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Martes 24 mayo, 2016

Nadie está seguro en una iglesia

•Ni tampoco en las discotecas
•La realidad supera a la ficción

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El sábado 21 de mayo dejó enseñanza múltiple a la población de Veracruz.
Con el secuestro de un feligrés en la iglesia de Santa Rita Casia, así­ esté ligado a un cartel como afirma el secretario de Seguridad Pública, significa que ya nadie está seguro ni siquiera, vaya, en la iglesia.

Luis Velázquez

Con la masacre en los antros de Xalapa y Orizaba con saldo de seis muertos, aun cuando la versión popular es que la autoridad escondió cadáveres, queda claro que ya nadie está seguro en las discotecas.
Y lo peor, en las disco de la capital de Veracruz, asiento de los tres poderes.
Con el asesinato de los niños de Chinameca y Las Choapas significa que ningún niño, vaya, está seguro ni en su casa.
Con el plagio de la reportera Anabel Flores en Ciudad Mendoza el 8 de febrero a quien sacaron de su casa a punta de madrazo significa que nadie está seguro ni en su domicilio particular.
Y lo peor, ni en el dí­a, ni en la noche ni en la madrugada.
Tal cual, horroriza pensar, imaginar, visualizar, el destino social que espera a los 8 millones de habitantes de Veracruz en los seis meses y siete dí­as faltantes del sexenio duartista.
Al paso que vamos, “antes de que el gallo cante tres veces”, en un cine de alguna plaza comercial ocurrirá una masacre, un secuestro masivo, un levantón gigantesco.
Y/o en todo caso, en alguna marcha pací­fica reclamando seguridad pública, nada fácil serí­a un rafagueo enloquecedor como los descritos en la pelí­cula “El infierno”, donde Damián Alcázar mata al presidente municipal y su esposa, a sus sicarios y a otros funcionarios menores, él solito.
Mucha, muchí­sima razón tuvieron Carlos Fuentes Mací­as y Gabriel Garcí­a Márquez cuando en una feria internacional del libro en la Ciudad de México anunciaron que tirarí­an al mar todas sus novelas, porque la realidad habí­a superado a la ficción.
Tal cual en Veracruz.
El Veracruz de Arturo Bermúdez Zurita.

2

Si al paso que vamos, al rato usted lee una nota tétrica informando, digamos, de una matanza en una peregrinación de feligreses a la Ciudad de México.
Y/o una masacre en un baile popular en alguna de las 2,500 rancherí­as y comunidades de norte a sur y de este a oeste.
Y/o un asesinato colectivo en una reunión regional de los cañeros, a quienes les han asesinado unos 40, 50 dirigentes desde el sexenio de Agustí­n Acosta Lagunes cuando les masacraron a Roque Spinoso Foglia.
Y/o el rafagueo de unos evangélicos en su iglesia, los mismos que en nombre de Jesús de Nazareth bendijeron la oficina del gobernador en el palacio de gobierno de Xalapa.
Y/o una masacre un sábado en la tarde/noche en Los Portales jarochos o en Los Portales de Córdoba o en Los Portales de Alvarado, recién inaugurados.
Y/o una masacre al mediodí­a y al mismo tiempo en un mercado popular de Veracruz y otro de Xalapa y otro de Córdoba y otro de Orizaba y otro de Coatzacoalcos y otro de Poza Rica.
Entonces, sólo entonces se sabrá que en Veracruz “la muerte tiene permiso” y permiso total y absoluto para hacer y deshacer.
La vida, prendida con alfileres.
La súper secretarí­a de Seguridad Pública, con el más alto presupuesto luego de la secretarí­a de Educación, buena para nada, rebasada por las circunstancias, mejor dicho, por el Estado Delincuencial.
Y no obstante, Arturo Bermúdez Zurita es el único secretario del gabinete legal que permanece inamovible, pues al resto todos los ha renunciado, enrocado y/o cambiado el góber tuitero.
Bermúdez, el secretario que llega en helicóptero a su oficina en su edificio.
Bermúdez, a quien la fama pública consigna como socio, aliado y cómplice de Javier Duarte en los negocios.
Bermúdez, a quien Javier Duarte, JD, le modificara la Constitución Polí­tica de Veracruz para volverlo ultra contra súper secretariazo, encargado, además, del manejo unipersonal de la dirección de Tránsito y la dirección de Readaptación Social, tan jugosas una y para producir dividendos… sin rendir cuentas a nadie, menos, mucho menos al ORFIS y a la Comisión de Vigilancia del Congreso, cuyos titulares son empleados de JD.

3

A estas alturas y luego del sábado negro, el candidato priista a la gubernatura, Héctor Yunes Landa, ha de estar aterrorizado con el (presunto) resultado electoral.
Si el hartazgo se ha multiplicado en años de luz, el secuestro en la iglesia y la masacre en los antros de Xalapa y Orizaba sólo sirve para extender la cuerda para romperse con la irritación social y el coraje popular y el repudio colectivo tanto en contra de JD como del PRI y contra todo lo que huela a Duarte y a partido tricolor.
Y el rechazo al priismo, porque ni a partir de ahora, ni las iglesias donde la mitad de Veracruz y la otra mitad se concentra para rezar y purificarse ni tampoco los antros, donde los jóvenes se reúnen para convivir y alegrar el corazón, el alma y el cuerpo, significan una garantí­a.
Y, por tanto, el descontento sigue creciendo en tierra fértil.
Hoy, ni siquiera las barbies duartistas mirarán al Jefe Máximo del Priismo con respeto.
Hay masacres porque la autoridad dejó crecer a los malandros, pero también, debido a la impunidad.


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