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Crónicas
Lunes 04 abril, 2016

El jefe policiaco no sabí­a si liberar o matar a los cuatro jóvenes de Papantla

El 2 de octubre de 2015 "perdí­ contacto con mi hijo secuestrado y no sé si esté con vida" relata el padre de José Carlos Patiño Gutiérrez
•Durante 28 dí­as tuvo información extraoficial de unos policí­as estatales que le decí­an el lugar donde el subdelegado de Seguridad Pública tení­a plagiado a su hijo
•“Mi hijo no es un perro para tirarlo donde sea”


“Yo supe dónde tuvieron secuestrado a mi hijo, durante 28 dí­as dos policí­as estatales activos me dieron información, me dijeron que sus jefes ya no sabí­an qué hacer con mi hijo y otros tres jóvenes que habí­an levantado. Estaban entre liberarlos o matarlos para no dejar rastro. El 02 de octubre de 2015 perdí­ contacto con ellos y no sé si mi hijo también la vida”.

Miguel íngel León Carmona/Papantla, Veracruz

  • José Carlos Patiño Gutiérrez. Desaparecido

Habí­an pasado 96 horas, desde el dí­a 04 de septiembre de 2015, cuando presuntos policí­as estatales levantaron a José Carlos Patiño Gutiérrez, un taxista de Papantla, Veracruz, junto con otras tres personas, cuando una llamada inmutó a la familia del desaparecido:

“Nosotros lo conocemos, a usted y su familia. En la delegación de seguridad pública tienen a varios muchachos y uno de ellos es su hijo. Los tienen desnudos y los están torturando”, reportaron a don Édgar Patiño Espejo, privándole la tranquilidad desde una bocina telefónica.

“El subdelegado tiene un martillo, un bate y una manopla color negro y es el que más los madrea. Su hijo parece una piltrafa, está vomitando sangre. Uno de los chavos tienen dos heridas de bala, una en cada pierna, y ya se le está pudriendo la carne”, narraban los informantes la presunta masacre, desde el interior de una bodega de azotes.

El padre, en un principio creyó que se trataba de una pifia, sin embargo organizó una marcha en la ciudad para exigir la inmediata liberación de José Carlos Patiño Gutiérrez, y ahí­ conoció a familiares otro de los jóvenes levantados, Nicolás Gabrielli Tapia. Para sorpresa de ambas familias, coincidieron en tener a dos informantes que se presentaban como policí­as estatales.

A las dos partes afectadas daban señas puntuales de los ausentes y la información suscitada en el interior de la base policial de Papantla, Veracruz, en ningún momento la condicionaron a una retribución económica, por el contrario, los informantes aclaraban:

“No estamos de acuerdo con todo esto, pero tampoco podemos revelarnos. El delegado y el subdelegado dicen que cuidadito y decimos algo porque también nos levantan”, refiriéndose a Jorge Luis Castillo Castillo, entonces delegado y Fidencio Castillo Bernabé, subdelegado de la delegación regional de la Policí­a Estatal, en Papantla, Veracruz.

“¡AGUAS! PORQUE A DOS MUCHACHOS LOS VAN A SOLTAR”

La búsqueda no cesó por parte de los padres; acudieron a montes arenosos y tramos carreteros donde los malosos suelen aventar a sus ví­ctimas. Pero nadie aparecí­a. Fue luego de algunos dí­as, cuando el teléfono sonó por segunda ocasión, las mismas voces, la misma reacción frenética causó en Édgar Patiño, “¡Aguas!, porque a dos muchachos los van a soltar”.

“Nos dijeron que soltarí­an a dos, nos dieron las coordenadas geográficas y la manera en que los hallarí­an. Pues dicho y hecho. Desde ahí­ fue que ganaron credibilidad. Tanto nosotros como la familia de Nicolás, el otro muchacho desaparecido, viví­amos atentos al teléfono celular.

Según narra don Édgar Patiño, primero un joven fue hallado con vida por el camino conocido como El Carbón, del municipio de Papantla, señas de violencia re apreciaban en contra de su rostro; la nariz y los ojos los habí­an sumido los agresores a puñetazos, ese habí­a sido el reporte de los testigos.

Horas más tarde, una mujer serí­a encontrada desnuda, con el sexo lacerado, oficiales estatales, según narran taxistas que circulaban por el sitio, se bajaron a plena luz del dí­a, y aventaron el bulto humano a un costado de la carretera. Los hechos se dieron a las afueras de la ciudad, rumbo a la carretera Papantla - Poza Rica.

“Desafortunadamente, ninguno de los familiares pudimos hacer declarar a los liberados, después les perdimos la pista. Supongo que si la llegas a librar has de quedar bien amenazado. Pero nosotros seguimos pendientes a las llamadas de los policí­as, tuvimos esperanzas de que también soltarí­an a los nuestros”, comparte Édgar Patiño llevándose las manos al rostro en señal de desilusión.

“EL JEFE YA NO SABE SI SOLTAR O MATAR A LOS MUCHACHOS”

Eran las siete de la mañana, del dos de octubre de 2016, don Édgar Patiño rastreaba los periódicos locales como todos los dí­as, buscaba entre las personas decapitadas o molidas a golpes, que se exhiben en la prensa local, señas de su hijo. Entonces sonó el teléfono, sin saber que serí­a el último contacto con sus informantes, la última seña de vida de su muchacho.

“Ustedes ya andan haciendo mucho alboroto con tanta marcha en el pueblo y las notas en los periódicos. Sacaron del cuartito de torturas a cuatro muchachos, andan desnudos. Los están poniendo a lavar con cloro y cal la sangre de las paredes, para que no haya rastros”, avisaron los dos presuntos policí­as estatales.

“Ya no les están pegando, llamaron a un doctor particular para que les cure las heridas, porque su hijo no se puede ni levantar, hágase de cuenta está hecho una piltrafa, y Nicolás tiene dos tiros, uno en cada pierna, se le infectaron las heridas y ya se le está pudriendo la carne. “El jefe ya no sabe si soltar a matar a los muchachos”, luego colgaron el teléfono.

Fue el último reporte, la última señal en la pelí­cula de suspenso que los padres de al menos, dos jóvenes levantados estaban viviendo. Habí­a dos caras en la moneda, serí­an soltados o exterminados; el padre de José Carlos Patiño apostó a la espera, a que su hijo recibirí­a la oportunidad de vivir.

No obstante, la madre de Nicolas Gabrielli Tapia, decidió acudir a la base militar de la Secretarí­a de la Defensa Nacional, SEDENA, en Túxpam, Veracruz, a unos 85 kilómetros de distancia. La señora decidió relatar todo lo relacionado al cuarto donde, presuntamente, oficiales de la SSP, masacraban a jóvenes levantados.

“Finalmente todos fuimos a buscar a la delegación regional, pero ya no habí­a nadie. Y efectivamente, el cuarto estaba reluciente, además habí­a bolsas de cal en el interior”, asegura don Edgar Patiño Espejo.

“LO QUE NOS DIJERON LOS POLICíAS ERA CIERTO”

Los padres de José Carlos Patiño Gutiérrez, consiguieron como testigo a una persona del departamento administrativo de la delegación regional, “si es cierto, tuvieron a tu hijo y a otros muchachos y luego los sacaron de ahí­. Ya no me preguntes más porque no pienso seguir”, advirtió la persona a quien se le guarda el anonimato.

La secretaria, pese a conocer a los familiares afectados y ser originario de Papantla de Olarte advirtió, “Aunque ustedes me llamen a declarar, les advierto que por mi seguridad no diré nada, además ya estoy próxima a jubilarme. Lo mencionado, serí­a manifestado por los padres, en la ampliación de denuncia con número 394/2015.

“Yo no tendrí­a inconveniente en delatar el nombre de esta persona, porque es conocida de nosotros y ni aun así­ cooperó rindiendo una declaración. Pero soy un caballero y reservaré su identidad, pero si la responsabilizo si a mi hijo lo mataron”, advierte el padre pegando con el puño cerrado en la mesa de madera.

“NO SÉ QUÉ HA PASADO CON LA INVESTIGACIÓN DE MI HIJO”

Los dí­as se marcharon y apareció la sequí­a de noticias, entonces Édgar Patiño Espejo, decidió interponer una denuncia en las oficinas de asuntos internos de la Policí­a Estatal veracruzana, ante el comandante Silvestre Medina Gasca.

“No tengo quejas del comandante Gasca, inmediatamente mandó a traer al delegado Jorge Luis Castillo Castillo y al subdelegado Fidencio Castillo Bernabé, quienes ya no trabajaban en Papantla, Veracruz”.

Con base en el relato del padre de José Carlos Patiño Gutiérrez, Medina Gasca habló en privado con los dos oficiales señalados como responsables del delito de desaparición forzada. Luego de unos minutos, elementos de la SSP salieron de la oficina, sujetando del cuello a los acusados.

Entonces el comandante preguntó, “¿estos fueron los dos cabrones que se llevaron a su hijo?, el padre asintió inmediatamente. La orden fue que los dos oficiales declaran por separado. Silvestre Medina Gasca aseguró que serí­an cesados de su cargo, hasta que la investigación llegara a su fin.

Han transcurrido 98 dí­as desde la promesa del director general de asuntos internos. “A la fecha no he recibido noticias, ni de mi hijo ni de los policí­as que señalé como responsables de su desaparición. Desconozco si tal vez ya hasta los re asignaron. Quisiera que el comandante Gasca me diera informes. No sé qué ha pasado con la investigación de mi hijo”, comparte el padre furioso.

Finalmente, previo al final de la entrevista, el padre arroja su última molestia, y la dice con voz firme: “Soy realista y sé que puedo encontrar a mi hijo vivo o muerto. Pero exijo que cuando menos le hagan declarar a los detenidos donde es que lo dejaron. No es un perro para tirarlo donde sea. Me molesta que ya haya pasado tanto tiempo y no puedan sacarles la verdad”.

Parte de la historia de otra persona desaparecida en Papantla, Veracruz. José Carlos Patiño, un ruletero de 25 años que cubrí­a su turno de la tarde, que avisó que le estaba yendo bien. Gran parte de sus ganancias las destinaba a su pequeña, que a la fecha, pareciera ha dejado en orfandad.

Un levantón a mitad de la calle, cuando todaví­a lo noche no aparecí­a, a manos de servidores públicos, como en tantos casos en Veracruz. Un joven que gustaba de la belleza femenina, que se ejercitaba en el gimnasio, otro amante del fútbol que desaparece. Sus compañeros radiotaxistas echan de menos al portero del equipo. La familia, por su parte, reza a diario por su aparición.


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