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Lunes 14 diciembre, 2015

Venezuela libre/Mario Vargas Llosa/El Paí­s

El chavismo y su arrogante etiqueta ideológica, “el socialismo del siglo XXI”, han comenzado a desmoronarse luego de las elecciones del domingo pasado y la aplastante victoria de las fuerzas de oposición agrupadas en la Mesa de la Unidad Democrática (MUD). Un viento de libertad corre ahora por la tierra venezolana, devastada por 17 años de estatismo, colectivismo, represión polí­tica, demagogia y corrupción que han llevado a la ruina y al caos a uno de los paí­ses potencialmente más ricos del mundo.

La oposición al Gobierno de Maduro cuenta con 112 diputados, dos tercios de la Asamblea Nacional, lo que en teorí­a le permite desmontar toda la maquinaria económica y polí­tica del chavismo, aprobar una ley de amnistí­a para los presos polí­ticos e, incluso, convocar un plebiscito revocatorio del jefe de Estado. Pero es probable que, tal como ha propuesto Henrique Capriles, el más moderado de los lí­deres de la oposición, ésta proceda con cautela, consciente de que el problema más urgente para el pueblo venezolano es el del hambre, el desabastecimiento y la carestí­a de un paí­s que tiene la inflación más alta del mundo y las mayores tasas de criminalidad (luego de Honduras) en América Latina.

Aunque, como ocurre siempre con las alianzas en el seno de una democracia, hay entre las fuerzas de oposición tendencias diversas, lo peor que podrí­a ocurrirle a Venezuela en estos momentos es una querella interna en la MUD. Una oposición dividida serí­a un verdadero regalo de los dioses para el régimen chavista que, a consecuencia de la brutal derrota electoral que acaba de recibir, comienza a dar sí­ntomas de divisiones y discordias internas.

Hay toda clase de teorí­as para explicar la misteriosa razón por la que el Gobierno de Maduro ha aceptado este apabullante veredicto electoral que significa el principio del fin del “socialismo del siglo XXI”. No ha sido por convicción democrática, desde luego, pues, desde el principio, y sobre todo a partir de la subida al poder del heredero de Chávez, la deriva autoritaria ””censura de prensa, encarcelamiento de opositores, toma y clausura de canales de televisión, estaciones de radio y revistas y periódicos, desapariciones y torturas de los crí­ticos de su polí­tica”” ha sido una constante del régimen.

Mi impresión es que el fraude estaba preparado y que, simplemente, no pudo llevarse a cabo por la abrumadora superioridad del voto opositor (cerca de ocho millones contra cinco) y por la actitud del Ejército, que impidió al Gobierno chavista ponerlo en práctica. La exasperación de Diosdado Cabello, exjefe de la Asamblea Nacional y segundo hombre del régimen ””perseguido por la justicia internacional acusado de vinculaciones con el narcotráfico”” contra el jefe del Ejército y ministro de Defensa, el general Vladimir Padrino López, a quien quiere destituir, es bastante significativa. Como lo es que el general Padrino López se negara a propiciar un fraude que hubiera podido saldarse con una horrenda matanza de civiles exasperados porque quisieran arrebatarles con fusiles lo que habí­an ganado con sus votos en las urnas.

La postura del Ejército venezolano será decisiva en los dí­as que se avecinan. Si mantiene la neutralidad que ha tenido durante el proceso electoral y se niega a ser utilizado como fuerza de choque del régimen para clausurar la Asamblea Nacional o condenarla a la inoperancia, el desmontaje del chavismo puede ser gradual, pací­fico y acelerar, mediante el apoyo internacional, la recuperación económica de Venezuela. En caso contrario, el espectro de una guerra civil y de una sanguinaria represión contra el pueblo que acaba de manifestar su repudio del régimen, son previsibles.

Hay que quitarse el sombrero y aplaudir con fervor al pueblo venezolano por su formidable gesta. En todos estos años, aun cuando parecí­a que una mayorí­a se habí­a enrolado en la ilusión antihistórica y retrógrada del chavismo, hubo venezolanos lúcidos y valientes que se enfrentaron con razones e ideas a las consignas y amenazas de un régimen que pretendí­a resucitar un sistema que en todas partes ””Rusia, China, Vietnam, la misma Cuba”” hací­a aguas y discreta u ostentosamente renunciaba al estatismo y al colectivismo y viraba hacia el capitalismo (de Estado y con dictadura polí­tica, eso sí­). Muchos de ellos fueron ví­ctimas de atropellos que los privaron de sus bienes, empresas, empleos, que los llevaron a la indigencia o a la cárcel o al exilio. Pero lo cierto es que siempre hubo una oposición activa contra el chavismo que mantuvo viva la alternativa democrática en todos estos años, mientras el paí­s se iba hundiendo en la anarquí­a institucional, se empobrecí­a y corrompí­a, y los niveles de vida se desplomaban golpeando sobre todo a los más humildes e indefensos. Millones de esos venezolanos engañados por la fantasí­a de un paraí­so comunista abrieron los ojos y fueron a votar el domingo pasado contra aquel engaño. Ellos han dado la victoria a la MUD, es decir, a la cultura de la libertad, la coexistencia y la legalidad.

Lo que queda por delante es difí­cil, pero sin duda lo peor ha quedado ya atrás. Ahora lo importante es tener conciencia de que una fiera herida es más peligrosa que una sana y que los zarpazos del régimen moribundo pueden hacer todaví­a mucho daño a la golpeada Venezuela. Las medidas más urgentes son por supuesto abrir las cárceles a fin de que Leopoldo López, Antonio Ledezma y las decenas de demócratas encarcelados salgan en libertad y puedan trabajar hombro a hombro con sus compatriotas en la democratización de Venezuela y en la recuperación económica de un paí­s tan rico en recursos naturales y humanos. Es indispensable que la ayuda internacional se vuelque apoyando esta tarea hercúlea, devolver al paí­s la credibilidad financiera y la legalidad y la eficacia institucional que ha perdido en estos años de desvarí­o y locura chavista. Por fortuna, Venezuela es uno de los paí­ses que cuenta con una naturaleza privilegiada así­ como con cuadros profesionales, técnicos y empresariales de muy alto nivel. Muchos de ellos tuvieron que exilarse en los años del desorden y el autoritarismo chavista. Pero no hay duda de que buen número está ansioso por regresar y contribuir con su esfuerzo a la redención de su paí­s luego de esta noche siniestra de 17 años.

Quisiera destacar el papel jugado por la mujer en la victoria del domingo pasado. Ante todo la de Lilian Tintori, la esposa de Leopoldo López, a quien las circunstancias sacaron a la calle y empujaron a un activismo polí­tico de primer orden con el que nunca soñó. Y es imprescindible también mencionar a Marí­a Corina Machado, golpeada y despojada de su curul de diputada de manera arbitraria, que no perdió en ningún momento su entusiasmo ni su compromiso cí­vico. Para ambas y muchas otras venezolanas tan gallardas como ellas el resultado de las elecciones del domingo ha sido el mejor desagravio.


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