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8 Columnas
Jueves 21 julio, 2016

Busca a su hijo en Veracruz


•Desapareció en Coahuila

Miguel íngel León Carmona

  • María Hortensia Rivas Rodríguez, presidenta de la Asociación de Familias Unidas en la Búsqueda de Personas Desaparecidas de Coahuila

  • Brigada Nacional de Búsqueda de Desaparecidos

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  • Brigada Nacional de Búsqueda de Desaparecidos

AMATLíN DE LOS REYES.- “Si vine a la Brigada Nacional de Búsqueda es porque entiendo el dolor, como madre, que causan las fuerzas del orden con sus limpias de territorio. En Coahuila, el gobierno contrató al Cartel del Golfo para eliminar a los Zetas. En Veracruz pasa lo mismo y las autoridades son responsables. El problema es que también levantan y asesinan a inocentes”.

Comparte Marí­a Hortensia Rivas Rodrí­guez, presidenta de la Asociación de Familias Unidas en la Búsqueda de Personas Desaparecidas de Coahuila. Una más de las visitadoras a Amatlán de los Reyes. Cumple, como la mayorí­a de los buscadores, con el funesto requisito: tener un familiar desaparecido.

Se trata de Ví­ctor Manuel Guajardo Rivas, de 37 años de edad. Desapareció el 03 de julio de 2013 en Piedras Negras, Coahuila; carpeta de investigación 054/2013. Como si tratase de un amuleto, Hortensia, antes de cada caminata, se guinda la fotografí­a de su hijo y promete que aprenderá las técnicas de rastreo, en el peor de los escenarios, la tierra gobernada por Javier Duarte.

En el tercer dí­a de búsqueda, las indicaciones anónimas aseguran que en el predio de El Porvenir, en Córdoba, Veracruz, restan diversas cavidades clandestinas por encontrar. Allí­ los ejecutores de la zona, policí­as y zetas regaban a sus ví­ctimas en los plantí­os de caña y de café.

Pues bien, la coahuilense se ubica al frente del grupo y plantea a Aracely Salcedo, lí­der del colectivo de desaparecidos Orizaba - Córdoba, un método que, asegura, en su estado ha librado a 205 de personas de la desaparición forzada y de la muerte.

“Si estoy acá es porque a muchos de nuestros familiares los enterraron en fosas y quiero aprender a encontrarlos. Pero también vengo a compartirle a los compas veracruzanos cómo presionar a las autoridades y hacerlas trabajar en las primeras 72 horas de la desaparición.

Explica la portavoz norteña, que los primeros tres dí­as son vitales en un plagio. “Inmediatamente contactamos a los familiares, preguntamos su última localización y buscamos junto a las autoridades en cuarteles, comandancias y terrenos de los mafiosos. Tampoco se trata de abatir a los delincuentes, nosotros sólo confirmamos que los protocolos de búsqueda se realicen.

La mañana comienza a ser aprovechada por los brigadistas, que trabajan coadyuvados por las instancias federales y estatales. Esta vez, las autoridades se encargan de un predio conocido como la Pochota, particularmente un pozo donde fueron hallados los restos de Liliana Aguilar Sánchez, esposa de un trabajador del Ingenio de San Miguelito, en abril de 2012.

Según reportes periodí­sticos locales, la necropsia indicó que la muerte se debió a un traumatismo cráneo encefálico. Mientras que informadores de los campos precisan que a la mujer de 37 años, la desnucaron a palazos y que más ví­ctimas fueron lanzadas a la misma cavidad acuí­fera.

Una vez entregado el punto, Hortensia Rivas, junto a la treintena de brigadistas, se trasladan hasta la comunidad de El Porvenir. Camino al predio, la mujer comienza a relatar de su hijo, historia que tras escucharla no se aleja de los casos de desapariciones forzadas a cargo de los policí­as de Arturo Bermúdez Zurita, Titular de la Secretarí­a de Seguridad Pública en Veracruz.

“LOS POLICíAS LE ESTíN PEGANDO A VíCTOR SIN PIEDAD”

El celular de Hortensia reportó una llamada de su hijo, a las 3 horas con 30 minutos. Fue el inicio del fatí­dico martes tres de julio de 2013. Su nuera, en una crisis ensordecedora, avisó: “Señora, ayúdeme, los pinches GATES (Grupo de Armas y Tácticas Especiales, Coahuila), quieren llevarse a Ví­ctor”.

La mujer al teléfono escuchaba todos los pormenores: aproximadamente quince elementos encapuchados habí­an forzado las cerraduras y amenazaron con balear la casa si no abrí­an. Ví­ctor Manuel atendió la orden, acto seguido un arma le apuntó a la sien y la voz del pistolero advirtió: “Te mueves y te matamos”.

A la nuera de Hortensia Rivas y a sus dos nietos los encerraron en una recámara que la vista daba al patio trasero; una habitación que se convirtió en la primera fila de la tortura en contra del hombre de 37 años. “Le están pegando sin piedad. Lo sumergen en una pila con agua. Se está quejando mucho”.

El tiempo se consumió de forma rápida, recuerda la entrevistada, pues al llegar a la casa de su hijo sólo pudo escuchar el desenlace de la tragedia. “Los sacaron a rastras, hasta meterlo en una camioneta color negra, de vidrios polarizados, se fueron reguardados por unidades del GATE”.

La familia, de inmediato, acudió a la comandancia ministerial, pero negaron tener a Ví­ctor Manuel. La madre amaneció en las instalaciones en espera de respuestas. Fue cuando al sitio arribó un convoy con tres unidades: dos de la fuerza del estado y una más particular en tonos negros y de vidrios polarizados; los relatos de su nuera, se replicaban frente a ella.

Sin embargo, para sorpresa de los familiares, las unidades estatales, a escasos metros de la entrada, se enfrenaron de manera brusca, dieron marcha atrás y se retiraron con el acelerador a tope. Hortensia alcanzó a ver a una persona en el interior del vehí­culo, estaba desfallecido, “su cabeza se le iba ya de lado a lado”.

La mujer solicitó, desgarrando gritos, que siguieran al convoy, pues la persona en el interior de la unidad GATE era su hijo y estaba malherido. Tampoco recibió apoyo. Fue el origen de su repudio a las autoridades, relata con recelo. Un mes y medio después de la desaparición forzada inició la ONG.

Molestia encausada hacia el activismo, que al momento ha dejado como resultado 205 casos exitosos: 115 por desaparición involuntaria y 90 de desaparición forzada. Según, datos de la Asociación de Familias Unidas en la Búsqueda de Personas Desaparecidas de Coahuila, el 50 % de las desapariciones están relacionadas con las fuerzas estatales.

“Son cosas similares a las que pasan en Veracruz. Sin embargo, si hemos venido a ofrecer nuestro método de búsqueda es porque aquí­ el exterminio es inmediato. Si hubiera existido un grupo como el que formé quizá mi hijo estuviera conmigo. Ojalá las madres de Veracruz se animen a sumarse a las búsquedas, ahora que lo respalda el nuevo código penal de justicia”.

“BUSQUEN BIEN, AQUí LOS ZETAS MATARON HARTA GENTE”

El trayecto al predio del Porvenir termina junto con la historia de Hortensia Rivas. Finalmente el grupo se instala y se divide en tres comisiones. Una barranca, un sembradí­o de caña y una zona de pozos, son los puntos a indagar según testimonios anónimos. Es en la zona perforada, donde la entrevistada, escucha de un campesino, el origen de los fantasmas en la parcela.

La coahuilense avanza hectáreas de milpa y caña hasta la zona marcada en el mapa. A lo lejos se vislumbra la silueta de un campesino, de quien no se detallan sus rasgos por seguridad. Tembloroso, se aferra a la moruna, clava su mirada al suelo removido y si da las buenas tardes lo hace en tono quedo.

La mayorí­a del grupo avanza, dos personas se quedan en el rectángulo cafetalero del campesino. Un poco más sereno, tras ver pasar de largo las cámaras y micrófonos, advierte a la mujer que tenga cuidado y que busque bien, pues se trata de un sembradí­o de cadáveres, la mayorí­a enterrados en fracciones y pestilentes a diesel.

Ya con la cara en alto, no obstante con el mismo susurrar, detalla: “Por aquí­ hubo una regla que pusieron esos cabrones, Los Zetas: a las cuatro de la tarde nadie podí­a seguir en la parcela. De las cuatro en adelante el terreno lo ocupaban para hacer maldades”.

De acuerdo con el jornalero, entre los años 2012 y 2015 el arribo de camionetas cerradas fue más constante. Su relatorí­a de ejecuciones coincide con algunos reportes periodí­sticos y con la ubicación de las cavidades de donde la brigada de búsqueda, en el mes de abril, recuperó miles de fragmentos óseos carbonizados.

“Mejor ahí­ los dejaba uno que trabajaran esos cabrones. Cada quien se jalaba pa”™ su casa. Al principio nomás llegaban y dejaban bolsas de plástico negras. Uno se daba cuenta que eran difuntos por lo apestoso que no se soportaba. A veces, la verdad, uno veí­a a los perros que ya traí­an huesitos en el hocico”.

“Ya últimamente esos canijos traí­an a la gente a matarla. Uno no veí­a, pero se escuchaba hasta las casitas. A una mujer la encontramos por un rastrojo de allá, no tení­a balazo ni nada, nomás se veí­a molida a golpes” detalla el hombre, mientras vigila sus alrededores.

Son los recuerdos del campesino que le hacen sudar más que su jornada dedicada al azadón. La persona insiste al grupo de Hortensia que intensifiquen la búsqueda y señala a unos metros de la fosa clandestina que fue entregada a la Fiscalí­a General del Estado en meses pasados.

El reloj ya rebasa las cuatro de la tarde, el grupo de búsqueda está por regresar a la base en Amatlán y el jornalero, aunque los ejecutores desde hace un año no se aparecen por el sitio, prefiere guardarse en su choza. Sin embargo, relata el último registro de exterminio en la zona, y no quita el dedo del renglón: “Sigan buscando”.

“Hace tiempo, aquí­ trajeron a unos menores de edad, como de seis años. Nosotros llegamos al dí­a siguiente y ya nomás habí­a ropita regada junto a un árbol de plátano, a ellos los quemaron. Lo único que no voy a olvidar es ese olor a aceite de comida bien quemado”.



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