14 meses preguntando en el MP por su hijo desaparecido
•Randy Mendoza Campos, de 22 años, fue levantando el sábado dos de agosto de 2014
•“Se fue a la borrachera con los cuates o se fue con la novia o usted se peleó con él" le dijo el Agente del Ministerio Público de Orizaba, burlón, hiriente, ofensivo
•“Señora, aquí el experto soy yo" todavía le reviró ante la insistencia
•Disfrazada de prostituta hasta en los antros lo ha buscado
Crónica de Miguel Angel León Carmona
“Desde que perdí a mi hijo, cada tarde a las cuatro en punto, acudo al maldito ministerio público a solicitar noticias. Llevo un año y dos meses sin faltar un solo día. No sé por qué insisto, si ya memoricé su respuesta: “””Nada, señora”””. Tengo fe de que un día lo encuentren”.
Eloísa Campos Castillo no llora, prefiere apretar un trapo de cocina mientras comparte su tragedia. Es otra madre veracruzana del presente sexenio que deambula solitaria por las calles, en busca de los 70 desaparecidos en la región Córdoba - Orizaba.
La mujer de 52 años describe su encierro claustrofóbico en la Agencia Primera del Ministerio Público Investigador Sector Norte, en Orizaba, Veracruz. Además, detalla el monstruo burocrático que 132 madres en Veracruz han enfrentado al denunciar la desaparición de sus hijos.
El sábado dos de agosto de 2014 fue el último día que se vio con vida al joven de 22 años, Randy Mendoza Campos. Doña Eloísa tuvo que aguardar 72 horas para que sus llantos fueran socorridos por las autoridades municipales.
No obstante, de acuerdo con el artículo 12, cláusula II de la Convención internacional para la protección de todas las personas contra desapariciones forzadas, los mandos municipales deben iniciar una investigación inmediata, aún cuando no se haya presentado una denuncia formal.
Ante la inoperancia municipal, la familia Mendoza Campos realizó una búsqueda exhaustiva durante tres días; visitaron comandancias y funerarias de ocho municipios aledaños. Desde Córdoba a Maltrata, Veracruz, un perímetro de 100 kilómetros. Pero no había indicios del familiar.
Tomada del brazo de su hijo menor, la madre inconsolable entró a las instalaciones del M.P. en punto de las nueve de la mañana del martes cinco de agosto, agotadas las 72 horas que les habían dictado.
“Entras a otra realidad. Nadie se preocupa por ti ahí adentro. Luego de 20 minutos llegó el licenciado Miguel íngel Palacios, quién tomaría mi caso”. “
-Pase, señora. Nada más usted. Advierto que el proceso no lleva su tiempo.
Al principio tuve confianza. Me senté y le agradecí. Esperaba una intervención inmediata; que hiciera llamadas a otros municipios, que me pidiera datos específicos, o por los menos que se hiciera el interesado. Fueron las 12 horas más inútiles de mi vida”.
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-A ver señora, ¿cómo afirma que su hijo está desaparecido?, seguramente está con los cuates de borrachera o se escapó con la novia. Así pasa a menudo.
“No licenciado, si vine aquí es porque algo anda mal, créame. Nunca mi hijo se había ausentado por tres días, y mucho menos sin reportarse. Tiene una bebé de un año y no puede estar sin ella. No debe andar lejos. ¡Ayúdeme, por favor!
-¿No se peleó con él? ¡Haga memoria!.
-Claro qué no. Todavía le di de comer el sábado en la tarde. Lo fui a ver a su trabajo y estaba a punto de salir. Nos abrazamos. Era un sábado común y corriente. No tenía por qué desaparecer.
-¡Qué extraño! ¿Ya le llamó a su teléfono? ¿A la novia? ¿A sus familiares?
-Licenciado, llevo tres días sin saber de él. Créame que no he parado de llamarle, pero me manda a buzón. Ya lo buscamos hasta por debajo de las piedras. ¿Es necesario todo este cuestionamiento?
-A ver señora, aquí el experto soy yo. Por supuesto que es necesario.
Habían transcurrido tres horas de preguntas banales, a doña Eloísa la trasladaron a una oficina oscura repleta de documentos apilados, donde finalmente rendiría su denuncia.
-Pase usted, Me debe contestar unos oficios.
“Yo no quería entrar, pensé en largarme de ahí. Correr y buscar a mi hijo, pedir ayuda en las redes sociales, pegar su foto en postes, tenía tantas cosas por hacer… lo menos que quería era sentarme a llenar hojas”.
Finalmente, a las 11: 30 horas del martes cinco de agosto, se abrió el expediente con número 680 / 2014/ s/n. Páginas foliadas comenzaron a llenarse con rastros lagrimales. Eloisa debía relatar puntualmente la última vez que vio a Randy Jesús Mendoza Campos.
“Mi pesadilla inició el sábado dos de agosto. Regresé de mi trabajo a las tres y media. Randy ya me esperaba para comer. Preparé su platillo favorito; papas a la francesa con salsa macha. Desde entonces, la receta ha quedado prohibida en casa. Perdí el gusto por cocinar y hasta el apetito”.
“Comimos de carrera, mi hijo debía regresar a sus labores. Me despidió en la puerta de la vecindad:
-¿Tienen planes para la noche, gorda?”””, “No, mi amor. Te espero a cenar. No llegues tarde por favor.
Randy Mendoza salió de su casa a paso veloz, llevaba unos minutos de retraso. Vestía pantalón de mezclilla oscura, camiseta verde cuello en v, botas color café tipo industrial. “Todavía, antes de comer pasó con el peluquero. Se fue bien peinado mi muchacho”.
Era una tarde trivial para la familia Mendoza Campos. A las 17:00 horas los rumores de vecindario anunciaron un operativo de seguridad en la calle Francisco I. Madero, cerca de la óptima Vista Joven, el último trabajo del desaparecido.
“Las cosas en ese tiempo ya estaban feas. Dos meses atrás habían levantado a un vecino. Decidí marcarle al celular y no contestó. Entonces salí a buscarlo”.
“Ahí estaba mi muchacho, guardo ese último recuerdo; recargado en el mostrador del negocio me miraba sonriendo a lo lejos, abriendo sus brazos para abrazarme”.
“¿Por qué no contestas, hijo?” ”” “Me quedé sin pila, pero no te preocupes, sólo se llevaron piratería y costales de fayuca los ministeriales. Ya casi salgo. ¿Me esperas? ””“. “No, termina. Me adelanto por algo para cenar. Te apuras, mi amor”.
“Todavía vi a mi niño media hora antes de salir de su trabajo. “¿Por qué no lo esperé?, ¿Por qué me fui? Eloísa estalla en llanto, el lacerante “hubiera” carcome la conciencia de la madre.
-¿No andará en malos pasos el joven, señora?
“Es lo más indignante que alguien te pueda decir en medio del dolor, una falta de respeto. Licenciado, si vine a poner la denuncia es porque conozco a mi hijo, se trata de un joven, no de un delincuente. No tenían por qué llevárselo”.
-¿Revisó la recámara? Suele pasar que los maleantes esconden sus armas, drogas o fajos de billetes debajo de la cama, o en el ropero.
“Señor, mi hijo lleva 60 pesos en su cartera. No bebe, no fuma, mucho menos consume drogas. Tenga piedad, vamos a buscarlo”.
La declaración se volvía eterna, el licenciado tomaba descansos acompañados de café, Aquella ocasión Eloísa Campos llenó decenas de formularios a mano y fotocopió 200 veces el expediente del desaparecido.
“Cuando me di cuenta eran las nueve de la noche. Habían pasado 12 horas. No había comido, pero tampoco tenía hambre. El dolor en mi estómago era de impotencia y de rabia. Perdí tiempo muy valioso. A mi hijo se lo habían llevado y yo estaba sentada sin hacer nada”.
La declaración, repentinamente culminó. La dependencia municipal aclaró que se haría cargo de difundir la información del extraviado en los 32 estados de la república. A partir de ese momento la responsabilidad de indagar en los 212 municipios de Veracruz era ocupación de Eloísa Campos.
“Aquella noche salí llorando. Me había equivocado. No tuve que haber pisado el ministerio público. Ahora entiendo por qué tantas personas buscan a sus desaparecidos sin rendir declaraciones. Desde que las autoridades te dan la espalda dejas de ser madre y te conviertes en investigador”.
Han transcurrido 476 días desde la desaparición de Randy Jesús Mendoza Campos. Las averiguaciones por parte de los mandos orizabeños siguen en la nulidad. Eloísa Campos va perdiendo la razón conforme pasan los días.
Dejó su trabajo y emprendió un puesto de garnachas. Un negocio que no le impone horarios. La madre sale a buscar a su hijo cada que tiene fuerzas. Es miembro del colectivo Desaparecidos Córdoba- Orizaba. Ha estado en todas las protestas junto a Aracely Salcedo, su estandarte de batalla.
Seguramente habrá 26 mil diferentes manías en México de las madres que buscan a sus desaparecidos. Eloísa Campos, sin haber leído a Gabriel García Márquez y El Coronel no tiene quien le escriba, posee una agobiante rutina:
Todas las tardes, sin faltar a la costumbre, sus sandalias gastadas avanzan pausado ocho cuadras hasta la Agencia Primera del Ministerio Público Investigador Sector Norte.
-¿Hay noticias de mi Randy, licenciado?”.
-Nada, señora.
-Gracias, señor. Nos vemos mañana.
“Hasta que Dios no me llame seguiré yendo a buscar una señal de vida o muerte de mi hijo. No sé si tenga sentido, tampoco sé si se burlen de mi pena, pero me veo obligada a hacerlo. Es el único lugar maldito que me puede brindar información”.
“La angustia por encontrar a mi hijo me ha hecho visitar lugares tenebrosos. Nunca imaginé pisar una cárcel, una morgue ni mucho menos un prostíbulo. Aquella noche la maldita desesperación me disfrazó de prostituta. Dios sabe cuánto he buscado a mi niño”.
Quisiera encontrar un lugar solo, donde no hubiera nadie y gritar, gritar y gritar. Quisiera sacar un poquito de este dolor que me quema por dentro. Me lacera el pecho. No puedo resignarme. Saber que no volveré a ver a mi hijo.
Prisionera en una oficina del ministerio público, Eloísa Campos rinde la denuncia de su hijo desaparecido.
La mañana del dos de agosto de 2014, la señora Eloísa salió a las siete de la mañana de casa. Dejó el desayuno de Randy en el microondas.
“Desde que perdí a mi hijo, cada tarde a las cuatro en punto, salgo a buscar noticias al ministerio público. Llevo un año y dos meses haciendo lo mismo. No sé por qué insisto, si ya me sé la respuesta: “Nada, señora”. Pero tal vez, así como desapareció, un día de repente lo encuentre".
Gracias a Miguel Leon x su apoyo para ser escuchadas 26 Nov, 2015 - 04:44