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Crónicas
Miércoles 25 noviembre, 2015

El sexenio de los desaparecidos

En el Veracruz duartista nomás de repente se suelta la balacera. Y nomás de repente hay muertos. Y nomás de repente hay secuestrados
•Y de postre: la madriza a los ciudadanos incómodos, como son profesores y reporteros


Aquí­, en Veracruz, se construyó buena parte de la nación.

Luis Velázquez

  • Aracely Salcedo, la madre que encaró a Javier Duarte

Benito Juárez, por ejemplo, se refugió en el puerto jarocho y desde aquí­ promulgó la ley del Registro Civil, asentando, incluso, a una de sus hijas.

Aquí­ también se cobijó Venustiano Carranza, suegro del gobernador Cándido Aguilar, y cada tarde salí­a a montar a caballo en Playa Norte y desde su caballito dictó la ley agraria de 1915 y también la ley de imprenta, todaví­a vigente.

Porfirio Dí­az tuvo aquí­, en el castillo de San Juan de Ulúa su cárcel privada y hasta aquí­ expidió su famosa orden apocalí­ptica de ”˜”™¡Mátalos en caliente y luego averiguamos!”.

Por aquí­ anduvo el gran reportero y cronista, Jack London, reporteando la invasión norteamericana cuando los Niños Héroes, cadetes de la Escuela Naval, se cubrieron de gloria cayendo uno a uno ante “las armas del invasor”.

Por aquí­, bueno, huyó Porfirio Dí­az al exilio dorado, en Parí­s, y por aquí­ entraron los refugiados españoles abiertas las puertas por Lázaro Cárdenas del Rí­o.

De aquí­, vaya, salieron Miguel Alemán Valdés y Adolfo Ruiz Cortines a la presidencia de la república, de igual manera como en su tiempo, ílvaro Obregón y Plutarco Elí­as Calles de Sonora a Los Pinos.

Pero hoy aquí­, en el Veracruz de Javier Duarte, el peor gobernador en la historia polí­tica local, se plagia, se desaparece, se mata, se entierra en una fosa clandestina, se arrojan cadáveres a los rí­os Blanco y Coatzacoalcos y también desde un puente y de igual manera a los pozos artesianos de agua dados de baja en la ruta Omealca a Tezonapa.

Pero también aquí­ se atropella y veja, y se madrea a los disidentes, inconformes, contestatarios, insumisos y rebeldes.

Peor tantito: se enví­a a la policí­a con el tolete y la macana y los gases lacrimógenos y los toques eléctricos en contra de los maestros y los reporteros y luego, háganos favor, se les pide una disculpa y se les asegura que les serán pagadas sus cámaras fotográficas y celulares destruidos por unas corporaciones policiacas que habrí­an de garantizar la seguridad en la vida y los bienes según la esencia mí­stica del llamado Estado de Derecho.

Aquí­, en el Veracruz duartista, nomás de repente se suelta la balacera. Y nomás de repente hay muertos. Y nomás de repente hay desaparecidos.

Y los desaparecidos, dice Elena Poniatowska, en ninguna parte están ni se ubican porque desaparecidos son.

Por eso, la mitad de los habitantes de Veracruz (la otra mitad son niños y ancianos, muchos enfermos) están atrapados y sin salida en el desánimo social, y lo que es peor, ya perdieron la fe y la confianza y el respeto (si alguna vez lo tuvieron) en la elite duartista en el poder sexenal.

Y más porque nunca antes, en ningún sexenio, el número de desaparecidos habí­a llegado a tanto, y lo que es peor, hasta niños y adolescentes, mujeres y seniles a quienes, de paso, les han cortado los dedos y las manos y enviado a los familiares para presionar el pago del rescate millonario.

El duartismo entrará a la historia como el sexenio de los desaparecidos, tiempo cuando el ciudadano común y sencillo, el contribuyente, la población electoral perdió la confianza en la elite gobernante.

Pero también, el sexenio próspero será recordado por su implacable vocación represiva para castigar con el tolete y la macana a los ciudadanos incómodos como fue el fin de semana con el reportero número 16 asesinado, Juan Carlos Landa en Córdoba, y más ocho reporteros y fotógrafos agredidos y heridos en los dí­as de la evaluación magisterial.

Un sexenio como los vampiros insaciable de sangre, de igual manera como en el siglo pasado cuando las pasiones polí­ticas se arreglaban con el asesinato, sean los carteles, los cartelitos, las bandas del orden común, y/o hasta polí­ticos rencorosos, vengativos, bipolares y explosivos, aliados con los malandros.

¿Por qué tantos desaparecidos, por qué tantos asesinados, por qué tanta represión oficial?

Es hora, pues, de solicitar el perdón a Agustí­n Acosta Lagunes, QEPD, que con su “Sonora Matancera” creí­amos el peor.


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