Incluso, el dí­a de su cumpleaños, Ahued invitó a sus compañeros legisladores federales, entre ellos, a JD, a una comelitona en su casa, soñando, como estaba, con la silla embrujada del palacio principal de Xalapa.
Empresario exitoso, Ahued concibe la polí­tica de otra manera a JD. Por ejemplo, Ahued votó en contra del IVA a alimentos y medicinas cuando JD sufragó a favor.
Ahora, en el vértigo del descrédito, Ahued se lanzó a la yugular de JD con su iniciativa de ley para que el Impuesto del 3 por ciento a la nómina (al que también se opuso en su momento) sea utilizado para pagar la deuda pública de JD.
El ex presidente municipal de Xalapa fue categórico en su exposición en la tribuna que vale la pena reproducir en sus enunciados estelares, porque expresa el grado de corrupción a que el duartismo ha llegado, solapado por el ORFIS, Órgano de Fiscalización Superior, la Comisión de Vigilancia del Congreso local, la Contralorí­a y la secretarí­a de Finanzas y Planeación, donde van seis titulares.
No me consta, dijo Ahued, que las estimaciones de los contratos estén correctas.
Tampoco que las obras y servicios se entregaron con los precios correctos.
Menos si las empresas constructoras realmente hicieron un bien o un servicio con los costos necesarios.
El diputado local también votó en contra porque el tiempo para revisar contratos y estimaciones que otorgó la Legislatura era demasiado reducido, estrecho y apresurado.
De igual manera, duda que el precio real de las estimaciones sea el real, o por el contrario, haya sido inflado con sobreprecios.
Está seguro de las retenciones de nómina que el duartismo viene haciendo desde el año 2010, entre ellos, el seguro de los trabajadores y que además, no aparece en los libros de la cuenta pública.
De igual modo tiene la certeza de que el listado de empresas a las que deben fue manoseado, es decir, adulterado.
Por eso, Ricardo Ahued habló con firmeza en la LXIII Legislatura y preguntó a sus colegas el destino social del dinero millonario destinado para pagar la deuda y que tomó otro camino.
“Eso se llama desví­o recursos, porque fueron retenidos indebidamente y eso es fraudulento” (Melesio Carrillo Tejeda, 22 de julio, 2016).

2

Se trata del mismo discurso que otras voces autorizadas han repicado.
Por ejemplo, el senador Pepe Yunes Zorrilla cuando hablara del “desorden administrativo, el caos financiero y la corrupción polí­tica”.
Pero también es el caso de las 48 denuncias penales de la Auditorí­a Superior de la Federación, ASF, en la Procuradurí­a General de la República, PGR, en contra de más de 25 duartistas, tres de los cuales (Salvador Manzur Dí­az, Gabriel Deantes Ramos y Carlos Aguirre Morales) se han amparado con un juez federal y andan desde la semana pasada con el amparo en la bolsa dí­a y noche… por si las dudas los quieren apañar.
En la descripción de Ricardo Ahued se resumen al pie de la letra y al detalle los pasos de la, digamos, presunta corrupción duartista que llevara a Gabriel Deantes (“El hombre que defraudó mi confianza” dijo Javier Duarte) a revelar que su padre le heredó 39 millones de pesos para comprar sus mansiones en “Las Animas” y que, por supuesto, nadie, nadie absolutamente nadie le creyó y hasta se prestó al pitorreo.
Más aún, la circunstancia también llevó a JD a decir que “tengo las manos limpias y la frente en alto”.
Y tan las tiene limpias que en Barcelona, el cónsul del presidente Enrique Peña Nieto, Fidel Herrera Beltrán, acuñó la siguiente frase bí­blica:
“Javier Duarte no fue lo que yo esperaba, pues hizo cosas que no tení­a que hacer”.
Fidel, el oráculo, habló en España, y fue especí­fico, sin detallar “las cosas” que JD, su pupilo, acometiera, pero que al mismo tiempo, todos conocen, y de sobra, en Veracruz.
Y también en Los Pinos.

3

Albert Camus dice que la tarea enaltecedora de un ser humano es recuperar hacia el final de la vida la dignidad perdida.
Fidel Herrera, digamos, la habrí­a intentado rescatar, aun cuando, claro, pedir perdón resulta insuficiente.
También Ricardo Ahued con su deslinde del góber tuitero en la tribuna parlamentaria y que contrasta con la sevicia de la mayorí­a de los diputados priistas, comandados por el cacique magisterial, Juan Nicolás Callejas Arroyo, dispuesto a inmolarse en nombre de JD hasta la ignominia, si es necesario.
Lo imperdonable será que JD, primero, termine el sexenio, de igual manera como morí­an los dictadores en América Latina en el siglo pasado, en su casa, y en su cama, rodeado por los suyos.
Segundo, que concluya el sexenio y luego siga campante, como si nada, usufructuando su fortuna acumulada en la Decena Trágica, que inició con Fidel Herrera (subsecretario y secretario de Finanzas) y llegara al duartismo, doce años ininterrumpidos en el poder público apretando la ubre oficial, solapado por el ORFIS y el Congreso.
Ricardo Ahued, como otros pocos, ha señalado a JD con í­ndice de fuego.
Pero (y por ahora), JD parece tener pacto con el diablo y la va librando.