosto. “Su secretaria me dijo que está ocupado. Entonces, me pregunto, ¿quién me va a resolver este problema?”.

Es la lacerante introducción de una de las decenas de historias que registra el colectivo de desaparecidos Por la Paz Xalapa. Con base en la investigación ministerial 262/2015, Carlos Antonio Araujo Martí­nez, de 20 años de edad, desapareció el 07 de diciembre de 2015.

45 dí­as después su cuerpo, junto, a otros cinco ejecutados, entre ellos una adolescente de 14 años, fueron hallados en la parte baja de un mirador de 350 metros de profundidad en la comunidad la Tinajitas, Actopan, Veracruz.

Los cadáveres rodaron hasta la orilla de un rí­o, donde torrentes de viento y lluvia de la zona impidieron que el estado de putrefacción se consumara. No hubo larvas que devoraran el tejido musculoso. Alicia Martí­nez emite furiosa: “Es mi hijo, así­ esté momificado, así­ sea en fotografí­as a blanco y negro, yo lo identifico”.

“EL CHICO QUE DEJÓ EL BARRIO EN BUSCA DE CAMISETAS DE MARCA”

Carlitos, así­ será llamado el joven desaparecido a petición de la entrevistada, el portero veinteañero que comenzó a faltar a las “cascaritas” de la esquina por emplearse en un oficio que su madre jamás conoció a detalles.

Pasó el tiempo y a Carlitos, “el guapo”, como lo llaman en la cuadra, se le comenzó a ver endiosado en el teléfono, su guardarropa se fue poblando con nuevas camisetas, usaba el taxi para cualquier mandado. Su perfil en Facebook, ya no lo adornaba playeras del Pumas, ahora posteaba celebraciones con botellas Johny Walker y Buchanan”™s al centro.

El mundo del fútbol y las tardes de pasear a su perra por la avenida cambiaron en octubre de 2015, dos meses antes de su desaparición, por un empleo en un torno como mecánico. Al menos eran los reportes que daba a sus padres divorciados.

“Se supone que ganaba menos de 1500 pesos semanales. Mi hijo estaba cambiando. Nunca habí­a consumido bebidas alcohólicas. Los últimos dí­as se fue a vivir con el papá. Ya casi no me visitó. El dí­a que se lo llevaron ni siquiera pude despedirlo” lamenta Alicia Martí­nez, inconsolable.

“SU AMIGO, EL TAXISTA, TAMBIÉN DESAPARECIÓ”

Carlitos, comenzó a llevarse con un sujeto de oficio taxista, de 45 años de edad. Más tarde, en la labor investigadora de la madre, comprobó que contaba con antecedentes penales. “Era casi de a diario que lo iba a buscar a casa de su padre y se iban a dar la vuelta en el carro” detalle Alicia.

La madre, desconfiada por la amistad, nunca se cansó de preguntar a Carlitos sobre sus nuevas amistades, si acaso tení­a problemas o deudas económicas para trabajar tantas horas; el hijo le pedí­a que estuviera serena.

Fue el domingo 6 de diciembre de 2015 cuando los demonios comenzaron a danzar por la capital del estado. Carlitos participó en una celebración familiar por parte de su padre. Festejaban, se divertí­an, para las 20 horas con 30 minutos reportó que saldrí­a a ver a una chica.

“Te estás al pendiente por cualquier cosa, pa” y, tras unas recomendaciones de rutina, salió de su domicilio.

El joven regresó a casa, alrededor de las dos horas con 30 minutos, ya del siete de diciembre. “Ya vine, pa”, fueron sus últimas palabras. Posteriormente, Carlitos encendió la televisión y se recostó en su cama individual. Su padre pudo notar el comportamiento extraño. Sin embargo, lo dejó pernoctar y se fue a dormir.

“Carlitos siempre dormí­a en bóxer. Aquella ocasión no se desvistió y se quedó atento al celular. Una hora más tarde el padre se levantó a aminorar el escándalo en el televisor. Sin embargo, notó que el hijo ya no estaba donde lo dejó.

“Yo no sé si fueron por él. Ese dí­a, a las 3 de la mañana, tuve un presentimiento. Era una opresión en mi pecho horrible. Me puse a rezar. Le llamé a mi hijo, pero el teléfono ya sonaba descolgado. Le dejé mensajes diciéndole cuánto lo amaba. Fue todo”; recuerdos punzo cortantes para la madre.

Horas más tarde, el lunes 7 de diciembre, la familia del taxista se apareció en la casa de Alicia; preguntaba por su paradero. De acuerdo con sus reportes, el hombre habí­a perdido comunicación el dí­a anterior a las 16 horas. La madre, atenta, llamó al padre de Carlitos para pasar el dato, pero su sorpresa fue que también estaba sin aparecer.

La madre comenzó a buscar información con los amigos de Carlitos en el Facebook y descubrió que a Rubén, uno de ellos, los suyos también ya lo buscaban por toda la capital veracruzana.

De acuerdo con la familia de Rubén, él se reunirí­a con una hermana en una fonda para comer. Jamás llegó. Señas del locatario indicaron que el joven estaba comiendo y que a las 17 horas con 20 minutos contestó una llamada. Sin terminar la llamada, se levantó de la mesa y reportó al dueño. “Este, luego te vengo a pagar toda mi cuenta. Me salió un negocio donde voy a ganar mucha lana. Vengo y te pago todo”.

Se trataba de una desaparición múltiple. Alicia conoció por su ex pareja que Rubén, en los últimos dí­as, también habí­a frecuentado a Carlitos más de lo habitual, llegando a compartir cama individual en el domicilio del padre.

“A estas dos personas las levantan un dí­a antes, ignoro si se llevaron entre los pies a mi niño. No sé quiénes lo habrán levantado, pero quisiera tenerlos aquí­, frente a mí­” eleva el tono la madre y pierde la compostura desde su asiento.

Familiares de Carlitos, comenzaron un rastreo inhumano, sin tener respuesta alguna. Dieron con el taller mecánico donde habí­a referido que trabajaba, pero los dueños aseguraron que tras una semana de labores, no volvió a presentarse.

Para el 8 de diciembre, la madre acudió al ministerio público xalapeño. Donde se originarí­a una segunda desaparición. Esta vez, a cargo de la Fiscalí­a General del Estado. “Cómo me duele no haber estado con él. No lo despedí­, no pude besarlo, olerlo. Ahora sé dónde está, sin vida, pero ahí­ está. Solo quiero despedirlo y darle cristiana sepultura”.

“MI HIJO: EL MUERTO 182 SIN IDENTIFICAR”

En medio de la zozobra, los padres de Carlitos, acudieron a Servicios Periciales, para someterse a las pruebas de ícido desoxirribonucleico (ADN). “Desde entonces, se comprometieron a incluir los perfiles genéticos en el expediente de desaparición, para cotejar la información con los cadáveres que irí­an llegando a las instalaciones”.

Alicia, comenzó con la procesión diaria de las madres de desaparecidos en Veracruz, “Hay noticias de mi hijo”, preguntaba en el departamento de los vivos y de los muertos, pero la respuesta era la misma, “No, señora. Pero seguimos trabajando”.

Fue hasta el 10 de mayo de 2016, que Alicia Martí­nez decidió uniese al colectivo Por la Paz Xalapa, liderado por Sara González Rodrí­guez. “Es irónico, pero allí­ encontré las respuestas y el apoyo que necesitaba”.

Por recomendaciones de los compañeros, la madre solicitó escudriñar los archivos de los cadáveres sin reconocer en Servicios Periciales. “Al principio, me negaron el acceso. Dijeron que necesitaba de la autorización de la Fiscalí­a de Desaparecidos. Un papel que fue más importante que verme llorar”.

La madre, con el requisito burocrático, obtuvo el pase hasta el 8 de junio de 2016 al apilado de expedientes. De entrada, los encargados, le ofrecieron estar tranquila, pues hasta ese dí­a, ningún finado habí­a correspondido con los rasgos genéticos de Carlos Antonio Araujo Martí­nez.

Ante la insistencia de la ví­ctima indirecta, los encargados del inventariado de ultimados, abochornados, confirmaron a la madre que la prueba a la que se habí­an sometido seis meses atrás, aún no habí­a sido integrada a la carpeta de investigación.

“La única respuesta que me dieron es que seguí­a en proceso la integración. ¿Entonces cómo habí­an buscado a mi hijo? les pregunté. Ellos le echaron la culpa a demás funcionarios. El hecho es que les reclamé por haberme engañado tanto tiempo”, explaya la entrevistada.

Respaldado en el colectivo xalapeño, el dí­a 15 de junio, a la madre le notificaron que las caracterí­sticas de un joven asesinado en enero de 2016, se asemejaba con Carlitos. Sin embargo, ya estaba sepultado en la fosa común del panteón de Palo Verde.

La madre asistió a ver los expedientes de la persona ultimada: “A mi hijo la habí­an estrangulado. Era el número 132 sin identificar. Su boquita estaba abierta, se veí­a aterrado. Ya habí­a pocos músculos, pero el esqueleto es de mi hijo, sus dientes, sus facciones finas” reclama Alicia Martí­nez.

La madre, desde que le presentaron las fotos en blanco y negro, confirmó el parentesco en llanto: “Son músculos estaban deshidratados, tení­a un color café al tono del cartón. Su calavera, es de él. Los orificios de sus ojos diminutos, su frente pequeña, su quijada afilada. Es él” insiste.

La madre, tras aceptar la muerte de su jovencito, ahora solicita una segunda prueba de perfil genético, ante la juez, Verónica Portilla Suazo, juez de control del primer distrito en el estado de Veracruz.

Desde el 15 de junio solicitó una primera audiencia. La solicitud fue denegada, pues apeló la juez, que no tení­a el nombre del genetista que omitió incluir los datos en la carpeta de investigación. “El fiscal, que lleva mi caso, dice que eso a ella no le importa, que sólo debe autorizar la segunda prueba de ADN para que me entreguen los restos”,

Para la segunda audiencia, hasta el 10 de julio de 2016, la excusa fue la saturación de trabajo, de audiencias, Portilla Suazo, no pudo atender a la familia afectada. Se pospuso entonces para el viernes 22 de julio.

Para la última audiencia, la juez preguntó que “para qué un segundo dictamen externo si ya tení­a uno. Yo quiero verlo, pues desconfí­o de la negligencia de las autoridades. Si ya me lo desaparecieron medio año, en ese lugar horrible como lo es la fosa común, ahora sólo pido que me lo presten un dí­a, que tengan compasión de mi, solo quiero despedirlo”.


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