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Martes 12 abril, 2016

Ronda la muerte en Veracruz

•La Pochota, un predio escenario de feminicidios, violaciones y asesinatos en las últimas dos décadas que incluye de Patricio Chirinos a Javier Duarte

•En ese terreno arrojaron cuerpos la banda de los Coralillos y dos asesinos seriales detenidos por la muerte y violación de mujeres en Amatlán y Córdoba

•Es uno de los lotes marcados por la brigada de búsqueda perfilado como posible fosas clandestinas en el Veracruz de Arturo Bermúdez Zurita

•"Buscar cadáveres en el monte significa mucho tiempo, mucho trabajo y mucha paciencia" dice uno de los activistas atrás de desaparecidos

Ignacio Carvajal/En misión especial

  • Búsqueda en pozos artesanos/Miguel León

  • Pozos, cementerios/MIguel León

AMATLíN, VERACRUZ.- La muerte respira y transpira por cada rincón y poro del suelo de tierra negra que conforman el predio La Pochota, primer punto en ser visitado por la Brigada Nacional de Búsqueda de desaparecidos Más de diez especialistas de varios estados del norte del paí­s llegaron hasta este predio en busca de indicios que ayuden a encontrar a personas ausentes, ya sea ví­ctimas de la delincuencia organizada, particulares o desaparición forzada.

Los especialistas de Guerrero, Sinaloa, Michoacán y Michoacán caminan con desconfianza entre los surcos de caña de azúcar que crecen a espaldas del ingenio San Miguelito. Saben que deben peinar cada espacio sin lastimar las matas de gramí­nea.
Apenas se adentran unos metros, cerca del camino, encuentran ropa. “Está en buen estado, no se mira vieja, esto es demasiado raro” dice Julio Sánchez Pasilla, de Grupo Vida, de Coahuila-Los Cascabeles.

Después de remover otro poco, aparecen más prendas, docenas, más de 20, tal vez 30 cambios de ropa distintos de personas jóvenes. Los especialistas analizan, toman fotos, marcan las coordenadas y siguen el camino que trae a la memoria los recuerdos funestos de este pedazo de Amatlán de Los Reyes, que es asiento de un pozo que en abril de 2012 recibió la visita de autoridades que extrajeron de su fondo los restos de Liliana Aguilar Sánchez.

Ella fue ví­ctima de feminicidio y violada. Era esposa de un ingeniero del San Miguelito. El dí­a que la mataron ella lo habí­a ido a dejar a su trabajo, manejaba un bochito, y cuando regresaba, sola, a casa, dos sujetos la interceptaron y le pusieron fin a su vida; también le robaron el coche.

Son Filiberto Hernández Pérez y Roberto Pérez Sánchez, originarios del poblado de La Pochota, quienes ahora purgan una pena de 51 años por este delito y cinco feminicidios más cometidos entre 2014 y 2012, todos con el sello de la violación y la muerte a golpes para las ví­ctimas que terminaban en este predio.

Pero los nombres mencionados arriba no son los únicos, también están los de la famosa banda de los Coralillos, integrada por hombres y mujeres, que fue el terror del sexenio de Miguel Alemán Velasco. Se detuvo a tres de sus integrantes, a quienes se acusó de haber dado muerte al menos a doce personas, la mayorí­a mujeres, a las que ultrajaban y arrojaban sus restos en pozos del mismo predio peinado hoy por la brigada en su primer aparición. “Esto es como un ensayo, les vamos a enseñar como buscamos notros en condiciones muy complicadas, como estamos haciendo lo que no hace la autoridad”, dice Julio Sánchez, quien se erige con la voz de mando de las casi 40 personas asistentes al primer encuentro, en casi todas madres que desde hace dos o tres años no saben nada de sus hijos. Se les vio la última vez acompañados de amigos, salir de una fiesta, en el antro, siendo detenidos por la policí­a, llevados por la fuerza con otras 12 personas, y así­, es lo que van contando las asistentes sobre el patrón en común de las desapariciones en esta región.

Al currí­culo de violencia del terreno La Pochota se suma la leyenda que acompaña la gran cruz clavada en el tronco de un gran árbol de Pochote (Ceiba pentandra o árbol sagrado, para los Mayas) del cual el poblado cercano y el predio toman el nombre, de que hace muchos años, en los tiempos de la Revolución, sus ramas, frondosas, inalcanzables, eran empleadas para colgar a los forajidos y enemigos, los dejaban así­, colgados, como advertencia.

Desde este árbol también se divisa un predio rodeado por cañales, colindante con la Pochota, que a principios de 2006, se convirtió en escenario de una matanza perpetrada presuntamente por un sicario identificado como “Diego Rosario”, una leyenda negra de los sótanos del mundo policiaco-ministerial. Eran siete ví­ctimas, todos con el tiro de gracia, semidesnudos, golpeados, y con un escapulario colgado del cuello. Se decí­a que era la firma de Diego Rosario, nombre que salió en muchos narcomensajes dirigidos contra la delincuencia en los peores años del gobierno de Fidel Herrera Beltrán. Algunos se los siete muertos fueron sacados de una casa ubicada en el fraccionamiento reforma, propiedad de Maruchi Bravo Pagola y trasladados hasta esa zona para la ejecución.

En muchas paredes de casas y bardas de este poblado cañero se miran fotos de desaparecidos y los teléfonos de contacto, cruces en el camino, ya no se sabe si de atropellados o de ejecutados. Previo a esta búsqueda, también en cañales, los malosos abandonaron dos decapitados, uno el sábado y otro lunes por la mañana.

“Pero nosotros no venimos a buscar gente mala, ni a los que andan matando familias, venimos a buscar a nuestros familiares” ataja Mario Vergara, de los Otros Desaparecidos de Iguala, quien rápidamente instruye a los voluntarios para adentrarse a un pozo en medio de los cañales de La Pochota, es el mismo recoveco del cual rescataron el cadáver de la señora Liliana Aguilar Sánchez. Uno de los especialistas descendió al fondo y notó malos olores en el agua. Sólo eso. Los resultados del primer dí­a de búsqueda sólo son indicios. “Esto de buscar cuerpos en el monte es de mucho tiempo, mucho trabajo, ir, venir, regresar, sobre todo paciencia. Los que buscamos debemos tener mucho de eso para encontrar, aunque sea un huesito, con un solo huesito del tamaño de una uña que encontremos podemos darle paz a una familia” concluye Mario Vergara.


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