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8 Columnas
24 julio, 2016

La mejor crónica sobre la muerte de Pedro Tamayo


• Jair Avalos/cronicaveracruz.com

TIERRA BLANCA.- “No me llores, Licha. Ya habrá tiempo para que me llores”, le dijo Pedro Tamayo a su esposa Alicia, momentos antes de fallecer después del atentado que sufrió frente a su casa en Tierra Blanca, Veracruz.
Pedro Tamayo Rosas tení­a 43 años y según Artí­culo 19 es el periodista número 17 en ser asesinado en Veracruz.

LA INDOLENCIA DE LA AUTORIDAD

Desde el pequeño balcón de la recámara principal Tango, el perro chihuahua de la familia, le ladra al grupo de desconocidos que entran y salen de su casa.
A los peritos de la Fiscalí­a General del estado y a los de la Policí­a Ministerial poco les interesó por agilizar la recreación de los hechos; y que la familia de Pedro no tuviera para llevarlo a velar a otro lugar. Mientras que en el patio se desarrollaba el funeral, en las jardineras frente a la puerta principal se recreaba el hecho.
Hay poca gente. Sólo los más allegados a los Tamayo Blanco. Las cuñadas y sobrinas de don Pedro hacen café y reparten pan. Un hombre de bigote lee sentado sobre un banquillo el encabezado del diario local: MATARON A TAMAYO (así­ en portada y en letras amarillo con tintes de verde).
La gente se asoma por las rendijas de las ventanas. Las cuadras contiguas al punto del ataque están rodeadas por policí­as municipales, estatales y federales. Marinos y soldados dan rondines cada 20 minutos.
Alicia, la esposa de Pedro, anda como si flotara. Responde pero ya no razona. Está consciente que a su compañero de vida se lo arrebataron la media noche del miércoles, cuando dos tipos se bajaron de un Jetta y pidieron a los gritos que querí­an cuatro hamburguesas del negocio que don Pedro emprendió con su familia y nueras.
Abrieron fuego. Estaban visiblemente ebrios y fallaron varios tiros. No fueron ni dos ni tres ni cinco ni once: fue un solo disparo en la zona izquierda del pecho que le provocó que muriera desangrado. Todaví­a se pudo despedir entre balbuceos de su familia.
La patrulla 08-2841 de la Secretaria de Seguridad Pública atestiguó todo. Estaban en la cuadra anterior a la casa de Tamayo. Vieron qué coche llegó y quienes se bajaron.
No hicieron nada.

LE CAMBIARON LA PATRULLA

Pedro Tamayo Rosas fue amenazado a principios del 2016 y tuvo que salir de Tierra Blanca hacia la zona serrana de los lí­mites de Veracruz y Oaxaca. Desapareció un par de dí­as. Su compañera interpuso una denuncia ante el Ministerio Público, después de muchos alegatos con el encargado porque no querí­a recibir dicha denuncia.
Los institutos federales de protección de periodistas lo mandaron a Tijuana. Pedro y Alicia abandonaron su vida en Tierra Blanca; cancelaron su número de casa que tení­a casi 15 años.
Al regreso a la “Novia del Sol”, como se le conoce al municipio, emprendieron la aventura de iniciar un negocio de comida americana, hamburguesas, sandwiches y hot dogs que prosperó. Sin embargo, por protocolo de “seguridad y protección”, tení­a que firmar de lunes a domingo una bitácora donde certificaba que se encontraba bien.
La patrulla 0846 pasaba todos los dí­as a la casa del periodista. Ese dí­a, coincidentemente, le cambiaron la ruta a la patrulla y a los agentes que la ocupaban.
Minutos más tarde del ataque, la otra patrulla “de guardia” de la SSP se acercó al lugar de los hechos e impidió que Alicia le diera atención a Pedro y que su hijo mayor corriera tras los asesinos.
Según la familia, los mismos policí­as dieron una dirección equivocada a los paramédicos de la Cruz Roja y esto retardó la atención médica para el periodista. Cuando llegaron, Tamayo habí­a perdido sus signos vitales.

“EL DIABLO Y YO”

Pedro Tamayo era un hombre de familia. Amaba y respetaba a Lichin (Alicia), con quien trabajó en el oficio reporteril. Él dictaba y ella redactaba; o él escribí­a y ella corregí­a el estilo.
Cada aniversario de casados (22 de julio) celebraban con su canción: El Diablo y yo. La tarareaban todo el dí­a del festejo. Y por mucha algarabí­a que hubiese, si algún evento o nota surgí­a, no dejaban de cubrirla con prontitud.
“¡Pongan la de Viva de Desgracia de Pedro Infante que hoy cumplo años de casado! No es cierto; échense la de El diablo y yo” bromeaba.
Tamayo tomaba su libreta de notas de resorte metálico en el costado y comenzaba a escribir sus notas para los medios donde colaboraba, El Piñero de la Cuenca, Alcalorpolí­tico o para su fanpage La lí­nea de fuego, los riesgos de la noticia. Aunque experto en nota policí­aca no dejaba de escribir sobre futbol, polí­tica o cualquier suceso que marcara la vida de la Cuenca del Papaloapan.
Llevó por muchos años el equipo de futbol infantil donde jugaron sus hijos, y que bajo su dirección, hizo campeón en más de tres campeonatos.
Cuando fue director editorial de La Voz de Tierra Blanca revisaba con su esposa página por página del diario. Con marcatexto señalaba los errores en la edición para no repetirlos en la siguiente.
”“ Oiga don Pedro, ¿Para qué lee todo de nuevo?
”“ Porque para nosotros el trabajo es sagrado…

UN NUEVO AMOR

Pedro Tamayo tení­a un nuevo amor: su nieto de cinco meses.
Se mantení­a al pendiente de él. Le hací­a sin chistar su mamila. Como abuelo fue devoto y como esposo, fiel. Como compañero de trabajo fue solidario, pues a más de un reportero de otra región apoyó para que la información llegara en forma.
Celebró el domingo pasado la boda de su hijo menor en un salón pequeño, donde sólo la familia cercana estuvo presente. Ya esperaba a un nuevo nieto.
A Pedro Tamayo le arrebataron la vida. Le quitaron el derecho de informar a su comunidad y de reconstruir su vida al lado de su esposa, sus hijos, sus nueras y ahora sus nietos.
“No sé, pero lo único que siento es rabia”, dice una de sus familiares con los ojos rojos frente al ataúd del comunicador.

Crónica Veracruz lamenta profundamente la pérdida de la familia Tamayo de Tierra Blanca y exigimos que quienes cobran por proteger al periodismo veracruzano, cumplan con su trabajo. Pero, si no pueden, ¡Que renuncien!
Descanse en paz, Pedro Tamayo Rosas (1963-2016)


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