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Crónicas
Viernes 22 julio, 2016

“¡Cuida a mis hijos!” pidió Pedro Tamayo a su esposa antes de morir

TIERRA BLANCA, VER.- “No dejes que me lleven al Seguro Social, gorda. Allá los estatales me van a terminar de matar. Cuida a mis hijos, a mis nietos y renuncia a la seguridad del estado”, suplicó en la agoní­a, Pedro Tamayo Rosas, el décimo noveno periodista asesinado en el sexenio de Javier Duarte.
Los agresores, tuvieron tiempo a placer para cumplir con su encomienda. En medio de carcajadas, dispararon en once ocasiones para doblar de miedo al reportero veracruzano. Fue un último proyectil, el certero, que le provocó un boquete en el estómago; de anchura imaginable, para haberlo desangrado en 25 minutos.
“Si hay cómplices en el asesinato, son los policí­as estatales. El carro de los matones les pasó al lado. Se fueron a vuelta de rueda, echando tiros al aire.

  • Madre y hermano de Pedro Tamayo

  • Esposa de Pedro Tamayo

Una vez que los estatales resguardaron el lugar, a mi mamá le cortaron cartucho y advirtieron que si asistí­a a mi papá también le disparaban”.

Fue hasta que empezó a sacar espuma y sangre por la boca. Cuando dejó de respirar, el comandante dijo: “Camarada éste ya se peló, ahora sí­ échame la ambulancia para acᔝ demanda el hijo de Pedro Tamayo, testigo presencial del pasado 20 de julio. Valeroso, responsabiliza a once oficiales de la Secretarí­a de Seguridad Pública del Estado.

Entre los agentes implicados destacan quienes descendieron de la unidad 08-2841, una camioneta Ford F150, del año 2015, la misma que ocupó el comandante Marcos Conde, uno de los responsables por la desaparición forzada y presunto masacre de los cinco jóvenes del caso Tierra Blanca.

Tamayo Rosas, colaborador de los diarios Al Calor Polí­tico y El Piñero de la Cuenca, fue el primer reportero que difundió aquella noticia del pasado 11 de enero. Acto difusivo que llevó a la detención de 21 actores materiales e intelectuales, ocho ex agentes estatales y trece civiles ligados al cartel Jalisco Nueva Generación.

Caso que rebasó fronteras y llevó al terrablanquense a refugiarse el 25 de enero en el estado de Oaxaca, por amenazas que el mismo hiciera públicas: “Bájale de huevos, deja de estar chingando al Fiscal y al gobernador”.

El caso fue considerado de alto riesgo por la Comisión de Atención y Protección a Periodistas (CEAPP), la solución inmediata fue exiliar al dueño de la página en Facebook Lí­nea de Fuego junto a su familia.

Alicia Blanco Beiza, viuda del reportero finado, confirma que en el mes de marzo decidió abandonar su refugio, en el estado de Baja California. “Atravesaba un cuadro de depresión. Es horrible el encierro en un lugar que no conoces. Pedro bajó 12 kilos. Obviamente también extrañaba su oficio, es algo que se le notaba fácilmente”.

Es la parte documentada de Pedro Tamayo, conocido como el Perico en la Cuenca del Papaloapan. Un reportero luchón, lo describe su esposa, quien aprendió a ganarse las monedas, desde joven, lavando inodoros y recogiendo propinas en los restaurantes.

El hombre que no podí­a escuchar la sirena patrullera porque salí­a a cumplir con la labor, así­ fuera de madrugada. A quien siempre se le vio perseguir la inmediatez con bolí­grafo, teléfono celular y su libreta reporteril.

El periodista policial que por la cobertura de algún enfrentamiento entre malandros, por fotografiar cadáveres putrefactos de halcones, o ganar las primicias de feminicidios en la región, se conformaba con 100 pesos por nota informativa.

Jamás perdió la disciplina de escribir a diario, ni siquiera en su estancia por el norte del paí­s, cual Fernando Pessoa y las cartas a su novia, Ofelia Queiroz, Tamayo, pedí­a a su esposa, Alicia Blanco, leyera sus notas informativas, aunque no se publicaran. Exigí­a, también, le precisara si el estilo se le alejaba, de repente, por no estar en el campo de los hechos.

Así­ el hombre que nació para la nota roja. A quien lo han ayudado a vestir una reluciente camisa azul turquesa, antes de instalarlo en su hogar con paredes de cedro, que será infinito. Sitio lúgubre, donde colegas, además de santiguarlo, le piden que desde la sucursal celestial abogue por el periodismo en Veracruz.

Una vez, culminado el interrogatorio con los agentes periciales, Alicia Blanco Beiza, se dispone a relatar la última ocasión que convivió con su eterno compañero, Perico. Si lo hace, es porque espera justicia. En tanto ella y su familia, permanecerán en casa. “Ya no vamos a escapar. Si me matan, pues que sea en mi casa y no lejos de los mí­os”.

“LO MATARON EN EL PUESTO FAMILIAR DE HAMBURGUESAS”

Eran casi las diez de la noche, las comandas de comida rápida en el negocio familiar se coreaban al por mayor. El padre de familia, en un descanso a su labor como mesero, decidió sentarse a leer las noticias en una silla de plástico. Allí­ y así­ le llegarí­a la muerte.

Un vehí­culo Bora, color gris, se detuvo frente al domicilio. Dos sujetos descendieron de entre 30 y 40 años de edad, decendieron del auto, luego saludaron efusivos: “Qué onda, Tamayo. Recomiéndame la especialidad de la casa” solicitaron sin tomar asiento.

El reportero, contestó a uno de los agresores, a quien refirió como “Fallo”, según testigos. Ofreció hamburguesas con carne de res y estos ordenaron cuatro para llevar. Dato que sólo sirve para inferir que al menos el mismo número de personas montaron el atentado.

Fue cuando los dos sujetos corrieron el seguro de sus armamentos, nueve milí­metros. Al menos tres detonaciones resonaron en la calle cinco de mayo, en la zona centro de Tierra Blanca. La esposa y uno de los hijos, salieron de inmediato a ver qué pasaba sobre la ví­a pública. “Métanse y escóndanse”, gritaba Pedro a los suyos.

Sin embargo, uno de ellos no hizo caso en el afán de ayudarlo, “le soltaron otro balazo. No le pegaban, le decí­an de cosas y lo espantaban echando balas por un lado. Mi papá nada más se encogí­a en su silla y se llevaba las manos a la cabeza”.

Fue el último tiro el que impactó al reportero, la bala le rozó el brazo derecho, le entró por el estómago y salió finalmente, destrozando el respaldo del asiento. “Mi padre se quejó y se fue para atrás. Se pegó en la nuca y comenzó a desangrarse”, explica el entrevistado.

“TAL VEZ SÓLO QUERíAN METERLE UN SUSTO”

“No mames, loco, ya la cagaste”, reprendió uno de los agresores. Luego se dirigió a la esposa de Tamayo Rosas, “Tú ya la libraste, mejor hazte a un lado”. Luego se echaron a correr, echando tiros y carcajadas infernales. La impunidad estaba de su lado.

En la esquina del domicilio del puesto de hamburguesas se encendieron unas torretas policiales. Se ignora si cumplí­an con rondines o custodiaban a los agresores, asegura el hijo. “Los tuvieron a unos cinco metros de distancia. El carro de estas personas les pasó junto” detalla.

Ante la inoperancia de las autoridades, el hijo cogió las llaves de una camioneta de la familia y se dispuso a perseguir al Bora Gris. “Ahí­ fue donde apareció una segunda patrulla. Los matones me llevaban una cuadra de ventaja. Fue en el cruce donde le pitan a los policí­as, luego le echan las luces y estos, obedientes, me cerraron el paso, luego de dejarlos escapar”.

El joven, molesto, decidió comenzar a grabar a los oficiales, quienes se cubren el rostro y aseguran, se ve en la cinta, su trabajo sólo es acordonar el área. Se trata de la evidencia grabada, que al igual que en el caso de Tierra Blanca, pudiera responsabilizar a los subordinados de Arturo Bermúdez Zurita.

Posteriormente corrió a donde estaba su padre, ya bajo un charco escarlata y con el tono pálido en su semblante. Familiares, entonces, gritaron a los oficiales que llamaran a una ambulancia. De igual manera, se ve en el video, que los policí­as dictan por celular direcciones distintas a la del lugar de los hechos. Otros ignoraban el dolor de la esposa, enviando mensajes desde el servidor de Whats App, asegura el hijo.

La esposa, en su afán de ayudar a Perico, se acercó a brindarle los primeros auxilios, sin embargo, otro oficial la tiró al pavimento y cortó cartucho, amenazando. “Si te acercas te disparo”. La mujer ignoró las amenazas y ganó agresiones en su contra que la llevaron al piso.

Así­ transcurrieron 25 minutos. A Pedro ya le brotaba sangre de la boca. En la agoní­a, encargó a sus hijos y nietos. Además, exigió que la familia renunciara a la seguridad de Arturo Bermúdez. Fue lo último que se le escuchó.

“Camarada, éste ya se peló, ahora sí­ échame la ambulancia para acᔝ ordenó el comandante después, mucho después de que el paradero de los agresores y la mirada de Pedro Tamayo Rosas ya estaban en el infinito.


2 comentario(s)

Karerina 23 Jul, 2016 - 17:21
Leer esta nota, es como recordar cuando leía aquellos libros sobre narcotráfico
historias ficticias basadas en las reales que jamás pense leer como historia de
Vida de un periodista.
Triste realidad en ls que uno no cree ya en nadie.

Filiberta Vazquez 23 Jul, 2016 - 05:56
A cuantos mas le va a permitir el PRI a Duarte que asesine?

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