Y con los gestos de la cara, tipo Mr. Bean, más está seguro de convencer.
En tanto, cada domingo que puede y viaja a Córdoba para ver a su familia, y de paso, checar su edificio en construcción (quizá ya lo habrá terminado), los envidiosos cuentan que suele pasear en las calles céntricas, alrededor del parque, con su BMW descapotable.
Por eso, luego del asesinato de la reportera Regina Martí­nez, corresponsal de Proceso, el 28 de abril del año 2012, don Julio Scherer Garcí­a les dijo en palacio de gobierno:
“No les creemos”.
Por eso, en Orizaba, la activista social, Aracely Salcedo, madre de Fernanda Rubí­, secuestrada en el mes de septiembre de 2013, encaró al góber tuitero, reprochando la indolencia del “Señor Justicia”.
Peor tantito ha ocurrido en algunos casos de reporteros, activistas sociales, litigantes y ciudadanos secuestrados, cuyos casos han sido atraí­dos por la Procuradurí­a General de Justicia de la nación.
El Fiscal, igual que Poncio Pilatos, ha quedado feliz, “lavándose las manos”, porque la PGR les quitó la carga pesada camino al Gólgota.
Y si de por medio la Comisión Nacional de Derechos Humanos se atraviesa y atrae el caso, como ahora con el asesinato del reportero número 19 de Veracruz, Pedro Tamayo, entonces, la felicidad del Fiscal es completa, al nivel, digamos, de lo que expresara Enrique Peña Nieto, de que “seré feliz cuando el pueblo de México lo sea”.

EL SILABARIO DE LA JUSTICIA

Camino fácil para el Fiscal el silabario de la justicia. “Estamos investigando”.
Investigando, por ejemplo, se la ha pasado con los 1,500 desaparecidos en el viaje sexenal duartista, de los cuales 144 son menores de edad.
Entre ellos, y por ejemplo, el niño de Chinameca a quien mataron “por un pleito de cantina” como dijo el secretario General de Gobierno.
Y/o como el niño asesinado en Las Choapas porque era testigo de un crimen.
Y/o como la niña Karime Alejandra, de 5 años, secuestrada, asesinada y sepultada en fosa clandestina de Coatzacoalcos, porque estuvo con su tí­a en el lugar equivocado.
Cierto, “no les creemos”.
Y menos, cuando el Fiscal suele llegar a sus citas en lugares públicos y privado con una escolta que como dijera Andrés Manuel López Obrador, ni siquiera Barack Obama tiene.
Por ejemplo, cuando llega a un restaurante, escoltas afuera del lugar en el lado norte y en el sur y en el este y en el oeste.
Y tres escoltas, un trí­o de muchachitos gí¼eritos, vestidos igual con su camisita blanca y pantalón negro, en la entrada del restaurante.
Y un par de escoltas sentado como comensales enfrente de la mesa que ocupa.
Más los escoltas esperando en la camioneta estacionada en lugar prohibido.
Un dí­a (se ignora la fecha), al Fiscal se le acabará el tiempo.
Y entonces, ni modo, quedará sin escoltas, sin prensa doméstica, sin el equipo de bufones y barbies que lo aclaman, y por fortuna, si polvo somos y en polvo nos convertiremos, sentirá la soledad del poder y será un simple ciudadano, como el resto de la población.
Por eso mismo, decí­a Juan Maldonado Pereda, QEPD, cuatro veces diputado federal, la polí­tica “es una oportunidad de servicio social” con hechos y resultados concretos y especí­ficos.
Nada, pues, de vender esperanzas y lo peor, de lucrar con el dolor y el sufrimiento y las lágrimas ajenas.

EL DESLINDE DE FIDEL HERRERA

La inseguridad y la impunidad son las peores hermanas gemelas que tanto han desacreditado al llamado sexenio próspero, próspero como está visto hoy para la elite duartiana.
Y más, cuando él mismito góber fogoso desde el consulado de Barcelona se ha deslindado de su discí­pulo preferido.
“Javier Duarte no fue lo que yo esperaba”.
Tampoco, quizá, el Fiscal ha sido lo que el góber tuitero esperaba.
Y más, porque si está terminando el sexenio con 3 procuradores, a los dos anteriores los despidió y los abandonó a la Renata (Reserva Natural del Talento), en tanto al Fiscal originario de Amatlán de los Reyes, donde su señora madre fue presidenta municipal, lo ha ungido por decreto por nueve años para el cargo público.
Y en reciprocidad, el lodazal en la administración de justicia.
Ni hablar, al secretario de Seguridad Pública, defeño como es, le valen la vida y los bienes de los 8 millones de habitantes de Veracruz y por eso una tierra jarocha en manos de carteles y cartelitos y de la delincuencia común.
Pero el Fiscal con su principio de Peter ha cerrado el cí­rculo y con la impunidad un descrédito más para el duartismo.
Con todo, Javier Duarte está orgulloso de que su Fiscal sea impoluto, impecable e implacable como él mismo lo llamara. (lvr)