Cierto, éstas últimas despiertan un reducido, limitado, limitadí­simo interés, primero, porque y por lo general los diputados se vuelven unos turistas de sus distritos; segundo, porque apenas protestan ya están pensando en el cargo siguiente; tercero, porque se vuelven unos levanta-dedos para aprobar las iniciativas de ley del gobernador en turno, y cuarto, porque siempre incumplen las promesas a los ciudadanos.
Con todo, las campañas tuvieron una misma identidad: mentiras, calumnias, trapitos al sol, vida privada convertida en pública, intrigas, rafagueo innecesario, desinterés ciudadano, candidatos a modo del duartismo y ajustes de cuentas.
Y, lo peor, una biblia de promesas que todos, sin excepción, ofrecieron cumplir a cada pueblo y a cada región de Veracruz y que por lo general ingresan al sueño utópico de la palabra incumplida, porque ahí­ quedan, sin que nunca nadie se ocupe.
Ni siquiera, vaya, el gobernador ganador que bien pudiera, oh utopí­a, incorporar las iniciativas trascendentales de los candidatos perdederos para enriquecer el abanico de posibilidades.
Lo más grave de las campañas que terminarán es que dentro de unos meses, hacia la primavera del año entrante, otra vez será aceitada la maquinaria electoral, ahora con los candidatos a presidentes municipales, sí­ndicos y regidores.
Y apenas haya terminado tal campaña, en automático estaremos casi casi en otras 4 siguientes, hacia el año 2018:
La campaña de los candidatos a diputados locales, pues éstos durarán dos años.
La campaña de los candidatos a diputados federales y senadores, que ya se les habrá cumplido el tiempo.
La campaña presidencial para elegir al sucesor de Enrique Peña Nieto.
Pero de igual manera la campaña para elegir al gobernador de Veracruz de 6 años.
Dos años, pues, de gran efervescencia electoral en que el jefe del Poder Ejecutivo Estatal tendrá un espacio reducido para el bienestar social, a menos, claro, que cuente con un gabinete legal y ampliado de primerí­simo nivel, lleno de experiencia, sensibilidad, trayectoria e imaginación, que esté operando al máximo, en tanto el góber se dedica a la tarea electoral.

BALAUSTRADAS: Mañana se cumplirá un nuevo tiempo polí­tico y a esperar los comicios del 5 de junio.
Y si se revisan las 8 semanas de jornada cí­vica el resultado es desalentador, siniestro y sórdido, por una sola razón: hemos asistido a la campaña electoral más sucia en Veracruz y mucho se teme que en la nación.
Por ejemplo, el fuego cruzado del priista Héctor Yunes Landa en contra de su primo hermano, Miguel íngel Yunes Linares, de llamarlo una y otra y otra y otra ocasión pedófilo, enfermo sexual, asesino y corrupto.
El juego sucio que muchos atribuyen al presidente del CEN del PRI, Manlio Fabio Beltrones, de lanzar a una novia de Jean Succar Kuri a la pasarela televisa de la Ciudad de México para acusar al Yunes azul de pedófilo.
Y el Yunes azul visto en la necesidad de cabildear que una señora y su hija salieran del claustro familiar para revirar la guerra sucia del PRI en su contra.
Pero en fin, los cien millones de pesos de presupuesto anual del gobierno de Veracruz, más el jineteo bursátil de las participaciones federales, enseñanza suprema de Fidel Herrera y Javier Duarte, más los negocios lí­citos e ilí­citos, más el diezmo y el doble diezmo, más la llamada Operación Licuadora, etcétera, despertaron la codicia sin lí­mites, fuera de control, de unos aspirantes a la silla embrujada de palacio y la guerra de lodo fue la consecuencia.

ESCALERAS: Mañana terminarán las campañas y en el imaginario social, en la percepción ciudadana, solo quedará la sensación de un gran cochinero polí­tico entre las partes.
Incluso, la vorágine de promesas que cada uno de los 7 candidatos formulara habrí­a quedado en el limbo, pues la memoria es frágil y todo olvida, y más aún, tales promesas.
Y más cuando uno que otro rayó en la locura de garantizar empleos para los diez mil ni-nis, jóvenes que estudian ni trabajan, y créditos para todas las mujeres necesitadas y la cárcel para Javier Duarte en cuatro meses y la cárcel para los duartistas que serán obligados, además, “a devolver el dinero robado”, y tantas otras linduras que más bien parecen vaciladas, insultos a la inteligencia ciudadana, vaya.
Ningún beneficio social para el millón de indí­genas, los 2 millones de campesinos y los 3 millones de obreros, a quienes de paso, ningún interés habrí­an despertado en ellos.
En todo caso, y hacia el final del dí­a, los únicos interesados en el desenlace de las campañas son los polí­ticos que ahora están trepados en la cresta del poder y piensan en los años venideros así­ como también los polí­ticos desempleados y subempleados urgidos de un mejor destino.
450 años de Cristo la población jarocha ya era pobre, jodida y miserable, y todaví­a hoy, nada alienta la posibilidad de un cambio.
Y menos en dos años de un gobierno del estado que será electoral y electorero.