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Diario de un reportero
Sábado 23 julio, 2016

El vendedor de hamburguesas...

•El taxista que mataron… •Murió en pleito de cantina…

DOMINGO
El taxista que mataron…


Moisés Sánchez Cerezo era un reportero idealista y soñador.
El mismo reporteaba los hechos y escribí­a las notas. El mismo diseñaba el periódico “La Unión”, publicado en su tierra, Medellí­n. El mismo lo circulaba. El mismo lo financiaba.
Y lo financiaba con sus ingresos obtenidos como taxista y con los ingresos de una tiendita que tení­a, y de la que mantení­a a su familia.
El 2 de enero de 2015 se convirtió en el primer periodista asesinado en el año tanto en Veracruz como en el paí­s, aun cuando para entonces ya iban once trabajadores de la información ejecutados en la tierra jarocha.

Entonces, sin ninguna cordura ni mesura, prudencia ni paciencia, acelerado, irascible, bipolar, Javier Duarte, JD, tomó el micrófono en un evento público y aseguró que Moisés Sánchez era un simple taxista, rechazando así­ que un reportero más habí­a sido asesinado en su sexenio.
El menosprecio y el desprecio. La indiferencia. El valemadrismo.
Yo, el góber tuitero, lo digo y lo sostengo. Y mi palabra es ley. Y por añadidura, que los reporteros apologistas del duartismo lo repiquen.
Lo dice el politólogo Carlos Ronzón Verónica, en Veracruz, con JD, a los muertos los matan dos veces. La primera, con las armas. La segunda, con la lengua.
De reportero a taxista, que es oficio respetado, pero, bueno, cada quien en su área, y cada uno ampliando el cí­rculo laboral para mejorar la vida familiar.

LUNES
Murió en pleito de cantina…

Armando Saldaña Morales era conductor radiofónico en Tierra Blanca.
Viví­a en Tezonapa, su pueblo, donde una calle separa al estado de Veracruz de Oaxaca, con Cosolapa.
También vendí­a publicidad.
Todos los dí­as viajaba de Tezonapa a Tierra Blanca para seguir buscando el itacate.
Fue asesinado el 4 de mayo de 2015, y antes, mucho antes de investigar el caso, el Fiscal Luis Angel Bravo Contreras apresuró su dictamen: que por un pleito de cantina.
Así­, reproducí­a la filosofí­a de vida polí­tica y social del Jefe Máximo de la Revolución Hecha Gobierno, JD, es decir, desacreditar a los demás, quienes sean, con tal de salvarse.
Tal cual, mejor que lloren en la casa ajena que en la nuestra.
Desacreditado, enlodado, salpicado, Armando Saldaña entró a la historia de la ignominia en el llamado sexenio próspero.
Si era trabajador de la información allá quienes lo recuerden. El murió en un pleito de cantina, borracho rijoso, ebrio peleador callejero.

MARTES
El vendedor de hamburguesas

Pedro Tamayo Rosas, corresponsal de “El piñero de la Cuenca”, free lance del periodismo, sabí­a que estaba en la lista negra del periodismo en Veracruz.
Meses anteriores, lo intimidaron y acosaron. Sabí­a que andaban tras sus talones.
Entonces, un dí­a, sin avisar a la familia, desapareció.
Y cuando la esposa presentó la denuncia, dí­as después fue ubicado por la Fiscalí­a de Veracruz en un pueblito de Oaxaca.
Para entonces, y por si las dudas, la familia estaba concentrada en Xalapa.
Así­, lo trasladaron a la capital y entre otras cositas se cobijó en las medidas cautelares de la Fiscalí­a, las mismitas con que la secretarí­a de Gobernación ha protegido a más trabajadores de la información, Veracruz, estado pionero.
Limitado en sus ingresos puso un carrito de hot dogs y hamburguesas afuera de su casa, que atendí­a con su esposa.
A las once de la noche del miércoles 21 de julio fue asesinado afuera de su casa. Un par de desconocidos se acercaron y le dispararon a quemarropa once disparos. Murió en el hospital.
Entonces, desde alguna zona oscura del poder, al parecer, el poder “chuletero” empezó el rafagueo en su contra.
Lo acusaron de todo, entre otras cositas, de que era ahijado de Francisco Navarrete, acusado por la Fiscalí­a de narcojefe de la plaza Tierra Blanca, detenido, por cierto, porque 8 policí­as de Arturo Bermúdez, secretario de Seguridad Pública, secuestraron a 5 jóvenes de Playa Vicente y se los entregaron y ellos los desaparecieron.
Solo falta que en los dí­as siguientes, y ante los ramalazos periodí­sticos del altiplano y la prensa extranjera, Javier Duarte “tome su espada en prenda” y diga que Pedro Tamayo Rosas era un simple vendedor de hamburguesas que también como todos los oficios del mundo, es un trabajo respetado y respetable.

MIÉRCOLES
El fotógrafo de sociales…

Noel López Olguí­n era reportero de los periódicos Horizonte y Noticias de Acayucan.
Viví­a de sus ingresos derivados como fotógrafo de sociales en Jaltipan, retratando niños en los cumpleaños, señoras en su fiesta familiar o con las amigas, bautizos, bodas, etcétera.
El periodismo le latí­a en las venas. Es más, en sus venas corrí­a tinta, como dice el clásico. Autodidacta, leí­a e interpretaba a su entender uno que otro libro de periodismo comprado en Coatzacoalcos.
¡Ah!, pero también era activista social. Y se poní­a del lado del pueblo en cada movimiento, en cada marcha, en cada caminata.
La última cuando el pueblo se enervó con el aumento en las tarifas del agua.
El primero de junio de 2011 fue secuestrado, desaparecido, asesinado y sepultado en fosa clandestina.
Fue el primer reportero ejecutado en el sexenio de Javier Duarte, el góber que ama el Twitter y financió, asegura la fama pública, el crecimiento exponencial de la cadena periodí­stica de los primos de su esposa, Karime Mací­as, los Sánchez Mací­as.
Su muerte pasó en la indiferencia. Nadie, ni la primera vocera, Marí­a Georgina Domí­guez, se ocupó. Era un simple fotógrafo pueblerino y aldeano de sociales…
JUEVES
La jefa de prensa de los malandros

En Anabel Flores Espinoza la sentencia bí­blica se cumplió al pie de la letra en el destino laboral de un reportero: brincar de un medio a otro, siempre soñando con la libertad, siempre nutriendo la esperanza de mejores ingresos.
Pero el dí­a en que la secuestraron y su cadáver fue tirado a orilla de la carretera a Teziutlán, Puebla, el 8 de febrero del año que corre, los plumí­feros de Javier Duarte se adelantaron… como siempre.
Que andaba en una camioneta impropia para el suelo de un reportero, y por tanto, bajo sospecha.
Que era jefa de prensa de los malandros.
Que era pareja de un ex policí­a municipal dado de baja por sus malas amistades.
Todos los pecados del mundo, pues, menos que era reportera, trabajadora de la información, tundeteclas, diarista que persigue noticias dí­a y noche.
Semanas después, oh paradoja, en la Fiscalí­a se retractaron: que era de los pocos, excepcionales periodistas asesinados debido a su trabajo reporteril.
Pero como dicen los teóricos de la comunicación, “el daño ya estaba hecho”.
Varios meses después, un semestre y 14 dí­as, ningún detenido, ningún indiciado, ningún consignado.

VIERNES
El caverní­cola jarocho

Uno de los dí­as posteriores al 26 de julio de 2011, cuando el cuerpo de la reportera Yolanda Ordaz de la Cruz fue tirado en una calle de Boca del Rí­o, decapitado, el cadáver a un metro de distancia, Javier Duarte y Salvador Manzur Dí­az, entonces presidente municipal, se reunieron en un evento social.
Entonces, el góber tuitero dijo a su compadrito querido que entonces… era su favorito para la candidatura a la silla embrujada de palacio:
“Yo no cargaré con la muerte de los narco/reporteros”.
Y desde la zona sórdida y siniestra del poder empezó una campañita para desprestigiar a Yolanda Ordaz, sin que nunca aportaran pruebas, testimonios, evidencias, coincidencias, documentos, grabaciones, fotos, etcétera.
Hasta anoche, en que jamás la Fiscalí­a ha detenido, siquiera, vaya, a un solo sospechoso.
Los dí­as y los meses y los años, solitos, empolvaron el recuerdo de la colega, desacreditaron su nombre y archivaron su expediente quizá, acaso, para siempre.
Tal cual ha sido la polí­tica de comunicación social y de procuración de justicia de Javier Duarte: ensuciar el nombre de los reporteros asesinados.
Lo malo es que las ongs Reporteros Sin Fronteras, Artí­culo 19 y el Comité de Protección de Periodistas de Washington y cientos, miles de diaristas en el paí­s y en el mundo están seguros, como dice Leo Zuckerman en su programa “La hora de opinar”, Foro TV, que Javier Duarte “es un caverní­cola, un sátrapa y un loco”.


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