El sexenio de los desaparecidos
•En el Veracruz duartista nomás de repente se suelta la balacera. Y nomás de repente hay muertos. Y nomás de repente hay secuestrados
•Y de postre: la madriza a los ciudadanos incómodos, como son profesores y reporteros
Aquí, en Veracruz, se construyó buena parte de la nación.
Luis Velázquez
Benito Juárez, por ejemplo, se refugió en el puerto jarocho y desde aquí promulgó la ley del Registro Civil, asentando, incluso, a una de sus hijas.
Aquí también se cobijó Venustiano Carranza, suegro del gobernador Cándido Aguilar, y cada tarde salía a montar a caballo en Playa Norte y desde su caballito dictó la ley agraria de 1915 y también la ley de imprenta, todavía vigente.
Porfirio Díaz tuvo aquí, en el castillo de San Juan de Ulúa su cárcel privada y hasta aquí expidió su famosa orden apocalíptica de ”˜”™¡Mátalos en caliente y luego averiguamos!”.
Por aquí anduvo el gran reportero y cronista, Jack London, reporteando la invasión norteamericana cuando los Niños Héroes, cadetes de la Escuela Naval, se cubrieron de gloria cayendo uno a uno ante “las armas del invasor”.
Por aquí, bueno, huyó Porfirio Díaz al exilio dorado, en París, y por aquí entraron los refugiados españoles abiertas las puertas por Lázaro Cárdenas del Río.
De aquí, vaya, salieron Miguel Alemán Valdés y Adolfo Ruiz Cortines a la presidencia de la república, de igual manera como en su tiempo, ílvaro Obregón y Plutarco Elías Calles de Sonora a Los Pinos.
Pero hoy aquí, en el Veracruz de Javier Duarte, el peor gobernador en la historia política local, se plagia, se desaparece, se mata, se entierra en una fosa clandestina, se arrojan cadáveres a los ríos Blanco y Coatzacoalcos y también desde un puente y de igual manera a los pozos artesianos de agua dados de baja en la ruta Omealca a Tezonapa.
Pero también aquí se atropella y veja, y se madrea a los disidentes, inconformes, contestatarios, insumisos y rebeldes.
Peor tantito: se envía a la policía con el tolete y la macana y los gases lacrimógenos y los toques eléctricos en contra de los maestros y los reporteros y luego, háganos favor, se les pide una disculpa y se les asegura que les serán pagadas sus cámaras fotográficas y celulares destruidos por unas corporaciones policiacas que habrían de garantizar la seguridad en la vida y los bienes según la esencia mística del llamado Estado de Derecho.
Aquí, en el Veracruz duartista, nomás de repente se suelta la balacera. Y nomás de repente hay muertos. Y nomás de repente hay desaparecidos.
Y los desaparecidos, dice Elena Poniatowska, en ninguna parte están ni se ubican porque desaparecidos son.
Por eso, la mitad de los habitantes de Veracruz (la otra mitad son niños y ancianos, muchos enfermos) están atrapados y sin salida en el desánimo social, y lo que es peor, ya perdieron la fe y la confianza y el respeto (si alguna vez lo tuvieron) en la elite duartista en el poder sexenal.
Y más porque nunca antes, en ningún sexenio, el número de desaparecidos había llegado a tanto, y lo que es peor, hasta niños y adolescentes, mujeres y seniles a quienes, de paso, les han cortado los dedos y las manos y enviado a los familiares para presionar el pago del rescate millonario.
El duartismo entrará a la historia como el sexenio de los desaparecidos, tiempo cuando el ciudadano común y sencillo, el contribuyente, la población electoral perdió la confianza en la elite gobernante.
Pero también, el sexenio próspero será recordado por su implacable vocación represiva para castigar con el tolete y la macana a los ciudadanos incómodos como fue el fin de semana con el reportero número 16 asesinado, Juan Carlos Landa en Córdoba, y más ocho reporteros y fotógrafos agredidos y heridos en los días de la evaluación magisterial.
Un sexenio como los vampiros insaciable de sangre, de igual manera como en el siglo pasado cuando las pasiones políticas se arreglaban con el asesinato, sean los carteles, los cartelitos, las bandas del orden común, y/o hasta políticos rencorosos, vengativos, bipolares y explosivos, aliados con los malandros.
¿Por qué tantos desaparecidos, por qué tantos asesinados, por qué tanta represión oficial?
Es hora, pues, de solicitar el perdón a Agustín Acosta Lagunes, QEPD, que con su “Sonora Matancera” creíamos el peor.