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Malecón del paseo
Lunes 25 julio, 2016

La soledad de Pedro Tamayo

•El deslinde del Fiscal
•Los amigos que traicionan

Fiscal: Cinco dí­as hoy a las 11 de la noche del asesinato de Pedro Tamayo.

EMBARCADERO: Con perdón del filósofo de Cantarranas, pero “nadie se queda más solo que los muertos”... Jaime Sabines con Tarumba, Salvador Dí­az Mirón con “Ante un cadáver”, los muertos de Pedro Páramo en Comala, describen la canija soledad en que desde el miércoles 20 a las 11 de la noche empezó a quedarse Pedro Tamayo Rivas, el reportero de Tierra Blanca, el número 19 ejecutado en Veracruz... Por ejemplo, la soledad permeando,

Luis Velázquez

un hijo correteando al homicida, en tanto una patrulla de la secretarí­a de Seguridad Pública sólo miraba, digamos, cruzada de brazos… Por ejemplo, el cadáver fue entregado a las familias 12 horas después, pues así­, dicen, pasa con todos los cadáveres en su tortuoso camino burocrático, pero mientras, y con todo, la familia con el corazón a la deriva, con la vida desgarrada, con las neuronas aletargadas en estado de shock… Por ejemplo, parte de la noche, cuando el cadáver era velado, su mascota, un perrito, ladrando en la oscuridad y ladrando en la mañana siguiente, cuando los extraños llegaban a la casa… Por ejemplo, todaví­a el cadáver estaba en el Forense, y desde alguna zona siniestra del poder duartista lanzaban los tuits denostando su honor y su nombre, asegurando que Pedro Tamayo era ahijado de Francisco Navarrete, el narco jefe de los Zetas en la plaza de Tierra Blanca, privado de su libertad cuando cinco policí­as de Arturo Bermúdez Zurita levantaran a cinco jóvenes de Playa Vicente y los entregaron a los malosos… Incluso, los apologistas del régimen estatal repiqueteando los tuits, cuando, caray, y más allá de la posibilidad del hecho, Francisco Navarrete también era (ahora lo reniegan) amigo del diputado federal, Antonio Tarek Abdalá, y del presidente municipal de Tierra Blanca, y de los comandantes policiacos, entre ellos, Marcos Conde…

ROMPEOLAS: La canija soledad alrededor del asesinato de Pedro Tamayo se advierte en la siguiente circunstancia: en Tierra Blanca hay unos 25 reporteros, de los cuales apenas, apenitas tres asistieron al sepelio… Es más, habí­a más, mucho más policí­as, varios con sus celulares tomando fotos de las personas, que reporteros… Más aún: 3 periodistas, una de España y los otros dos del The New York Times, una mujer y un hombre, los tres corresponsales en América Latina con sede en México, viajaron a Tierra Blanca, para cronicar el crimen del trabajador de la información número 19 asesinado en el sexenio de Javier Duarte… Aún más: la presidenta de la llamada “Comisión de Atención y Protección a Periodistas”, la tal Benita González, corifea de Javier Duarte, a quien la raza ha bautizado como “La viuda alegre”, porque suele llegar a los velorios de reporteros vestida con ropa de marca, con lentes negros y un fotógrafo y un camarógrafo, jamás se presentó… Tampoco la Namiko Matsumoto, tí­a polí­tica de Érick Lagos, ex funcionaria del dichoso organismo, ascendida fast track, por dedazo, a presidenta de la Comisión Estatal de Derechos Humanos, quizá, acaso, porque cuando marchara con los viejitos pensionados, la regañaron… Peor tantito: el alcalde de Tierra Blanca fue compañero en la escuela de Pedro Tamayo… Nunca se presentó en el velorio a dar el pésame… Tampoco asistió al sepelio… Sólo envió a un empleado para informar a su esposa que al dí­a siguiente le enviarí­a quince mil pesos para los gastos del sepelio, y un dí­a después, y hasta el momento, ningún centavo… Por ejemplo, el apresurado deslinde tanto del subsecretario de Gobernación, Roberto Campa Cifrián, y el Fiscal Luis íngel Bravo Contreras, asegurando que Pedro rechazó las medidas cautelares de protección oficial… Y por añadidura, fue y es culpable de su muerte…

ASTILLEROS: En 1920, cuando Ricardo Flores Magón muriera en una cárcel de Estados Unidos, muchos historiadores aseguran que asesinado, su cadáver tardó dos meses para llegar a la Ciudad de México, viajando en ferrocarril, pues en cada pueblo (que tanto lo idolatraba) era embargado para rendirle honores… El viernes 22 de julio, cuando el cadáver de Pedro Tamayo fue llevado al panteón municipal de Tierra Blanca, apenas unos 80, quizá 90, acaso cien personas lo acompañaron, entre ellos, los amigos y los vecinos, ante la mirada indiferente… Y eso que Pedro era el único, el único, el único reportero que en la región llegaba al lugar de los hechos para tomar los datos y las fotografí­as de un asesinado más, en tanto el resto esperaba el boletí­n oficial del gobierno de Veracruz… Claro, en mucha mayor soledad se han quedado su esposa y sus hijos, pero más aún, los gritos desgarradores de su señora madre frente al cadáver en el panteón, las manos acariciando su rostro desde el féretro, preguntándose una y otra vez las razones de su muerte, las mismas que cientos, miles de habitantes de Veracruz se plantean desde el año 2011 cuando Javier Duarte convirtiera al paraí­so terrenal jarocho en una sucursal del infierno… Y como siempre, el Fiscal, Luis íngel Bravo Contreras, jurando, mesiánico como es, que pronto harán justicia, que estamos investigando, que ya hay detenidos, que tienen, más que “los pelos de la burra en la mano, la burra completa”… ¡Ay, don Julio Scherer Garcí­a, usted se los dijo a estos señores: “No les creemos”!... Seis años de soledad se están cumpliendo en Veracruz… En Colombia, con Gabriel Garcí­a Márquez, fueron cien…


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